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reflexiónes desde las cloacas

Héctor Díaz

COLLAGE

COLLAGE

El tierno dilema de la poesía,

calle que se busca a sí misma,

bostezando en los silencios del planeta

cuenta que te cuenta, vibraciones de la tierra,

caminos de ida y vuelta, tu mirada

vida y muerte,

rehaciendo el comienzo, tu andar y tu elegancia

moldeada por la lluvia, y la tormenta ,

al grano de maíz y la cosecha,

ave de pico encorvado, no respeta propiedades,

pacientementa espera, el amarillo oro

en el justo momento que la parva

descarga su energía al firmamento.

Aventuras del planeta,

misterios de la madre natura,

tu mirada,

heriendo mi memoria ,

lunas llenas jugando en la laguna,

croar del sapo, en su batracio salto,

un San Antonio coquetea,

su vocación de malabarista

en el hilo de la cuerda de la ropa.

Vida, rutinas, ausencias.

Golpe de balde, sonido en el fondo del aljibe,

profiláctica piedrita de cal,

la tortuga pacientemente espera,

una posible libertad de sus ancestros.

La abuela recorriendo gallineros,

caballos que juegan a los cuentos,

-si pasa don Zaino, noche de tormenta

- si el brioso Colorado relincha,

el amor visitará los campos secos.

La vida no es más que eso, andar andando

cuentos y cuentos y los misterios,

la noche aquella en la batalla,

en que el viento anunciaba campo santo

un cañaveral se puso en marcha,

con su ceño chajá, chuzas al viento

en el comienzo de nuestras mocedades

sabiendo que existíamos, sin saberlo

tan solo un andar contando sueños,

un presente diario, se hace pasado

cuando las huellas de nuestros pasos,

se han borrado.

Después,

sobrevividores desamparos carcelarios,

algunos contando eternamente

los pasos del celdario,

desafiando el desafio, sin saberlo

la idea, la justicia, el hombre nuevo,

gritando libertad, allá en plaza

sacando del bronce al héroe del momento,

meditando en su dios, su patria imaginada,

su sable curvo, severo y sin sentido,

su mirada perdida en un perdido ocaso,

la voz sin voz, el dedo índice al horizonte,

ordenando la muerte en el campo de batalla.

La vieja abuela, tan sola de mirarla,

cantaba la canción de los indios de su tierra,

un largo calvario de cantos rodados

mitos que se fueron trucando en “ Pacha mama “

vientos que otros vientos fueron empujando.

Los yuyos , los ladridos al pié del hombre y el caballo;

una historia de carros y de palenques

de potros bravos de la pampa,

de noches frías cruzando los arroyos,

del miedo a los yacaretés en los bañados

tardes de calor, en los veranos,

troperos que van en busca de querencias,

el mangangá chillando en sus saludos

los picaflores con sus azules- nacarados,

verdes sedosos, llenos de energía y vuelo

llenan de colores y música,

la eterna música del verano.

No le habían rapiñado el sueño al hombre,

organizó la resistencia desde lo cotidiano,

del “ lamento “ negro, de los negros esclavos

a la pluma penacho del jefe Zapicán,

de emigrantes que se cayeron del barco,

de ida o vuelta o de regreso,

abatares de los días o de los años,

de los roces con el hambre y el trabajo,

crecieron, como nacen los jardines,

sus dígitos obreros, creciendo en los oficios,

obreros, del mundo proletario,

carpinteros, herreros, zapateros, panaderos,

soñando,con la lejana herida de otro tiempo,

de otra madre, otra lluvia, otra comida,

otro suelo natal, otras historias,

que es la historia del hombre repetida.

Los mismos éxodos,

los mismos muertos.

Quizás son diferentes,

el orden de la fila.

Es diferente el nombre o apellido.

Los mismos Castros de la injusticia,

la misma injusticia del otrora,

la que hablaba de paz y amor y tiempos nuevos.

Haríamos la guerra, la última batalla,

para que no hubiera más guerras en la tierra.

Cuentos raros y mentiras,

mentiras, mentires y mintiendo,

la historia del hombre es ese cuento,

yo te robo, tu me robas, toditos nos robamos,

y luego, lo de siempre.,

reorganizamos los momentos,

los otros, los que llegaron tarde a la cola,

pueden seguir remando,

de país en país, en el mar muerto.

Haremos el último recuento,

m abuela sigue colgando la ropa en el alambre,

la tortuga aprendió a nadar de espalda en su celdario,

Miguel sigue escribiendo poesía guerrillera,

mi abuela sin saberlo, sigue guardándole,

las armas al futuro,

mi abuelo recorre gallineros,

los inmigrantes siguen llegando

adonde creen que hay comida.

los amigos de “ Mi Lucha “

le siguen prendiendo fuego,

a los refugios,

no se puede decir, es propaganda,

políticamente incorrecto, no es diplomático

todos se aprestan para el zarpazo,

en Brasil, Argentina, Venezuela,

en la agraciada España de los cuervos negros.

Dios mire para otro lado, metieron la mano en la lata

no soy corrupto de los corruptores,

de los corruptores, corruptos de mi cofradía,

todas acercados a mi excenta incorrupción,

no soy corrupto ni responsable

de toda esa enorme corrupción.

En el péndulo éste de la muerte,

compré el mejor departamento de la city,

confortable, temperatura regulable,

termómetro digital de última generación,

balcones por los cuatros costados,

ascensores individuales, vista al mar,

horizontes movibles, nubes de plástico

según mi médico, me quedan tres meses de vida,

¡!! Qué bien lo paso ¡!!

Me salva el horizonte,

la forma sin forma de las nubes,

su discurso, su poema,

el eterno idioma de los astros.

Eso que está en las arcaicas escrituras,

“ salvar el alma “,

el niño que tiene hambre y roba

no es un ladrón,

al niño que le robaron su espacio y tiempo y roba,

no es un ladrón,

del niño violentado desde niño,

no esperes otra cosa que violencia,

mi abuela, la india,la mulata

criaba niños del asilo,

los llevaba a su rancho, los peinaba,

les lavaba los pies todos los dias,

les daba un beso en la frente,

y en los pocos monosílabos de un idioma escondido,

se le oía decir; - que les quería.

Tan abuela era esa india de amores repartidos,

no ansiaba un Nobel, ni un Oscar, ni el Balón de Oro,

ni el mejor pié derecho de un jugador izquierdo, ni una triste mediocre

mirada de reconocimiento,

su revolución era la vida, AMOR como herramienta,

el saber que cuando dejamos la montaña,

somos tiempo ido, pasado que se precipita.

Voy por la calle meditando,

me sentaría mal decir,

que sé todo los cuentos,

en qué momento, en qué locura

en qué aventura aquella de los años mozos,

donde hay rostros y nombres que lloran todavía,

en qué vuelta de esquina le ví que lo llevaban,

dos esbirros vestidos de civil,

“No dejen que me llevan compañeros,””

No supimos que hacer.

Golpeó la calle, olfateamos a muerte, a tortura.

Se vistió de mate verde, verde poncho, verde cuartel

la prensa al otro día.

Nosotros guardamos

El cadáver en el ropero,

recién hoy,

a muchos años bomba,

a muchos años luz

abriremos la puerta.

La sangre sigue corriendo.

Como que hay que decirlo con alegría.

En Iraq, en Syria, en Afganisthan, en Etiopía,

en el Africa ardiente, en el Africa fría.

Si llegamos a tiempo,

la Libertad es el único jardín

que se riega con sangre

Y se abona con vidas.

Mi abuela emigrará de nuevo,

buscará sus gatos y sus perros,

charlará condescendientes extraños monosílabos

con su cotorra verde, su eterna patita levantada,

su piquito dorado, filosofando, sobre la jaula

del mundo del futuro.

 

Héctor Díaz

Unas horas (Renovarse es vivir)

Querida sobrina, la poesía tiene el alma corroída por la noche, 

los huertos unen a la genteuna forma disimulada de vivir, 

no nos conocemos del todo, el hombre en todas partes 

lloramaldice, se ríe y piensacomo si la vida tuviera otro programa 

que el de la vida misma. 

Creo que ayer fuí a la playa, pensé que el río Santa Lucía me regalaba  

su estuario. 

Me vinieron ganas de decirle a Paco Ibañez que en Montevideo también  

lloran los niños al nacer, 

que la muerte existe en todos lados, y los viejosen su gran mayoría 

todavía disfrutan del perfume que despide la gramilla recién cortada, 

que entra por la ventana, y si ha llovido, el olor es tan fuerte 

que el verano entra con fuerzas por la puerta del recuerdo. 

