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reflexiónes desde las cloacas

Héctor Díaz

Quejas del alma

Quejas del alma

Ahora, es la hora de cerrar el alma

como se cierran los ojos,

en el incógnito y angustiante resquicio

que la noche le deja a los  recuerdos.

Cuando la luna se hace más pálida

porque se la come el día,

o se gastó, como tus años,

buscando el filo agudo de la vida.

 

Y regresas de tu muerte prematura,

atado a la utopía del amor posible,

al sentir la voz de tu enemigo

como tu propio aliento.

Y lloras por todos tus muertos,

por las noches ebrias cargadas de sueños,

y buscas atajos  para inventar lo nuevo,

para sentir que valió la pena haber vivido.

 

No son tus calles, y te duele

ni las casas son tus casas, nunca lo fueron

los sueños, los pícaros fantasmas del silencio

te siguen llamando de otro tiempo.

La cuasi pobre valija de cartón y agujeros,

transportadora de libros, y algún sueño

es tu viejo penacho, tu hidalgo símbolo huero

donde descansan tus consultas a lo incierto.

 

Refuerzas el confesionario, con lo que te queda,

con los retazos que te dejaron los momentos,

y recuentas al azar, como contando al viento:

dos lunas llenas, una ventana bañada por la lluvia,

un perro rabón de nombre Toni, zapatos de charol,

la gorra de golero, la soledad de todos y cada uno,

la pelota de cuero, el higo tibio del verano

el día en que el sol  hizo cantar a los jilgueros.

 

Ese es tu abecedario, y lo sigues queriendo,

el aljibe que te hablaba desde el hueco,

con la tortuga, como si fuese un presidente,

el zumbido del mangangá, para ahuyentar silencios,

el amor, cuando despuntaron los encuentros,

el querer vivirlo, sin entenderlo

como aquel beso que cauterizó aquel momento.

Ahora que vas cerrando el alma,

te abrazas más a los entuertos,

y comprendes más la soledad del caminante,

el miedo triste del guerrero,

la noche ebria, para juntar silencios,

el refugio de Rey Solo,

donde la belleza refugiada en el ámbar,

espera paciente el filo del magneto,

y el mar, el mar, siempre el mar

el mar del Río de La Plata.

 

2011-01-05

 

Héctor Díaz

hectordiaz2000@hotmail.com

 

 

 

El Queco

El Queco

 Aspirante a quilombo,

sublimación de la palabra,

voz ligera y contagiosa,

ganas de esconder,

lo ya escondido.

Estamos quequeando,

aquí en el Queco,

queco compartido,

de aquí no se va nadie;

ni los que tienen la corneta,

de estar formando quequeadas opinones,

información “queca“ opinión manejada,

la que le dice al “cascarriaje“ “la que-ca-gada“,

que estan haciendo los sindicatos,

el queco de la inflación,

el queco de la desflación,

el queco del la huelga,

el queco de la crisís,

el queco de  la burbuja inmoviliaria

el queco de un “país de primera”,

el queco de la droga la mexicana,

el queco que es droga colombiana,

el queco y su mercado en la realidad americana,

el queco de los norcoreanos “muertos de hambre”

el queco de buscar comida en el fondo de los tachos,

allá en Manhattan.

 

¿qué queco será eso?

el queco de la economía en alza,

el queco del dólar, que se baja

en el queco de la seguridad y el manoseo,

si me quequeas con el fantasma de la huelga

te largo la quequeada de las cifras de la encuesta,

en el queco de esta prehistoria,

no se escapa nadie,

ni el que recibio, un pedacito de la torta,

ni el que se patina en el queco de la mierda.

queco de los militares, viejos jubilados

quecos torturadores, sin memoria,

quecos de los pederastas con sotanas,

de estos quecos “quilomberos“

no se escapa nadie, je, je

ni el banquero, ni los bancos,

ni el comerciante a medias,

ni el comerciante virtual,

ni el dueño de las minas o el ganado,

ni el que manda tropas a quequear,

a los países de tercera,

ni el quequeo de la tortura

en el queco, de los países de cuarta.

