Confusiones de viaje
Hace días, que quería contarles algo;
- no sabía bien ¡qué!
un viaje al revés, una película hecha de ocasos
donde el horizonte se duerme, en una línea roja
desvergonzada, prohíbida, inalcansable
atravesada por una gastada gaviota,
controlante austera, de las olas perennes,
chocando en el silencio de la costa.
Trozos de fotografías descoloridas,
metamorfoseados recuerdos,
resto de la energía de una intención,
diluida en la idea de un tiempo,
que pudo haber comprendido, tus silencios.
En esa triste regresiva narración de un viaje
dormitan los antiguos murmullos del pasado,
lo que nos ata a la tierra y a la vida,
de lo que pudo haber sido y yá es olvido.
Manojos de sensaciones y miradas,
calles de nombres sin olvidos,
olvidos sin calles, de dígitos anónimos
plazas regadas de besos y suspiros,
verano todavía, el amor no espera,
sueño que no descansa y en la mira
de una furtiva luna de extramuros,
una ciudad sigue pegada al río.
Insólita belleza que me atrapa,
mar troglodita, jugando con ausencias,
convertido en poeta enamorado,
escribe los versos mas sublimes,
de voces indias y huellas del pasado,
ceibales discurriendos sus momentos,
temas de la nación y sus origenes
bajo un límpido celeste abovedado.
Esos que nosotros fuimos,
durmiendo el sueño quieto de los puentes,
inocencia primera, el primer llanto,
olvidando el silencio de haber sido,
un proyecto de tierra, totora y barro.
Algunas vez, fuímos los pobres de la tierra,
la viviente materia prima del marxismo,
los leprosos del hijo del dios de los cristianos,
los hijos del pueblo de algunos-istas,
los desheredados de la historia,
negros, mulatos, zambos y entonados
que en nuestra propia tierra, estamos de prestado.
La ignorancia crasa del “progreso”,
el capital acorralando al río
dios se apiade de los que van al templo,
al banco, donde crecen honorarios,
al palacio a generar palabras, honores y medallas
asientos purpuréanos, padres de la patria
artífices de acuerdos, guardianes sepulcrales
del contrato social de los Estados.
El crimen se adueña de la calle, una noche de cuchillos largos,
los pobres viven al borde del estado,
de la global globalización, de los atajos
a la violencia de los uniformes, la violencia de los desheredados,
yo duermo debajo del puente, entre auto y auto,
pasa un turista despistado, un recurso más en la estadística,
tengo una chancleta color rosa y el pié izquierdo descalzo,
no sé quién fue mi madre y mi padre, un esperma adulterado,
rasco en el fondo del tarro, la voz de la justicia,
si no existieran dioses, habría que inventarlos.
Me acuerdo de Juanita, me ayudó con mis miserias,
un día me hizo hombre, otro día se fue con un saludo
y le quedé mirando un rato largo, se hizo horizonte
y no se porqué, un lagrimón vino sudando.
Un libro vino y se hizo almohada,
hablaba de la utopía, el hombre nuevo, un pié descalzo
de la desesperada lucha contra un ZAR, un Cheik, un REY
contra un dios, de un nihilista tira-bomba, de la política de Aristóteles
de Maquiavelo, que lo único posible es la lucha,
contra la lluvia, el frío, la ventana rota,
que la sopa boba de los pobres, también es un negocio.
Dios nos libre de los profetas y nos libre de dios,
en este loquero del ISMO, liberal-comunismo-socialismo
que alguien nos libere de los bancos, de la mafia capitalista
de los dueños del fútbol, de la marca de marca
y del absurdo negocio de pantalones rotos.
La ciudad despierta, como en el tango
se despereza con un aliento de café,
de tenedor libre, en la lustrosa baranda del hotel,
los chirimicas y sus carros venidos de la pobreza
atacan sin consideración las latas de basura,
pelean por la sobras del naufragio,
no esperan, ni piden permiso a nadie,
no tienen respeto por el orden, la ley o la dignidad burgesa,
mastico mi última empanada,
miro con recelo, desprecio mi mirada,
me siento ese niño mendigando,
se agría el día y el subsiguiente,
sola la voz desconocida de Machado
me salva los sentidos:
“Caminantes no hay caminos, se hace camino al andar”.
Héctor Díaz
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