En el barrio del huerto, lo vecinos pintan las paredes 

alguien diseña verduras gigantes que se trepan a las casas, 

mientras que los viejos ladrillos de los murosreviven 

en el jolgorio de la pintura y la nueva risacomo una nueva dentadura. 

  
Jugar como los niñosdonde el tiempo pierda la tiranía, 

una niña estudiante improvisa música clásica de guitarra. 

Los chocloslos zapalloslos boniatoslos tomates sonríen. 

La sinfónica viene una vez al mestoca para todos, 

esto es, no  en que pueblo de España, el agua hace a la gente igual, 

todos se sacan sus calzadosriegan el mañana,- en algo hay que creer 

dijo un asambleístaen uno de esos tantos días repetidos. 

 

Querida sobrinapienso en la playa,  

supongo que fue el primer día de verano, 

río con  María que se ríe cuando jugamos a las cartas, 

en el estuario sustituto que encontramosdonde ella pescaba, 

leo en la playa, el libro que te hablabadonde Dante clasifica 

en la lengua popular de su momento.   

Los pueblos van y vienen, 

la tercera generación ha mezclado su pelajesiriosasiriospalestinos, 

sudaneses y hasta algún mexicano, el agua democratiza los intentos. 

  
Brown dice en este libro que la superpoblación es el problema, 

lo converso conmigovaya uno a saber, 

todo está en el hilo de los tiemposnacermorir son accidentes 

el cielo está oriental cuasi celeste, el desfile va y viene por la playa 

en pocas horas se viven tantas cosas, el sol se desquita con la gente, 

un túnel largo, sin principio ni fin, bajo el suelo renacentista de Florencia, 

como la vida misma y esa infamia que se llama tiempo. 

 

Querida sobrinapienso cosas que ya no me animo a confensarle a los otros, 

elegí ser pobrete cuentosigo caminando por las ciudades 

por el lado de afuera de las casas, por el lado de adentro de los recuerdos, 

por el lado izquierdo de los sueñosallí dónde el subconsciente simplifica, 

la mano del hombre crea 

Rodó y su parábolaparábola de escuela 

Un niño eleva la copa de cristalgolpeando la misma con su vara de nardos. 

Música triunfal se eleva al vuelovence los ortos y los ocasos, 

la maestra, y el libro de Rodó en su mano, se eleva hacia los astros, 

el niñollena la copa de arena, se apagan los sonidos cristalinos. 

Renovarse es juegovestir la copa de primavera, 

el color de la flor, en pleno intento, se llena de pigmento la arena del trofeo, 

la muerte se reanima para seguir viviendo, 

Rodó, el niño, la flor y la parábola sonríen, 

Caminando, con un trofeo nuevoembelleciendo el día. 

  

  

Héctor Díaz 

2015 

Remembranzas de verano

Remembranzas de verano

El verano se extingue en su último mangangá

en la ventana semiabierta, último zumbido horada el aire,

el tiempo pierde su importancia,

ronronea el gato, ojos encendidos, agazapados  los instintos,

 busca, escucha el silencio de las cosas,

recuerdos que cabalgan en su nostalgia

 todo se vuelve un lejano gris,

gracia provinciana que se enfuma,

hilo de agua que se hace arroyo

en el lejano tiempo que se fue.

Crecer,  fue un parto doloroso,

al final..., caminos de regresos.

Alma y materia de salmón, cambiamos el color del cuero,

volvemos al origo de nuestros desencuentros,

final y comienzo, todo al mismo tiempo,

lejos, al sur del sur, las tierras siguen esperando

con sus higueras bajas, las tres Marías en el cielo

cuando la noche nos quiere dar sorpresas,

y senderos ausentes que invitan

a visitar las tumbas pobres  en cementerios orilleros.

 

Aquí vivió un poeta de otro tiempo,

pluma que versaba en los ocasos,

escribía, escribiendo en piedra dura,

la veleidad del viento en los tiempos.

Estasiábase con un buey coji-tranco ( la paciencia ),

terco, bizco y sordo el otro, ( la desgracia )

para llenar vacíos, complementando las carencias,

un ir y venir, en las huellas del zurco,

rumiando en lo vivido, en el tiempo perdido,

el que nos vamos gastando tranco a tranco,

para curar heridas mal habidas.

Esos amores, luces y colores pasajeros,

nos trajeron el eco eterno de la tierra,

un atrás, un adelante, atajos de los tiempos,

el miedo que enerva y paraliza.

La flor de la  ventana nos cuestiona,

coloquios de un verano que bosteza,

supo llorar el cielo en su consuelo,

acaudalando ríos con su agua

y al final, en los mares profundos se descarga

fotografiando los cielos de las tardes.

El poeta, quiere ser luna, noche, aljibe y pecesito

vivir la vida de las variadas formas,

ser gota de agua, lágrima,

pensamiento de novia enamorada,

juego de niño en su obsesivo empeño,

justiciero, que va enmendando entuertos,

la libertad que reaparece y enciende corazones,

el pueblo, siempre el pueblo, capaz de todas las hazañas.

El llamado de la montaña mágica,

 libre y sola, antes y después,

roja de misterios, adueñada del astro rey y de la luna,

siempre apareciendo en el espejo de la muchacha mora,

en sus mozarabes sueños de solariega empedernida,

la tierra roja,  bocas de las cuevas, garganta de la tierra

la voz de Tellus nos habla desde adentro,

desde el tiempo en que gobernaban los mares,

haciendo la geografía de la tierra,

tiempo álado y sin verguenzas,

cuando la nieve tan sólo era un penacho,

la señal de Cupido,

en tiempos venideros.

En el silencio cósmico solo juega el viento,

tiempos de dioses cabalgando camellos,

 vistiendo la ropa del desierto,

Melchor, Gaspar y Baltasar.

Inventaban el amor de aguas serenas,

los cipreses, las albaceas, las aguas del aljibe

 las naranjas agrias y los jardines del palacio de la Alhambra.

Vi Granada, lo atestigua un tronco centenario,

un viejo roble que se quedó esperando el tiempo nuevo,

apoyado en un muro de un tiempo viejo

para que alguien lo agregara al último cuento

de las “Mil y una Noches”.

Cierro los ojos para ver

el silencio del silencio,

amores inventados, como todos los amores

quereres que de alguna forma fueron

los espasmos del entonces,

rayo de luna que apresado queda

en las alas de un azul ruiseñor,

posado en la ventana de la sultana,

el código de la hormona que esclaviza

un beso prometido toma forma,

el río prometido se desgasta,

corre el agua buscando su objetivo,

la tierra roja, toda tiembla.

Soraya ríe y llora, sin oirnos.

 

Alhambra llorando,

mil gitanos llorando la noche,

mil guitarras acompañando el llanto,

mil estrellas redoblan distancias

mil amores enjuagan nostalgias.

 

Arco Iris de flores que juegan,

a vestir alberjas de un tiempo que fue,

el Almudábar escondiendo puertas,

paredes que lloran sus signos secretos,

las estalactitas colgando del techo,

maderos de cedro, traídos del Líbano

un poco a camello y otro poco a pié.

 

Héctor Díaz

2014

La máquina de coser, la metafísica de la existencia o apocalipsis‏

La máquina de coser, la metafísica de la existencia o apocalipsis‏

El subconsciente,
lloraba sus silencios,
regresábamos una vez más
de nuestras últimas muertes;
éramos los pobres de la tierra, 
los
piches,
los sin
patrias.
la materia prima,
los que no conocen el discurso,
los equivocados
los que todos los días,
como todas las noches,
teníamos las estrellas cambiadas,
éramos..., de izquierdas,
de derechas, del presente,
del pasado.
Los desheredados,
los que perdimos las batallas,
los presos, los torturados,
los torturadores,
los que sufríamos el hambre
mendigando.
Eramos, nuestra muerte anunciada.
la fotografía de nuestro cadaver,
la hoja inmoral de la noticia,
la tumba común que estaba preparada.

Fue el olor de tu piel y tu mirada,
que nos retenía en esta vida,
el milagro de tus intenciones,
nuestra desesperada necesidad de proyecciones,
tu abnegada continuidad,
tu frescura de río, de agua clara,
tu luz, la flor de loto,
tu mano repartiendo sandía abierta en el desierto,
tus noches de esperas y de sueños.

Hemos muerto tantas veces,
pasos directos hacia lo incierto,
hacia la noche, con o sin estrellas,
portando la llave del regreso,
tu voz fue la caricia,
tu voz el hilo tenue de energía,
río largo del encuentro,
la playa, devolviéndonos la vida,
la dignidad como preámbulo,
largo camino de la LIBERTAD,
que se ganó su premio, caminando.