El queco de los que quieren componer

                   lo que se raja,

el queco de los industriales,

             quecos de la Fiat, queco de la Opel,

              Queco de la Seat, con licencia prestada

                 

la huelga empezo a ser mala palabra,

ni ocho horas ni trabajo, consigna proletaria

“ la emancipación de los obreros es obra del mismos proletarios“, ni dios, ni amo, ni estado, por una economia repartida, por la administración de las cosas y plena libertad de los humanos. Abajo las armas y las guerras, transformar la familia en algo mas universal, y mas humano.

En este queco, de sandalías rotas

de discursos en plazas apestadas,

sucumben todavía,

por la gracia de dios y el capital,

los políticos de colores cambiados,

los camaleones, de la carrera hacia el palacio,

el gran queco, que son los parlamentos

el gran queco, que son las instituciones del estado,

el queco del voto cada unos cuantos años,

el queco de la “democracia protegida“

donde tenés la democrática libertad

de polular en tu pleno queco asquiado.

 

Hágase la luz, dijo el señor

por allá en el queco de lo alto,

inventemos el queco del castigo,

Eva quequeando cara al sol, sin contrabando

ingenuamente forniquiando,

cara al sol en su postura,

mientras Adam en pelotas,

se afirmaba en sus cuartos.

Y el espíritu elevado y victoriano

de desvirtuados ojos diabetíanos,

falto de Viagra, cuerno molido de alce o de cabra,

condenaba a los juegos de los bravos,

mientra él se mastubaba de costado.

En el queco del comienzo,

se escondía la vara levantada,

el exilio, la muerte o la cicuta

todo a la hoguera o a la nada.

 

Dios, me salve por estos coqueanos desvarios

del queco salgo, al queco voy

ya no me salvo

al satanás me entrego, gracías dios mío,

por tanto queco contagiado.

 

Héctor Díaz

28.12.2010

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La máquina de cocer, la metafísica de la existencia o apocalipsis

La máquina de cocer, la metafísica de la existencia o apocalipsis

El subconsciente,  

lloraba sus silencios;

regresabamos una vez más

de nuestras últimas muerte;

eramos, los pobres de la tierra,

          los piches,

        lo sin patrias.

     la materia prima,

los que no conocen el discurso,

       los equivocados

   los que todos los días,

   como todas las noches,

teníamos las estrellas cambiadas,

eramos..., de izquierdas

de derechas, del presente

           del pasado,

los desheredados,

los que perdimos las batallas,

los presos, los torturados,

      los torturadores,

los que sufríamos el hambre

         mendigando.

Eramos, nuestra muerte anunciada.

la fotografía de nuestro cadáver,

la hoja inmoral de la noticia,

la tumba común que estaba preparada.

 

Fue el olor de tu piel y tu mirada,

que nos retenía en esta vida,

 el milagro de tus intenciones,

nuestra desesperada necesidad de proyecciones,

                                  tu abnegada continuidad,

tu frescura  de río, de agua clara

tu luz, de flor de loto,

tu mano repartiendo sandía abierta en el desierto,

tus noches de esperas y de sueños.

 

Hemos muerto tantas veces,

pasos directos hacia lo incierto,

hacia la noche, con o sin estrellas,

portando la llave del regreso,

     tu voz fue la caricia,

tu voz el hilo tenue de energía,

 río largo del encuentro,

la playa, devolviéndonos la  vida,

la dignidad como preámbulo,

largo camino de la LIBERTAD,

que se gano su premio, caminando.

 

Que sería una avenida sin palabras.

sin la grafía hecha cartel, neón

aviso...., llamado de atención,

invocaciones al grito o al silencio,

un libro escrito en blanco,

la biblioteca sin catálogos,

la voz del orador que no se escucha,

  vos y yo cruzando la avenida

con los semáforos, apagados.

la frenada inquieta de los autos,

                                  el desagradable olor a amianto,

la mirada furtiva de los ciegos,

la voz sorda de los que nos gritan,

y nosotros,  ajenos,  contemplando

una ciudad sin cielo, techos sin casas

plazas, sin niños,

que no tienen monumentos,

donde los peces sin bozal,

meán en los rincones de los perros.

 

Y tu seguís cociendo,

arrimandohilocolorado,

apretando un pedal desenfrenado,

y me siguís contando el sueño:

-pájaros sin alas, arrastrando

el castigo de no creer en los ocasos,

de no guardar para mañana,

de bañarse donde el mar,

   no tiene agua.