Qué sería una avenida sin palabras.
sin la grafía hecha cartel, neón
aviso...., llamado de atención,
invocaciones al grito o al silencio,
un libro escrito en blanco,
la biblioteca sin catálogos,
la voz del orador que no se escucha,
vos y yo cruzando la avenida
con los semáforos apagados.
la frenada inquieta de los autos,
el desagradable olor a amianto,
la mirada furtiva de los ciegos,
la voz sorda de los que nos gritan,
y nosotros, ajenos, contemplando
una ciudad sin cielo, techos sin casas,
plazas sin niños,
que no tienen monumentos,
donde los peces sin bozal, 
mean en los rincones de los perros.
Y vos seguís cosiendo,
Arrimandohilocolorado,
apretando un pedal desenfrenado,
y me seguís contando el sueño:
- pájaros sin alas, arrastrando
el castigo de no creer en los ocasos,
de no guardar para mañana,
de bañarse donde el mar
no tiene agua.
 

Y me preguntás por la querencia,
aquel planeta, que un día habitamos,
por los caminos cortos y los caminos largos,
por las palmeras, que emigraron todas
cuando la bomba de napal y uranio
hizo saltar de golpe el mercurio
de todos los controles y aparatos.
El tacataca de la máquina,
la cortina con un nuevo diseño,
las luces malas de la alfombra,
la araña del techo, tantendo, desconfiada,
sabe del radón, que decora la casa,
los caracoles ya no van a las plantas,
los ríos buscan desesperados sus aguas.
De las selvas, hay solo fotografías quemadas
y de lo que nos va quedando,
un cemento que se multiplicó de a rato
por toda la superficie plana
convertida en gran zona de estacionamiento.
Quedaban recuerdos,
vaga memoria confundida,
si había habido beduínos,
si quedaban indios en las pampas,
si los tigres eran gatos inflados,
si los helechos habían existido,
y si quedaba del llamado hombre,
algún triste esqueleto.
Mientras ronroneabas la máquina,
hablabas de la cueva, del comienzo
del miedo a todo, cuando el miedo no existía,
cuando no existía la existencia,
realizarse una abstración sin realizantes,
y tu abuela corriendo la roca de la puerta,
nos preguntaba:- ¿Qué comemos mañana?

Héctor Díaz, desde la galaxia 0 321
años galáticos, después que la estrella-sol
se nos muriera.

 


 

 

La poesía de nuestras vidas

La poesía de nuestras vidas

Quisiera escribir los versos más bonitos este día,

que aún espero tus pasos en la calle,

que mi indiferencia no era más que un mal pretexto

que mis manos temblaban para adentro,

que el solo mirarte, confundían los silencios,

que se extasiaban, con tu gracia y contenido,

los amaneceres, las puestas del sol y el ámbito terreno.

 

Un pasado que se vive tan intenso,

memoria confundida con el tiempo,

te sigo yendo a buscar, hasta en los sueños,

cuando eras esa alegría, ingenua de la vida,

donde la luna confundida entre los álamos

jugaba a la escondida con las nubes,

en las calles lejanas y cercanas,

de eso que fuimos construyendo..., la poesía....

 

Héctor Díaz

2013-04-21

 

8 de abril 2013

8 de abril 2013

Las borras del café  ya lo insinúan,

hurgamos en la matriz de las derrotas,

se rompen geografías y los héroes de la pantalla

son caminos repetidos y sin  regresos,

refugiados en las geología de la descendencia,

buscamos la noche aquella,

en que descubriendo el fuego

un beso de amor,  juntó  la sangre,

tejiendo el fino hilo,

en las cosmogonías de los sentidos,

sin que nosotros intuyéramos el enigma.

 

De estrella en estrella, estrellizamos,

fuimos los tatuajes de las piedras,

las afeitadas llanuras del Mar de los Silencios

donde los ríos secos nos dejan su memoria,

ceremonias de antiguos dioses, danzando en el olvido,

ninfas y faunos, aún trabajan

para que la luz, se haga pensamiento.

 

Alguna vez vinieron las palabras,

se cocieron los idiomas con los siglos,

nació la consciencia de los hechos,

el hombre nuevo se hizo viejo

y antes de descubrir como entendernos,

transformamos el miedo irracional

en muchas guerras.

 

En eso estamos todavía.

Son pocos siglos, de eso que se llama tiempo,

renegamos y peleamos con los dioses,

con los mitos que cada uno lleva adentro.

Nos cuesta mucho ser los otros,

las otras voces que a meditar invitan.

 

Después vino la historia,

la memoria de los besos,

el ósculo que quiebra los silencios.

La tierra roturada, que espera la semilla

los entuertos de la poesía,

letra desprolija, amparando a mi enemigo,

si lo tengo.

 

Tu existencia me preocupa

es la memoria triste o alegre de tus sueños,

tus refugios de sótanos inconfesos,

ahí donde los libros se esforzaban

por construir un mundo nuevo.

 

Ignorábamos que fuera del guión

estaba el hombre de carne y hueso,

hombre despojado de sus sueños,

noches sin pan, techos oxidados

barrios de cartón y de pobreza,

donde dios es un pretexto,

y el mañana, una incógnita del cielo.

 

De todas formas, desafiamos,

éramos jóvenes, la muerte no existía

el presente era un pasado de injusticias,

redentores de una humanidad,

que se sigue buscando, todavía.

 

Los espectros siguen escondidos,

ancestrales amigos de la memoria,

conocen casi todos los cuentos,

la narración de las dos lunas..., en el espejo,

la que entraba de noche, disfrazada de sueño,

y otra aventurera, amiga de los gatos y los perros,

escondiendo la tenue sombra del estaño,

en lagunas, aljibes, o el mar abierto,

fabricando  los poetas y los celos,

atando las pasiones y los momentos,

noche y día, muerte y nacimiento.

 

Argencio golpea en la ventana,

viene con la luz de Belén, el pan de los hebreos,

la luz de Prometeo y su castigo,

las chispas del cometa Haley

que nos trajo a Samuel,

y se llevo a Héctor Díaz,

de este planeta sur, a alguna parte norte,

donde el bosque de abetos, conversa con el cielo.

 

Héctor Díaz

Abril del 2013

 

De tu escarbadiente un gajo:

De tu escarbadiente un gajo:

Querido Luis, el tiempo se va gastando, y por ahí se termina,
calles largas, calles cortas, recovecos de la vida
no manejamos el tiempo, que nos gana la partida
ni dirigimos la vida, que se va abriendo camino.
 
Aramos sin preguntarnos donde poner la semilla,
transportada por los pájaros, por toda la geografía,
desparrama las ideas de la sublime utopía,
que otra vida es bien posible, y es posible la anarquía.
 
Yo no conozco de otroras y tiempos de devenir,
otra forma de entender, la vida plena y posible
de amores que nos cobijen en libertarias razones
donde el hombre es un comienzo, y por supuesto un fin.
 
Algún día ya vendrá, y viniendo cada día
si vemos correr un niño, en busca de nueva vida,
la libertad no se agota, si guardamos escondido
la esperanza que es posible, comenzar un juego nuevo.
 
Calles largas, calles cortas, pedruscos en el camino,
todo es seguir caminando, por las huellas escondidas
que muchos fueron sembrando, antes de nuestra llegada,
después de nuestra partida....

Héctor Díaz

13/12-2012

Como despedida

Como despedida

       

                           I

 

Hermano, me quedé pensando

en la hoja amarilla del ayer,

buscando en el pellejo de una geografía,

la polilla que mordió el comienzo,

alguien enterrando la llave en el jardín,

entreabriendo la puerta, dejó en su despedida,

una bohemia quieta,  palabras casi al viento,

la luz prendida del cuarto,

una noche más o menos sin vivir,

la vieja foto de Gardel, en el estante,

una chaqueta escondida en el ropero,

la gastada bombilla compartida,

el olor a humedad de los inviernos,

el tintero y la pluma, el amor por lo antiguo

un gato negro, simulando un cenicero,

la biblioteca reflejada en el espejo,

susurros de una poesía que se niega a morir.

 

                           II

 

Las lágrimas sin recorrido fijo,

contemplan la  ventana  (de la niña de Vallecas),

 que ven pasar la vida.

Llovizna insulsa, que nos moja por dentro,

nostalgias de un tiempo, sin tiempo,

largo suspenso, en yo no sé qué abril.

Las cosas tienen alma,

mimetismo de trastos viejos,

esencias trascendentales,

cosmogonías de los recuerdos,

compases, de un ritmo ciego,

bailarín que entra en los espejos.

Estamos de paso, compañero,

la pluma, la palabra y los versos,

empujando a los sueños,

como herramientas,

hasta quemarnos, por afuera y por adentro.

Adoquines  en la protesta,

agujas del reloj, llenas de polvo,

la hora veinticinco de los cuentos,

un pedrusco con otro, son caminos,

rejas oxidadas, arabescos de un portón colonial,

la novia del balcón,  con sus esperas,

el piano y el soneto

las once sílabas, del endecasílabo de un verso.

 

                           III

 

Ladrillos carcomidos por el musgo nostálgico del tiempo,

graffittis  en las maderas, postigos, tapa agujeros,

un almacén cualquiera, Barrio Sur,

libros que van y vienen, fueron y vinieron,

palabras amontonadas, generosas,

creciendo, en los bancos de los parques,

en las cortezas quebradas de los árboles,

en las noches con lunas y con sueños,

en la  diestra expuesta de un viaje alcohólico,

donde dios, no es más que un mal pretexto,

para juntar el fin y los comienzos.

Juntar, los días, los meses, los quinqueños, la vida

volver a comenzar, a lo Sisífo

el polvo inicial y los silencios, el barro largo de los siglos

el agua de los ríos que nos trae el origo,

creando ese tango a rajatabla

la luna Cuneo, hace amacar tu tenue sombra

el césped tranquilo del amor al acecho,

mirando el cielo, contamos las estrellas sigilosas,

inhalando el libre oxígeno de los pueblos,

alma de la ciudad, cantando su pena,

penetra en el jardín de cada uno,

sufre el zumo, dando el sudor color granito,

y después, el milagro de lo nuevo.

 

 Héctor Díaz

9 de julio del 2012

hectordiaz​2000@hotmai​l.com

 

Confusiones de viaje

Confusiones de viaje

Hace días, que quería contarles algo;

- no sabía bien ¡qué!

un viaje al revés, una película hecha de ocasos

donde el horizonte se duerme, en una línea roja

desvergonzada, prohíbida, inalcansable

atravesada por una gastada gaviota,

controlante austera, de las olas perennes,

chocando en  el silencio de la costa.

Trozos de fotografías descoloridas,

metamorfoseados recuerdos,

resto de la energía de una intención,

diluida en la idea de un tiempo,

que pudo haber comprendido, tus silencios.

 

En esa triste regresiva narración de un viaje

dormitan  los antiguos murmullos  del pasado,

lo que nos ata a la tierra y a la vida,

de lo que pudo haber sido y yá es olvido.

Manojos de sensaciones y miradas,

calles de nombres sin olvidos,

olvidos sin calles, de dígitos anónimos

plazas regadas de besos y suspiros,

verano todavía, el amor no espera,

sueño que no descansa y en la mira

de una furtiva luna de extramuros,

una ciudad sigue pegada al río.

Insólita belleza que me atrapa,

mar troglodita, jugando con ausencias,

convertido en poeta enamorado,

escribe los versos mas sublimes,

de voces indias y huellas del pasado,

ceibales discurriendos sus momentos,

temas de la nación y sus origenes

bajo un  límpido celeste abovedado.

Esos que nosotros fuimos,

durmiendo el sueño quieto de los puentes,

inocencia primera, el primer llanto,

 olvidando el silencio de haber sido,

un proyecto de tierra, totora y barro.

Algunas vez, fuímos los pobres de la tierra,

la viviente materia prima del marxismo,

los leprosos del hijo del dios de los cristianos,

los hijos del pueblo de algunos-istas,

los desheredados de la historia,

negros, mulatos, zambos y entonados

que en nuestra propia tierra, estamos de prestado.

 

La ignorancia crasa del “progreso”,

el capital acorralando al río

dios se apiade de los que van al templo,

al banco, donde crecen honorarios,

al palacio a generar palabras, honores y medallas

asientos purpuréanos, padres de la patria

artífices de acuerdos, guardianes sepulcrales

del contrato social de los Estados.

 

El crimen se adueña de la calle, una noche de cuchillos largos,

los pobres viven al borde del estado,

de la global globalización, de los atajos

a la violencia de los uniformes, la violencia de los desheredados,

yo duermo debajo del puente, entre auto y auto,

pasa un turista despistado, un recurso más en la estadística,

tengo una chancleta color rosa y el pié izquierdo descalzo,

no sé quién fue mi madre y mi padre, un esperma adulterado,

rasco en el fondo del tarro, la voz de la justicia,

si no existieran dioses, habría que inventarlos.

Me acuerdo de Juanita, me ayudó con mis miserias,

un día me hizo hombre, otro día se fue con un saludo

y le quedé mirando un rato largo, se hizo horizonte

y no se porqué, un lagrimón vino sudando.

Un libro vino y se hizo almohada,

hablaba de la utopía, el hombre nuevo, un pié descalzo

de la desesperada lucha contra un ZAR, un Cheik, un REY

contra un dios, de un nihilista tira-bomba, de la política de Aristóteles

de Maquiavelo, que lo único posible es la lucha,

contra la lluvia, el frío, la ventana rota,

que la sopa boba de los pobres, también es un negocio.

Dios nos libre de los profetas y nos libre de dios,

en este loquero del ISMO, liberal-comunismo-socialismo

que alguien nos libere de los bancos, de la mafia capitalista

de los dueños del fútbol, de la marca de marca

y del absurdo negocio de pantalones rotos.

La ciudad despierta, como en el tango

se despereza con un aliento de café,

de tenedor libre, en la lustrosa baranda del hotel,

los chirimicas y sus carros venidos de la pobreza    

atacan sin consideración las latas de basura,

pelean por la sobras del naufragio,

no esperan, ni piden permiso a nadie,

no tienen respeto por el orden, la ley o la dignidad burgesa,

mastico mi última empanada,

miro con recelo, desprecio mi mirada,

me siento ese niño mendigando,

se agría el día y el subsiguiente,

sola la voz desconocida de Machado

me salva los sentidos:

“Caminantes no hay caminos, se hace camino al andar”.

 

Héctor Díaz

 Hectordiaz2000@hotmail.com

A solas

A solas

En el híbrido, invierno de mis días,

invernaban mis sueños alocados,

nada di, ni dejé ni fue pedido,

hasta el final, inercias sin sentidos,

esa energía conseguida a plazo,

para un mundo que subyace, en sus bostezos.

Hacía el espacio huye mi delirio,

a consultar el estallido en su origen,

acelerada, expansiva, se dilata

en las galaxias ralas y sin sentido,

palabras labrando su propio, camposanto,

diccionario para  locos, sin sentido.

 

La distancia, es tan solo un accidente

el abajo y arriba, es campo incierto,

no existe el norte, el sur, ni los caminos

estrellas solas, soles escondidos,

agujeros negros y mares de aerolitos.

La galaxia interior que me acompaña

tiene su medioevo, su pasado,

la eterna discusión sobre las cosas,

-¿quién derrota al oro y sus pecados?

Saturno cuestionando a Salomón,

o Sancho ironizando a su señor,

el tiempo va haciendo y deshaciendo

la bufanda que Penélope nos teje.

En la longeva soledad que me acompaña

me escapo hacia el planeta de los solos,

aplanizo, en rocas milenarias

ahí tan solo, me espera el Principito,

juntamos arena con la lengua,

somos turistas en nuestros propios corazones,

no hay referencias de tiempo,  

ni sonaran las cuerdas de la mejor guitarra.

Mi onírico bostezo que niega a desflorar,

como el artista que se quedo sin público,

en la inmensidad de un cosmo incierto

como  un discurso, para salas vacías.

 

Somos el mundo que llevamos adentro,

en donde estemos, vamos, o nos toque llegar,

haremos de las rocas, nuestro mejor amigo

y aunque no exista el agua, las haremos al llorar.

 

Héctor Díaz

hectordiaz2000@hotmail.com

 

2011-10-13

Sencillamente, amor...

Sencillamente, amor...

En tiempos en que el capitalismo salvaje se debate entre la vida y la muerte, tocado profundamente por las protestas masivas de los indignados de toda América – inclusive USA -, Europa y África; en donde la reacción del Poder económico, político y militar del neoliberalismo asesino no se hace esperar, reprimiendo masivamente a los que levantan su voz de protesta, asoma como una bella rosa en medio de un bostal, la pluma de Héctor Díaz, poeta de alma anarca y solidaria, para recordarnos que, a pesar de todo, nuestros sentimientos de ternura aún existen, y perduraran siempre. O como él mismo lo expresa tan bien:

En un mundo tan áspero, imprevisto y con espíritu de cataclismo, de auto-flagelo y "necesidad" de sangre, aventuro unas tímidas palabras, sobre uno de los aspectos de los humanos que siempre vale la pena vivirlo: el amor. Sencillamente, el amor.”