Y me preguntas por la querencia,

aquél planeta, que un día habitamos,

por los caminos cortos y los caminos largos,

por las palmeras, que emigraron todas

cuando la bomba de napal y uranio

hizo saltar de golpe el mercúrio

de todos los controles y aparatos.

El taca taca de la máquina,

la cortina con un nuevo diseño,

las luces malas de la alfombra,

la araña del techo, tantendo, desconfiada,

sabe del radón, que decora la casa,

los caracoles ya no van a las plantas,

los ríos buscan desesperados a sus aguas,

de las selvas, hay solo fotografías quemadas

y de lo que nos va quedando,

un cemento que se multiplico de a rato

por toda la superficie plana

convertida en gran zona  de estacionamiento.

 

Quedaban recuerdos,

vaga  memoria confundida,

si había habido beduínos,

si quedaban indios en las pampas,

si los tigres eran gatos inflados,

si los helechos habían existido,

y si quedaba del llamado hombre,

algún triste esqueleto.

Mientras ronroneabas la máquina,

hablabas de la cueva, del comienzo

del miedo a todo, cuando el miedo no existía,

cuando no existía la existencia,

realizarse la abstracción, no es realizarse,

y tu abuela corriendo la roca de la puerta,

nos preguntaba:-  ¿Qué comemos mañana?


Héctor Díaz
Desde la galaxia cero, 321 años galáticos, después que la estrella-sol se nos muriera.

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Ofrezco a continuación una poesia que Héctor Díaz escribió en sueco, y que luego él mismo tradujo al español. Es una oda que Héctor compuso hace ya casi diez años atrás y que – así como el mismo lo dice – tradujo tarde. Pero nunca lo es para disfrutarlo! Va en primer lugar la versión original en sueco, y sigue sin demora su traducción al castellano.

 

Guillermo Ortiz-Venegas ®

 


 

 

 IDENTITET

(Till minne av min vän Gösta Claesson)

 

Om ni fortfarande undrar

varifrån jag kommer;

i trettio år har jag varit hos er.

varifrån jag kommer,

det vet jag ej.

Kanske från en hälsning

du och jag,

från en Hej

du och jag.

När du ler mot mig,

När du ser mig,

Jag är du.

Om du bara säger Hej,

då är vi två,

vi är flera en två,

vi är en gemensam känsla,

vi är en nation,

vi är vikingar

vi är charruas

vi är ett rop i ensamheten,

vi är ett behov.

kanske kan jag inte

ditt språk sa bra,

min brytning skrämmer dig,

men var så säker att

din tallskog sväljer jag,

din granskog äter jag,

tro det eller ej,

jag är du, du är jag,

jag är Ferlin, Karin Böjer

och Strindberg,

Héctor Díaz, förresten,

från min mamma,

från en kärlek,

från min fru,

vacker som ett fikonträd,

till snön,

till Arne, musikanten

på Tumba stationen,

från pampas i Uruguay,

till den djupaste Botkyrka själen,

till mitt barnbarn,

ursprungligen från Grödinge.

 

Héctor Díaz

01-03-22


 

IDENTIDAD

(Un recuerdo a mi amigo Gösta Claesson)

 

Y ustedes, todavía preguntan

de donde yo vengo;

treinta años hace que yo estoy con ustedes.

De donde vengo,

yo no se.

Quizas desde un saludo

el mío y el tuyo

desde un hola

tu y yo.

Si tu solamente dices hola,

entonces somos dos,

somos, un sentimiento común,

somos una nación,

somos viquingos,

somos charrúas

somos un grito en la soledad,

una necesidad.

Quizás no sepa tu idioma muy bien

pero estate seguro que,

tu bosque de álamos

lo digiero yo,

tu bosque de pino

me lo como yo,

tus árboles de manzanas

admiro yo,

creé en eso o no,

yo soy tú, tú eres yo,

yo soy Ferlin, Karin Böjer

y Strindberg,

Héctor Díaz, aparte

de mi madre,

desde el amor,

a mi compañera,

bella como un árbol de higos,

a la nieve,

a Arne, bandonionísta

en la estación de Tumba.

De las pampas uruguayas

hacia el profundo espíritu

del alma de Botkyrka,

a mi nieto,

originariamente de Grödinge.