Guillermo Ortiz-Venegas ®

 


  Amor

De todas formas,  escapabas del espejo

vértices voraces y suspiros

ibas y volvías, curvas sigilosas

felina, se agrandaba tu hazaña,

y, esa

desnudez exigía,.... meditativa contemplación.

 

Caballo blanco, galopa, galopa, galopando,

sueños presos de mi yo,

contravertidos,... por soñar fugas imposibles,

soñar sueños, en un mundo

llenos de cadenas, rejas y policías.

 

Me hablabas de tus pies pequeños, tus zapatos,

búsqueda entre la línea y curva sugestiva,

dios no es más que eso,

tus dedos, llenos de uñas color sexo,

un alarido huyendo del presente,

la existencia sin tiempos,

búsqueda de romper los paralelos,

hacer que....,  se cruzasen en un punto,

tu amor, el alarido y la ausencia del tiempo.

 

Te amé, mientras lo permitió mi subconsciente

te amé de a ratos, y a veces todo el tiempo,

tu negra cabellera, se escapaba libertaria,

jugando entrelazarse con mis dedos.

 

Grande tu natura,

buscabas la amistad y adivinamos,

que el SER del otro  es lo que más importa,

por eso hablaba, de tu peinado

mientras contemplabamos la lluvia,

volaban las palomas de la plaza,

hacia sus sucios balcones oxidados,

el café se enfriaba, en esa taza blanca

mientras contemplabamos el FUTURO,

de las pequeñas cosas.

 

Después lo de siempre, el humo pesado del cigarro,

los muchos recuerdos que se agolpan

y... de los tantos silencios, elijo el de los cautos,

de ese que no sabe lo que quiere.

Pienso en tí, y me pregunto, ¿si es posible el regreso?

con su barrio latino y sus pintores,

en esa eterna barricada, utopía de otro tiempo,

y las interrogantes, ¿si la muerte es otro sueño?,

- ¿si el amor es lo único posible?

- ¿si se puede vivir sin el conflicto?,

- ¿si la felicidad radica en eso?

 

Tus manos juegan con la servilleta,

una paloma blanca escapa de tus dedos,

nunca se sabe, si es de ida o de regreso,

tan solo tu voz no tiene vuelta,

queda vibrando entre mis nervios,

me llevas por la cueva de los ciegos

buscando la luz de la salida,

que nos aproximará,... a mares nuevos.

 

Héctor Díaz

hectordiaz2000@hotmail.com

 

2011-09-27

Carta para destinatarios universales

Carta para destinatarios universales

(Querido Miguel…)

Todo es más de lo que uno puede,

y puede uno lo que la memoria exige,

y exige el tambor, MIENTRAS SUENAN LOS TIMBALES,

Y EN LA NOCHES SOLAS, de los solos del mundo

rompemos el rompecabezas y lo recomponemos muchas veces,

se nos gastan las hojas, las letras de molde y el tiempo perdido

y la nieve, nos trabaja la nostalgia

y recordamos nuestros miedos iniciales,

los primeros ingobernables pasos,

de aquellas baldosas flojas,

que nos salpicaban, con el brillo de un mundo mejor,

de vivir de otra manera,

de relacionar el sexo y la LIBERTAD,

de matar el MESIAS,

porque el abstracto sustantivo PUEBLO

vive con el viento, viene desde el tiempo,

va más allá de los líderes temporales,

y decidimos ser herejes,

romper la ortodoxia de los libros "sagrados",

y con la timidez, de los que van a ser "desaprobados"

escribiremos en los muros de nuestro anonimato,

el viejo confesionario de los "locos",

la vida está hecha de entregas, 

sacrificios anónimos, abnegados,

gota a gota, de sonrisas perdidas

gota a gota, de noches compartidas

esperando que ellos vinieran a buscarnos,

con su inquisición,

su medioevo guerrero,

sus botas bañadas en sangre,

donde se escondía y se esconde

"la patria, la propiedad y la familia",

la prepotencia de los ricos,

con sus metamorfosis y sus cambios,

con su prensa conservadora, vende patria,

sus asociaciones de comerciantes y banqueros,

sus PG2 y sus masones, su capital hebreo-americano,

sus Opus Dei, sus triples alianzas,

sus invasiones militares,

sus bolsas recalentadas, por los robos,

de expropiar sus propios bancos,

haciéndose pagar por los de abajo.

Vamos a homologar a los aedos,

esos eternos caminantes,

con sus manos llenas de caricias

y sus miradas hacia las cumbres altas,

"nosotros que ya nos sabemos todos los cuentos"

romperemos el confesionario,

- hay que matar al rico, al presidente, al sub-presidente,

al banquero, al bancario, al cómplice

al comerciante dueño del supermercado,

que abrió puertas, "con los haberes de la solidaridad"

al que instala su prepotencia con evasión de fondos,

de bancos con "economía recalentada",

todo lo que ya sabemos,

químicamente "puro" no hay nada,

los milicos, son los mismos de siempre,

y cuando los políticos los precisen,

los llamarán de nuevo.

Y las voces de la sangre del verso bíblico,

el abnegado "sacrificio" "del cordero",

es la línea constante y fraticida,

que acompaña a los hombres, desde el origen de los tiempos.

 

La única flor que se alimenta de sangre, es la flor de la revolución,

desde ahí se levantan, los asesinados, los torturados, los muertos,

los sin nombres, los eternos olvidados del esfuerzo,

Pedro Rojas y la cuchara de albañil,

linda palabra, los albañiles que construyen las ciudades,

los carpinteros que arman la silla,

ahí donde se sientan los que aman,

los agricultores, que cultivan las flores,

que ayudan a vestir la casa,

Martín andando en bicicleta,

un "CORRE VE Y DILE" de los que luchan por la causa,

Idilio, con su otro yo "gauchito", desafiando

el malón uniformado,

la vieja Julia comiendo papelitos,

doña María, escondiendo tres fierros desarmados,

un ex marinero de la naval escuela,

con sus ganas de ser, de ser pueblo

y gesto libertario, en una larga noche de Tacoma barco,

en fin, un pueblo de rehén, por esa entente

por esa tripartita, del capital, la iglesia y el estado.

Ahora que no es táctico, ni estratégico,

que es de mal gusto decir lo que ha pasado,

que la historia es disciplina del pasado,

que mirar para delante es "progresismo",

"orientalidad" "de los festejos",

desfile militar, ministros de "primera",

un poncho verde, disimulado

entrando en las entretelas,

de un "contrato social" rousseauniano.

 

El anarquista Artigas, seguirá exiliado

con su escuadrón indígena, sambo, mulato

seguirá galopeando por la historia,

de unos campos ariscos y hombres bien montados.

 

 

Héctor Díaz

28/07/11

 

hectordiaz2000@hotmail.com

 

 

Veinte amores derrotados y unos versos sin terminar

Veinte amores derrotados y unos versos sin terminar

Se trata de buenos momentos

de escribir y sentir el carraspeo del papel,

de escribir para no estar solo,

de envidiar la calle, con sus postigos rotos

los balcones viejos, llenos de sueños nuevos

y los sueños viejos, llenos de esperas.

 

Le escribo a cualquiera,

al que ponga la oreja, el ojo, el índice, el sentido

a la carcajada del disfrute, la lágrima de la nostalgia,

al pescador que nunca conocí, y me ganó el alma

sobre el muelle aquel de Baires, procurando pescar el tango

que escapa del fondo del río, hecho de luna y barro.

 

Amor número inconfeso,

 viajar desde la lluvia a la neblina,

insólita tristeza,

cuando las gotas de agua bajan por la espada de los monumentos,

los guerreros se preparan, en corceles de bronce

a bañar en rojo, el mármol blanco de la muerte.

En esta plaza estuve antes

retazos de otros seres, al que se les rajaba la cara de humedad,

pensando en un mundo sin regresos,

cementerios de palabras, palabras perdidas, palabras que pudieron ser, diccionario

anónimo de los desheredados.

un boliche a la vuelta de la esquina, copas compartidas

hablaban del amor universal,

intento de un mundo sin muertes y atropellos.

Noche, onírica fantasía de los ebrios,

mitos de  la ciudad, con sus colores, sus olores, sus miedos

que clausuraron las palabras

y el pincel verde que hizo crecer los uniformes

donde se guarecen los batracios del pantano,

 

Tu nombre confundido en los perfumes,

juntabas sueños, contabas pececitos dorados en la fuente,

eras las palabras buenas de los otros,

escribías a pulso en el aire, o en la tierra,

con un carbón, un cincel, una mirada

la palabra aquella que te trajo el mar,

arrastrada por la quilla de algún barco,

o en el ala larga de una gaviota,

cuando el verano hace la aventura eterna,

de salpicar la costa repetida, renovando  los sueños,

de aquella juventud, expresada en candentes búsquedas,

desafiando al miedo y la tristeza,

ofreciendo a la noche, amor, amor de luna

camino que conocieron tus nostalgias.

en esas mil formas de dar y hacer la letra.

El papel se esconde, la tinta se hace borrón

suena un bandoneón su barullo de noche,

de bulín cerrado, un gato se asocia en el paisaje

el boliche llora sus viejas ausencias,

el alma de una ciudad se esconde en una música,

gime el diapasón, su desafío al cielo,

el trigal susurra algún secreto

y la palabra LIBERTAD sigue insistiendo.

              

 

Héctor Díaz

13 de Junio del 2011

 

hectordiaz2000@hotmail.com

 

Tango de luna (Epitalamio; poema compuesto en celebración de una boda)

Tango de luna  (Epitalamio; poema compuesto en celebración de una boda)

Hoy la luna se comió el cielo,

peligrosa la memoria, nos salió al paso

se cayó por el agujero de un rascacielo

en este Estocolmo del mes de abril.

Un polisón de nardos,

la vida quieta de la laguna,

que se tragó el croar de la rana,

dejando dormir en su lecho,

la magnanimidad de lo plateado.

Inexplicable necesidad de la belleza,

de los sencillos epitalamios del vivir,

en este mes de nueva primavera

que nos ofrece algo de su mejor silencio,

dejando su argentiada firma

en una esquina de remolino y hojas secas.

 

Se nos casó la luna con el recuerdo,

en su otra cara de Judas,

guarda la música de sus secretos,

en su nostálgico patio trasero,

cultiva las flores olvidadas,

las  penas de otros cielos,

las otras lunas de mundos extraviados,

en ese sur convalesciente,

que nos tiene atrapados.

 

Entonces, para esquivar  las angustias,

para hacerte un lugar en la parada,

te soñé pegada a los zapatos de la gente  

en busca de la calle y de las novias

gastándote en firuletes disfrazados,

asaltando ventanas y tejados

vestida de  candombe o de milonga,

de tango, de arrabal orillero y de comienzos,

donde la pampa, de atrevida,

se transformaba en mar abierto.

 

En tus noche urbanas,

vestías el canto del tranvía,

vía extendida, caminos y regresos

generosa en todo el hemisferio,

fantasiabas de estaño, en el techo

de la siempre viva Estación de la Esperanza.

Sos como la voz del tambor, llegás al cielo

buena, como el agua mansa del arroyo

coqueteás con el charol de los zapatos

te escondés en el mango de plata

del bastón de algún viejo,

te das abierta en la ventana enrejada, de los presos

competís con la paloma blanca de Picasso,

en otorgarle sueños alados a los momentos.

 

Un día de amoríos te cubriste de ausencias

no sé en que parque de que ciudad, ni que pasado,

era un tiempo sin tiempo, un final sin comienzo

donde las palmeras altas, bajas, flacas, anchas,

estaban escondidas, con verguenza

en esas desoladas avenidas llenas de mansiones

con rejas y techos de la negra pizarra.

Hubo que empezar de nuevo

darle lugar a la  voz de los silencios,

organizar de nuevo los idiomas ,

respetar el incipiente balbuceo,

aprender a observarte a la distancia,

desde esta otra inexplicable galaxia de los tiempos,

 donde quedan las estrellas titilantes,

las noches de galope en el caballo de la nostalgia

donde a lomo de recordar, me encontré con la luna y la palabra.

 

 

Héctor Díaz

26.04.11

 

hectordiaz2000@hotmail.com

 

La Galaxia de Anthon

La Galaxia de Anthon

Habla el corazón, voz de no sé dónde

oscuros latidos, dilatados silencios

el ojo, ojo de la tierra, lagrimea,

sucumbirá la galaxia de mi nieto?...

 

Repite el hombre con la guerra,

escondido sentimiento apocalíptico de la historia,

una vez más, nos perseguimos;

¿ aprenderemos a querernos ?....

 

Miedo de no sentir el instrumento,

viajando las cuerdas al universo,

diapasón  de los sonidos y los arpegios

viejo eco, repiqueteando en la galaxia de mi nieto.

 

En las travesuras de la Vía Láctea,

viajamos al país de los apremios,

al de la soledad, con un Viernes de asistente,

nos perderemos en la cueva de los hombres.

 

Con un solo ojo y en la frente,

grabando letras raras en las rocas

inventando el vidrio, domando el fuego,

jugando con la mitología de los dioses olvidados

desafiamos el canto de la sirenas,

atando el sentido al mástil enhiesto

que rascaba la galaxia de las estrellas en la isla de Capri.

 

No aprendimos a ver del todo,

incapaces de ir más allá de nuestros epitelios,

olvidamos nuestros primeros pasos,

donde lo mío y lo tuyo, no existían.

 

De salto en salto,

de estrella en estrella,

de nieto en nieto

de sueño en sueño,

donde se acunan lo mejores momentos;

un día de olor a tomillo,

el mujido llamado de la vaca,

acordes cencerriales que cuelgan de su cuello

el cavilar tranquilo de algún perro,

repitiendo el eterno sueño de un ladrido,

contabilazando los anhelos,

supimos del vuelo arisco de los teros,

el grito, como defensa de los miedos,

la sonrisa defendiendo los recuerdos,

la mano extendida, para negar adioses,

la mirada, que te lee por dentro,

porque no somos del todo nosotros,

si alguién no comparte los intentos. 

 

La palabra como puente,

los oídos bien despiertos,

añorando otro viaje,

la terapia de un subconsciente traicionado,

planeta azul, que perdió la cuenta de sus vueltas,

divaga, en la taberna de los muchos olvidados,

espera que el invierno se vista de verano

hombres sin violencias, flores, animales,

novias con sus besos y sus abrazos,

ríos de cristalinas aguas,

apagando las ansias de la guerra.

 

En esta galaxia epistemológica,

la que se ahoga en fundamentos,

saturada de métodos del conocimiento,

que extermina los tigres, los pájaros y el tiempo,

acelerando la destrucción de  lo creado

en un apocalíptico sunami energético,

sin espacio para el mañana y el regreso.

 

 

Hombres enfermos de poder, hombres descalzos,

ocaso de los dioses, noches sin sueños,

ausencia del viaje, hacia nosotros mismos,

tristeza mineral, en el más azul de los planetas,

caminos destruidos por nuestros propios pasos.

 

Del otro lado...

en la otra orilla de la sal, con sus diamantes

están mi nieto y el nieto de mi nieto

y todos los nietos del planeta;

quieren conocer los espejos tensos de la luna,

todo esa plata, lejana, allá en el cielo,

su quietud, su silencio, su lugar, su tiempo.

 

Galaxia Sur y geografías,

libros viejos, hojas amarillas

imperfecta la polilla, con su idioma morse

recreando alfabetos viejos.

Un polvo rojo es la amenaza,

tarde ardiente,

el día sin aire, sin prisa,

dormía en las alas de los pájaros,

con sus picos abiertos, añorando el agua.

Una nube amarilla derrotaba el último suspiro,

todo era confusamente atómico, radioactivo,

la galaxia del recuerdo, del otro tiempo,

incalculablemente lejos,

como la curiosidad de los que fueron

en ese cementerio de silencios.

 

Pero del todo no están muertos,

cuando recojo lo que fue de su alfabeto,

sus pedacitos de sufrimientos negros,

el color castigado, describiendos ausencias,

el pedacito chiquito y metafísico

de la larga lista del solar del sufrimiento,

esas voces lejanas de la experiencia,

que nos hacen sentirnos un solo pueblo.

 

En ese caminito al Sur,

se van mezclando, no solo el zurco y la semilla,

la reja, el terrón, la pampa, el cielo,

sino las ganas de ser de muchos suelos,

tocar la mano árida del desierto,

perdernos en la estepa larga de los abedules,

cruzar los eucaliptus y los ombúes,

abrazarnos con cada uno de los seres

 humanos de la tierra.