 

Héctor Díaz

(Traducción  tardía)

2010-11-29

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LA “ LLECA “ SUCIA DE LOS POBRES

LA “ LLECA “ SUCIA DE LOS POBRES

Con mucho agrado presento aquí, una magnifica cantata poética del vate uruguayo Héctor Díaz. Su poesía y sus reflexiones son como una suave gota de miel, que transita emancipada sobre las inclemencias del entorno que nos envuelve.

La presencia de Héctor en el mundo literario, es sin duda alguna un gran aporte al mismo.

La obra que presento a continuación, es grande. Y después de consultarlo con él, decidimos publicarla en su totalidad. Es decir, sin fragmentarla en parágrafos que podrían trozar el grandioso hilo conductor de su Montevideo, descrito en lírica y una pizca de lunfardo – el idioma de los tangos - que aquí sigue.

Guillermo Ortiz-Venegas ®

 

 


 

 

Me reviso a mí mismo, me he revisado a fondo

y nada encuentro. Vacío y frustraciones,

silencios prolongados y muchos desaciertos...

¿ podría ser esto un buen comienzo?

 

Héctor Díaz

10/11/27

 

 


 

 

¿Acaso es ahora, cuando nada soy

que me convierto en hombre?

Edipo en Colona

( Hace mucho… )

 


 

 

Estoy aprendiendo tu poesía,                

no se si se puede,                                      

en falsete, en gotán, en calle sucia        

en lámpara apagada,

en esquina de taitas

en malevos flacos,

en milongas a destajo.

En goles hechos de contrabando,

en suspiros robados,

¡! Oh ¡! - que se dejan hurtar,

haciendo cuentos,

mentiras  “blancas“,

en un  beso largo que aún me duele.

 

 

Montevideo 1

Sos un museo

de baldozas flojas,

salpicando mierda,

en los zapatos,

con suela de cartón,

tormenta de verano,

arrastrando descansos

mensajes o deseos

barquitos de papel.

Sos, la primera novia,

con sus ojos de barro,

voz ausente, silencios prolongados

un adiós.;... un volver:  en el SUR

 

 

Montevideo 2

Cuando la ciudad, se hace “gotan“

se embruja la calle y el tambor se queja,

un Africa, lindando en el olvido,

un  chico  se hace repique,

un poeta se sienta en la plaza

un monumento prepotente,

un sable rascando el cielo,

un hombre peleando con sus sueños,

un palomo, corriendo su paloma

un obrero, buscando su jornal,

un faso añora una pitada,

un manicero, pregona su maní

un coloquio de bóvedas,

un metal verdecino,

un tiempo, en que soñábamos homologar París.

un fantasma, perdido en mi niñez

un tranvía de vías prolongadas

una estación, que dejó de ser bullicio,

una fotografía en blanco y negro,

se enroscan en las nostalgias

de ese otro

mi

 

 

Montevideo 3

La metamorfosis de la calle

se hace zaguán,

picaportes,  gastados por los años,

bronce brillante, que se come el sol,

arabescos azules, que trepan escaleras,

claraboyas quebradas, por las lluvias

y el salitre del mar.

Mecánica del granito,

geometría  cortada por los presos,

una avenida larga, piedra a piedra,

la luz que se quiebra en el silencio

de una ojiva cansada,

en su  eterno esperar.

El balcón bostezando a las tres de la tarde,

un arrabal que se cruza con Carriego,

Discépolo rompiendo escaparates,

los  vidrios  rotos  en un narrar de Borges

volcado de exprofeso sobre Roberto Arl,

megáfonos del tiempo, buscando algún atajo

para seguir soñando, con la luna y el mar.

 

 

Montevideo 4

La lluvia, castigando el  barrio,

el humo, restos tenebrosos

la existencia,

torta frita para todos,

la Pulpera de Santa Lucia,

en los oídos

horizontes de Magaldi en la niñez.

Onetti con su medio litro, litro entero

contempla mis alpargatas desflecadas,

los diarios cubriendo el hormigón,

en un Cilindro en gris mayor,

fondo de ponchos verdes le ponen reja a la protesta,

esa larga noche sin sueños, una noche de más.

Y te agarrás de las pequeñas cosas,

repetís mil veces la poesía de don Pedro,

la que tu viejo en pedo

escupía a capela

“ y te quedás siendo clavo hasta el final,”

viejo y ruín, enmohecido y reumático

cosechando herrumbrientas utopías.

Depués, la defensa de los recuerdos,

disfrazando  macetas,

un corredor largo, con el sillón,  la almohada

la abuela india que cuidaba los gatos,

jugando con el felino  instinto

de no romper los frascos.

Te interrogás por la voz de los ausentes,

te acordás: de la cocina a leña,

la que cocía  puchero proletario,

y soñabas

con el vinocorreabierto,

en la canilla del barrio,

y las cañas tacuaras,

música del viento,

un  tacuaral en marcha,

hay que salvar la patria.

y

Después,

a torta frita compartida,

el muro de la esquina,

madreselva en flor,

la primer protesta,

un tiempo confundido,

sin oficio.

 

 

Montevideo 5

No existían las consignas,

solo nervio,

jardín escondido,

calle olvidada,

 los últimos estertores

quebrados por el sol,

tierra roturada, campo abierto.

 

 

Montevideo 6

Picardía del bolichero

copa de grapa,

ladeada hacia adentro,

vidrio de fondo,

poco contenido.

Códigos secretos ,             

biografías anónimas de la “lleca“,

donde un “faso“ es un saludo,

y la “noma“ se viene de costado,

en el alfabeto de la violencia,

de los dueños del “queco”,

 

 

Montevideo 7

Fuimos juntando los silencios,

la policromía de los entuertos,

el olor de los números,

el dolor de las palabras,

el sentido de los dígitos,

el decir de las flores,

el digno mundo de los gatos,

el hambre de los vecinos,

el alquitrán corrido de la calle,

el sol que pica en pila,

el medio día de las abejas

el verano de las mariposas,

el sinfónico concierto de la lluvia,

en el techo de lata,

el jazmín del país,

el desgano blanco  de su piel

el cielo, donde lloran las glicinas

el olor a moscatel de la parra

el fútbol de los potreros,

el abuelo y su árbol de higos

el eucalipto inmenso,

el veteado verde, textura terciopelo,

el nombre que esculpimos,

tu nombre de matriz.

 

 

Montevideo 8

Tango que me hiciste mal,

tango de la memoria,

tango del volver, de estar a mano,

tango de sentir que la vida es un sueño,

de que valió la pena el gotán de tu existencia.

Un tango luchando con  la angustia

un tango de traumas compartidos,

un tango de silencios rotos,

un tango de bullanga murguera,

un tango  de calle y de esquina

un tango de estandarte y lonja,

un tango de candombe-nación.

 

 

Montevideo 9

Me duelen tus calles fuleras,

tus calles de mentiras,

tus viejos carromatos,

trepando, en el estribo de los años,

en estos días regalados de la vida,

donde el Morito, caballo del caudillo,

se hace consigna de los comienzos.

 

 

Montevideo 10

Los vientos, contar todos tus vientos,

los vientos de los poéticos puntos cardinales,

los vientos de todas las estaciones de tus años,

los vientos fantasmas,

los vientos cuenta-cuentos,

los vientos de la tarde o la mañana,

los vientos fríos y los vientos cálidos,

los vientos con resfrios,

los vientos de la locura y de las ganas,

los vientos del marlasudestada,

los vientos viejos de la pampa,

los vientos remolinos que juntan los mensajes,

los vientos de la tierra que hablan del pasado,

los vientos de los niños que nos traen la poesía,

los vientos anárquicos de la metafísica,

los vientos de los besos deseados,

los vientos del nacimiento y el comienzo,

los vientos del antipoder, los vientos libertarios.

 

 

Montevideo 11

El principito contaba estrellas,

vegetaba por la playa,

juntando estrellas muertas

ebrio de galaxias,

las pegaba en los  cielos  de Figari,

en los negros tú, en los negros che,

en la constelación de Mayakovsky,

en la mesa de Omar Khayyam,

en el vino de Baco,

en la flauta de Orfeo,

haciendo fiesta con la flor del pajarito,

dansando  con el cardo azul del campo,

chucherías y cuchillos viejos,

loros verdes, loros flacos

Tolstoi, discurriendo con Balzac

en el filo exacto, cuadrangular

de la mesa literaria de la feria,

cuando el SUR era SUR, y era domingo...