Tenemos mucho miedo,

se trata de seguir creciendo,

camino largo hacia el Norte-Sur,

tan lleno de sal y primavera,

tan lleno de gente y mar abierto

y se sabe y está en la memoria inmaculada de mi nieto

que el antes, el ahora, se nos pueden resbalar

de nuestro tiempo.

 

Héctor Díaz

hectordiaz2000@hotmail.com

 

Amor, juego, poesía (de tumbo en tumbo)

Amor, juego, poesía (de tumbo en tumbo)

Si la magia de la prosa desbordase,

se rompería en cuandrantes mi poesía,

tendríamos canteros simétricos, igualitos

prosapopéyicos de la fruta y la verdura

de un supuesto arte fingido del jardín

¿poesía en fin? poesía, sudando

de tanta ritma medida,

desconfío y viceversa

que el agua, la lluvia, el viento

 seguirían creando versos, aunque nadie los escriba.

 

Nostalgia de los nostálgicos, la nostalgia compartida,

literatura, eslabón entre la flor y la vida

un inolvidable amor, un beso de despedida,

una mano que señala  tu silueta dominguera,

un espejo que no miente  tus heridas pasajeras,

los airosos deseos tan fingidos y tus segundos remingos,

bruto alado, cabalgando en cielo abierto

forma de nube, cuadrúpedo alzado,

casco que se hunde en la herida de la espera,

rapto, siempre un juego de vuelos consentidos.

 

Crecer, crecer es vivir perfumes nuevos,

vivir es un misterio, cajita de Pandora

donde se sueltan las ansias, que siempre tienen precio.

 Liberar la poesía ¡Qué premisa¡

espíritu de parra, mesa bien servida,

niños de pies descalzos, niños volando

fantasía del juego, instinto airado

juntemos toda la fuerza del futuro,

juguemos a la libertad, al arte

estamos a tiempo, nunca es tarde.

Por las ventanas siguen entrando mariposas,

vienen del barrio de los colores,

revolotean en la cabeza de los hombres,

son las ideas  con sus generaciones de fracasos

aprendiendo un nuevo vuelo, dejar los pies de barro,

que el río de aguas claras nos devuelva el alma.

 

Un hado aedo hace sonar un tango,

SUR, para que sepan los muchachos,

la métrica de tumbo y sin rumbo,

dice  cosas de ningún sentido,

de versos que nunca dijo, los que nunca borroneó

los que naufragan al viento  o se quedaron escritos

en la emulsión borrosa de una ventana muy fría.

Por lo tanto no pregunten,

sobre moral, ni cariño, de ser o de haber sido,

de tener o no tener, de largos o cortos caminos,

de mañanas con cantares, de voces rojas de vino,

con su granito protesta, como gritando al silencio,

haciendo la resistencia, al capital y al olvido.

Pasar por todo una vez, pasar ligero, ligero

ser mano en el viento abierto, remo ancho y timonel,

acercándonos al puerto, o quedarse en el pantano,

donde se hunden tus pies, donde se ensucian tus manos.

 

Me engancho en la vela blanca,

del lanchón de las derrotas, los que siempre están dispuestos,

de grito en grito, alarido, a caer en la batalla,

levantando la incolora, bandera de la derrota,

de los pobres que no tienen más que las horas contadas,

anónimos sufrimiemtos, sin historias y monumentos,

solo gritos y gemidos, que llenan los cementerios.

Tristes balas de rebeldes, edificando poesía,

entre ardores  libertarios, y sonidos de utopías,

entre sonidos cuzados de tambor y batería,

donde se escribió la historia, de tu única sonrisa.

No se trata del poder, se trata de democracia,

bien abiertas las ventanas, vientos del pueblo queridos,

cabalgando a contrapelo, por los caminos del tiempo

con las cerradas arengas, de los clarines de carga,

para dejarle al futuro, sencillamente un suspiro.

 

Héctor Díaz  

2011-03-11

 

hectordiaz2000@hotmail.com

 

DOMINGO

DOMINGO

De mi cadencia, un verso

de su sempiterna potestad,

amor quisiera,

quemar mis endebles travesuras,

desgarrar mis ataduras en la playa,

en la parte dura de la piedra,

dejar las marcas de mi pobre alma.

Todo sacrificio es un llamado,

una anónima protesta,

un revolver la herencia del pasado

la conversación dejada entre comillas

con aquel abuelo que vivía en la cueva.

Permitidme la travesura de una idea,

una noche en castellano, un sueño

el olor a albahaca, tomillo, perejil o ajo,

el canto de la cadena del aljibe,

con su encanto sahara y su noche sin límites.

El mugido de una vaca de los Alpes,

la mística música del cencerro,

rebotando en el fondo de los valles,

animándose a conversar, allá en el cielo,

y una ría que baje de la cima,

con sus hilos de plomo, con su locura de agua,

con su historia de helechos,

cronologías de troncos muertos,

corriendo, corriendo, como el amor

al mar del nuevo tiempo.

 

Entonces, de mi verbo, un gajo

fruto extraviado en la nostalgia,

noches de aciertos siderales,

donde el verde verde de las aceitunas,

me traen al pensamiento,

que los recuerdos no dejan de ser,

       también un arma,

una anotación para el futuro,

un atajo, un mano a la distancia

un repecho que se hace bajada,

cuando empezamos a conversar,

     con nuestros muertos.

Silencios de esperas repentinas,

meditaciones afuera de los tiempos,

compases disonantes, extraviados

noches que no tienen voz,

estrellas que no nos ven

si nosotros no las miramos.

Entonces hay que mirar,

la huerta del vecino,

aquel que trabajaba los domingos,

cuando aún no era mi domingo todavía,

y la vuelta entera de la vida se venía,

siempre con muros afueras del jardín,

los muros que la gente se ponía,

de clase, de Berlín, de antipatías

de ingresos, de edades, de conceptos

siempre muros cerrando los domingos.

 

Un domingo es calle con jardines floridos,

ahí las novias cultivaban el ramillete de la esperanza,

todos las casas tenían un juego de macetas,

llenos de caracoles y geranios,

un corredor de las baldosas flojas,

el muro semicubierto de la esquina,

por una enredadera de otro tiempo,

el cemento de la calle, con pasos olvidados,

un zapato viejo, un basurero

un perro viejo y flaco

como antropólogo de la historia

husmeaba, desde lo recóndito de sus ancestros

las historias viejas de otros perros.

Todavía era un tiempo sin apuro,

el mediodía de la gente con olor a polenta,

la aromática mesa dominguera,

con vino en damajuana, manteles blancos,

cortinas movidas por la brisa,

la abuela ronroneando al compás de los gatos,

un pajarito en una jaula,

el sol reventando en el verano.

Después, siempre un después,

vinieron los domingos desgraciados,

gusto a tango, a cambalache

a hoja mojada del otoño,

domingos de muerte y de tortura,

de música marcial y de uniforme,

de no levantar la vista de la calle,

de no acordarte de tus años, ni tu nombre.

 

Teníamos miedo, mirábamos la vida con cuidado

contemplábamos los domingos bravos,

esos domingos apurados de los pobres,

de niños sin regreso en la noche del tiempo,

domingos de impotencias, de soledad, de irreverencia

de ira, de rebeldía,

domingos, casi domingos revolucionarios,

ventanas abiertas a las tres de tarde,

radios encendidas, la noticia,

domingos de los pueblos, verdaderos artífices,

de una historia arrimada a los caminos.

Fuimos un domingo feliz, no cabe duda

teníamos todo el tiempo de la infancia,

la confianza de ser en las mañanas,

disfrutar del astro sol sin cuestionarnos,

que domingo era, ni que época del año.

Fueron tantos domingos,

que me quedé esperando,

se fueron pasando las semanas,

se acallaron las luces de los años,

primaveras apurando los veranos,

los muros se fueron derrumbando,

nuevos muros se fueron instaurando,

pero aquellos días de pastas domingueras

todavía me siguen rebotando.

 

Héctor Díaz.

2011-03-02

 

hectordiaz2000@hotmail.com

 

Nadie es más

Nadie es más

Extraviado en tu mirada recorría

mi sigiloso andar,  tu andar venía,

fué la sonrisa, quizás la noche

un remolino venido, canción cantada

eterno vuelo de paloma, vibraciones ligeras

alas blancas, abanico cortando los suspiros

 de un momento sin tiempo,

donde los verdes silencios espiaban los jardínes

de esa brisa ligera escapando hacia el mar

y a los abismos ignotos que nos brindó la vida.

 

Amar es un dilema, inmensurable axioma,

un demonio encerrado, sin peso ni medida

laberintos de oníricos deseos, promonitorios estertores

flor que se cultiva  aprendiendo a sufrir.