 

 

Montevideo 12

Antes o después,

vino  la huelga,

el portón de la fábrica,

el piquete,

las casas bajas

del barrio obrero.

El jardín de las rosas,

con su color protesta,

sangre del pueblo,

vientos, vientos

del hombre nuevo,

del que deberíamos SER,

y no nos dejan,

y se acumulan, vientos y vientos

de protestas,

vientos nuevos y vientos viejos

y nos seguimos subiendo al  camión,

del que “SE PUEDE“

DE ARRIBA LOS QUE LUCHAN

que la LIBERTAD Y EL SOCIALISMO

solo lleva un poco más de tiempo.

 

Héctor Díaz

06.12.2010

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Seguridad

Seguridad

Carvallo pensó en el tiempo transcurrido. Había tenido suerte. Pero la suerte no había sido todo. Aprendió a tener paciencia. Paciencia para saber esperar. Se sentía seguro. Para algunos era el “cacique”, para otros un “correligionario”, para los más el “capatáz” de la Estancia 33.  ¿Cómo se dieron las cosas?  Es una cuestión que se va perdiendo en el camino de la memoria. Todo el secreto estaba en vivir el presente, la vida no debería tener ni pasado ni futuro. No sabía lo que era conmiseración, ni lástima, ni idea misma del daño que producía en los alrededores. Con el tiempo fue notando que cada vez menos gente se oponía a sus deseos. Su palabra se fue convirtiendo en ley. Al comienzo no había sido ni provocador ni prepotente, pero vaya a saber porqué, se le había ido agriando el carácter. Muy arrimado al comisario y protegido del juez de paz, sin saber cómo, se le había hecho el “campo orégano”. Una noche pateó los dados en lo del Toto González, nadie atracó a pesar de que el ambiente era “malandro”. Se le quedó con la plata a todo el mundo. El hecho fue muy mentado en el pago y desde entonces Carvallo se sintió completamente seguro. Sus borracheras terminaban siempre en el quilombo del pueblo. A pesar de que el “queco” estaba regenteado por el milico Peralta, la noche terminaba siempre en lío.

En la estancia había que tener mucha paciencia con él, soportarle impertinencias y seguirle el hilo de su carácter cambiante; saber reírse a tiempo de todas sus malsanas ocurrencias, como el día aquel en que se le ocurrió que el “malevo”, perro hecho a la intemperie, estaba sucio de más. No pensó nada mejor que tirarlo al pozo. El perro luchó horas antes de ahogarse.

Malquistarse con él en la estancia era trabajar de balde, no se conoce a nadie que haya podido cobrar la paga de  una  “changa” no reconocida por Carvallo. Y si le ponía el “ojo” a las paisanitas, no se le escapaba ninguna. –“Picardías de Carvallo”, murmuraba por lo bajo el paisanaje.

Hacía tiempo que se venía metiendo con la Zulema. Ella le soportó algunas cosas por no poner en compromiso a Juan.  Juan, inocente de los hechos arriaba el ganado, volviendo de tardecita pa’l rancho. Un día la Zulema le dijo a Juan:

-Tenemos que irnos de la estancia lo más pronto posible, Juan.

Juan, gauchito hecho en la humildad y muy “aquerenciado” con Zulema y con el lugar, le preguntó porqué. Ella al comienzo no quiso contestar, pero de a poco y entre sollozos le dió a entender a Juan que la situación con Carvallo se hacía insoportable. Juan pensó un rato y luego dijo:-No nos vamos nada.  Eso fue lo que dijo.

Carvallo gustaba jugar con la culata de su revólver. Juan le conocía las costumbres a Carvallo. Sabía que en las tardecitas se iba hasta la pulpería de Delgado a jugarse un truquito, tomarse una caña e informarse de los sucesos del pago durante las horas que él había estado en “las casas”.  Al regreso volvía orillando el arroyo, cerquita del monte de espinillos. De lejos divisó a Juan, que trataba de pasar desapercibido. Carvallo intuyó que la Zulema se había “soltado de lengua”, porque Juan a esas horas acostumbraba a estar en el rancho y nada tenía que hacer semi escondido en el monte. La verdad es que Juan había pensado “primerearlo”, caerle de arriba, cuchillo en mano cuando Carvallo pasara por debajo del sauce. Ahora estaba todo el juego descubierto. Carvallo bien montado, acariciando el revólver, alzó la voz. El tono vigorozo de su voz  hizo que la luz de la tarde que moría, se detuviera un instante a contemplar los hechos. Su caballo estaba alerta. Carvallo se sintió más seguro y se acercó bastante, como para darle una “oportunidad”. Estaba admirado de que este gauchito simplote quisiera cuestionar la ley preestablecida por la convivencia. Juan no había tenido nunca un incidente con nadie. Trabajador, humilde, acostumbrado a obedecer, no había dado señales de que era capaz de rebelarse.