Un verso es la mano querida de una amiga,

una línea de tierras trabajadas para ser un vergel,

semillas a punto de hacer capullos nuevos

canteros, regadios, cielo celeste, amaneceres

sintaxis venideras, futuro devenir.

No somos más, que lo que fueron otros

retazos de una colcha, con desflecados ecos

esperas y agonías, esperanzas y afectos

el que paciente espera derrotar el poder.

 

Nadie es más que nadie, de paso estamos

somos agua corriendo, regando ese vergel

cultivando a veces las flores más airosas

viendo nacer el sol, dios de todos los días

que nos da vida eterna  y nos hace crecer.

La mañana que el hálito de mi voz no empañe,

el cristal que refleja el dejo de tu ser

te veré con mis ojos cerrados para siempre,

miraré hacia adentro y ahí te encontraré.

Después seremos eco, recuerdos del ayer

caminos de otros sueños, empujando detrás

de la eterna esperanza, que acompaña al hombre

de hacer un mundo nuevo, con nuestro propio ser...

 

Héctor Díaz   

2011-02-09

 

hectordiaz2000@hotmail.com 

El LOCO JORGE

El LOCO JORGE

Es la historia de nuestro pasado la que reaparece cuando alguien se nos va. Hay amores que todavía me duelen, sueños que irán más lejos que mi propia muerte, como si fuéramos un eslabón más de la gran cadena que es la humanidad.  Nuestra insignificante historia, no cuantificable e inesperadamente ingenua es también una parte, un pedacito del mundo de los otros. Estas raíces que nos pesan, son un trasplante, donde algunos prendimos con más suerte en estas tierras que nos protegieron, regadas por muchos lagos y cubierta por el bosque boreal. Emigrar es una aventura, una lucha contra reloj, un mundo fascinante que nosotros tuvimos que recorrer. Se podría decir que fuimos los primeros uruguayos que descubrimos la Península Escandinava. Al mismo tiempo supimos de otras muchas migraciones, chilenos, bolivianos, todo un mosaico latinoamericano y del oriente medio , de los países bálticos, de Rumania, de Africa etc,  que nos permitió compararnos. Compararnos es un consuelo, aprender a mal aceptar nuestra realidad y esto se acentuó más cuando nuestros hijos tuvieron hijos y quedamos atados a la tierra que, sin asombro, nos vio descender por la escalerilla de un avión intercontinental en los albores del año 1975. Los fantasmas del pasado siguen estando,  pero con otra energía, de otra manera.  Y cuando un compañero de ruta se nos va repasamos esa historia de nombres y de hechos que nos tocó vivir.  Le tocó el turno a Jorge  Vieites y los recuerdos se agolpan y naufragan en esa interrogante. De común tenemos la historia del exilio, la desesperación de haber tenido que aprenderlo todo de nuevo, de hacernos un lugar, de bajar nuestras revoluciones de orientalismo levantisco y procurar adaptarnos a la sobria forma organizativa de una sociedad nórdica. Y pensamos en el inexorable pasaje del tiempo, en el sufrimiento sin peso y medida de otros semiadaptados, inadaptados, cuasi-adaptados de nuestra migración y de las otras muchas que la humanidad de continuo padece, y no tenemos ni aproximadamente idea o medida del peso o el tamaño del dolor universal.   

El “Loco  Jorge”, como algunos llegamos a conocerle, tenía un comportamiento un tanto desordenado. Nos encontramos  en el campamento de Moheda cuando recién abandonábamos los miedos rioplatenses. Frente a lo inesperado de la geografía, la forma de resolver de la gente, el idioma, la comida y hasta formas de relación diferentes , cada uno encontró su forma de  “ integrarse“. Las respuestas fueron múltiples, y cada uno ofreció lo que traía en su acervo personal. Algunos con la ventaja que ofrece ser joven, o la ventaja de aprender idioma rápidamente, otros con sus posiciones tomadas desde su extracción de clase social, otros con la veteranía que da ser mayor, o intentando formar ghetto, o como en el caso de Jorge, una aptitud de “ loco solitario”, lobo estepario que le permitía contemplar la existencia, sin molestar. Cuando la gran mayoría procuraba aprender idioma, retomar una profesión, descubrir la sociedad, y aterrizar lo mejor posible en este inesperado mundo nuevo el “ loco  Jorge” se consiguió un perro, (el Gaucho) un compañero de andanzas, una forma de ser a la uruguaya, completando esta idiosincrasia con un “puchito” hecho siempre de tabaco comprado en paquete, con la inconfundible hojilla para armarlo y la ceremoniosa aptitud como para darle un verdadero valor a su tiempo. En su bohemia veía el mundo hecho de las pequeñas cosas.  Una mezcla de bohemia tupamara,  más predispuesta a la reflexión y la lectura que a un apologismo guerrillerista. Leía sistemáticamente toda la bibliografía del pensamiento socialista de la época, con un caudal de autocrítica que le permitía estar fuera de marcos ortodoxos. Esta actitud le permitía acercarse a los “ desprolijos” de la colonia, a los cuales nunca abandonó y con los cuales siempre tuvo relaciones fraternales.

Pasaron los años y pasaron de largo también muchos compañeros y muchos nombres. Dejamos de frecuentarnos y reaparecimos en una especie de experiencia común en una escuela en desuso en el barrio de Sätra, periferia de la ciudad de Estocolmo. Fue un tiempo lindo donde se hizo pintura, fotografía, carpintería y donde se soñaba crecer desde ahí a un proyecto social distinto  que nos permitiese sentirnos humanamente mejor.  Jorge siempre estaba en la vuelta, con un libro, con un mate, con una frase oportuna, con la idea que es posible un mundo distinto si el hombre llega al convencimiento de que se puede.

Con la reinstauración del proceso democrático en Latinoamérica volvieron muchos compañeros. Muchos se fueron,  dejando sus hijos grandes en estos lares. Otros fueron y vinieron, de alguna forma los vínculos se debilitaron, nos fuimos haciendo más viejos, le dedicamos más tiempo a nuestros nietos y soñamos con dejarle cambiar el mundo a ellos. Cuando sonó el teléfono con la mala-nueva del fallecimiento del amigo, se agolparon los recuerdos, diríamos recientes y nos sorprendió el rápido pasaje del tiempo. Son muchos los compañeros que se han muerto durante estos años, se que vivirán mientras algunos de nosotros los vayamos sobreviviendo, después seremos parte de un largo y necesario olvido para que los que vengan detrás sean más libres y menos faraónicos.

La muerte sigue siendo una incógnita, en el caso del compañero  “Loco  Jorge”, lo saludamos con un: Gracias por haber vivido y alegrado nuestro tiempo.

Héctor y Martha

hectordiaz2000@hotmail.com 

2011-02-02

Alegoría a la palabra

Alegoría a la palabra

Tanteamos la palabra,

sin peso, impresa de seguro

en ”negrita cursiva“,

decorada, con silueta

curva, de sueños confesos

besos de extremaduras.

En los comienzos,

presagios casi yertos,

en los estertores

finales del ritmo

que siempre se engancha

en otro comienzo.

Y rueda por el tiempo,

recostada a algún verso,

perdida en el cajón

de algún escriba,

traída por la voz  de algún profeta

cantada, por la recia garganta de algún sueño,

que le cuenta su amor a alguna amada,

alguna pena, que de belleza dice,

alguna flor, que deslumbró el estío

cuando el sol alumbra los presagios,

y el vidrio de tus ojos llenaban los espacios.

 

La palabra llora en el coro

de las musas, se hizo puente

de la fábula, del secreto del río,

del viento y los sueños liberales,

numen del arte y del conocimiento.

 

En ese barro de la geología,

nació la flor de la palabra,

son GERANIOS de una música coqueta,

PALOMAS de una brisa levantisca,

el ADJETIVO justo, que califica el SUSTANTIVO,

el BESO, que te despertó en los comienzos

cuando el BALBUCEO de tus pasos

se arriesgaron en la incertidumbre,

de estos VERSOS.

 

Desde ahí, siguió creciendo,

un largo recorrido, sin medida,

idiomas, ríos, geografías,

fuegos, pueblos, caminos, pies descalzos,

idas y venidas,

y los fonemas, haciendo la memoria,

la tan vetusta y necesaria

para inventar el tiempo,

para inventarle al hombre, un ALA

una LENGUA, un PIE derecho

una metafísica de ganas.

 

Héctor Díaz

22-1- 2011

 

hectordiaz2000@hotmail.com