Entonces la lengua de Carvallo quebró la tarde:- vos que hacés por acá en lugar de cuidar a tu mujer.

El otro le contesta: - tenemos que conversar, patroncito.

- Entre nosotros está todo conversado, contestó Carvallo, manoteando la culata del 45.

La “crucera” esquivó el casco del caballo, clavando los colmillos en los ijares del manchado. El caballo corcoveó dando por tierra con Carvallo. Juan, daga en mano, apresuró la tarea de deguello. Cuando repasaba el filo del facón por la herida se sintió seguro. Carvallo había tenido tiempo de desenfundar.

 Murió, revólver en mano sin disparar un tiro. Juan quedó cavilando porqué los cristianos dicen que las víboras son bichos detestables.  

 

Héctor Díaz

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Perentoria

Perentoria

 Perentoria, la memoria se revela,

mano abierta a los días y a los años,

que el caudal de sonrisas se extravierta,

en lo humano de la vida y la poesía,

Y no hay lenguas y no hay ríos que la paren,

se escabuye en el amor y las trastiendas,

y se esconde en la nostagia de los mares.

De la mano de los niños se desprende,

se desprenden y comprenden los fonemas,

la poesía sin idioma, esperantista,

es caudal de los hombres sin fronteras.

Arde el sol en estas latitudes,

mañana vendrán  las nubes pasajeras,

horizontes, naufragando en la distancias,

que se dejan crecer,  hacia la espera.

 

El hombre es un paisaje con zapatos,

deambula con las jirafas africanas,

se sienta en la sombra de los ombués de la pampa,

se contagia de frío en el alto Himalaya,

se esconde en los antiguos mitos,

siempre en busca de las cumbres altas.

 

Me acuerdo de tí, cuando era niño

cuando llevaron tu cajón, de tiempo ido

siempre me quede pensando en ese olvido,

en esa continuidad, de las palabras.

Siguen volando las mariposas,

revoloteando en mis ideas raras,

donde sesenta años no son nada

y tus alas siguen viviendo en mis ansias.

Nada fue, ni será, sin haber sido,

nacidos como pastos de la pampas,

nos quedamos pensando en el vacío,

la imaginación, la libertad y el canto,

la luz nueva de todas las mañanas,

el camino de piedras, de idas y regresos

las  estrellas  que acompañan ese mundo y sus andanzas.

No sabia del mar, del mar abierto

un día vi tus ojos detrás de la ventana,

la libertad del verde de tus ansias,

el gris de tus nostalgias,

la espera incontenida, que cada uno tiene

el vibrar de tus dedos, en el cristal de fuego

donde la gota de agua, su muerte zigzagueante,

yaciendo junto al agua, río de vida

antes y depués de tu ventana.

La poesía,  es vida incontenida

la fuerza, el jazmín y la meceta

el juego de los niños y sus búsquedas

de repetir mil veces el objeto,

la arena de la playa y el castillo,

donde los niños esconden sus secretos.

La fantasia de las cosas,

las cosas de la fantasia,

la gramática y los contenidos,

el animísmo trascendente,

el camino de piedra y la gota de agua

que hará la  poesía del mañana.

 

Héctor Díaz.

25.11.2010    

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Pensando

Pensando

En la suela de mis zapatos

mal habidos,

tantos kilómetros hechos

 a destajo,

persiguiendo la nada,

pensando en el comienzo

en el ocaso.

Enroscándome en la muerte,

en la nostalgia de la garúa,

en la letra imaginaria de algún tango,

en algún amor entreverado,

en el arminio de la luna  sumisa,

que se esconde entre las nubes negras,

de las más negras tormentas

de otros tiempos.

 

Desprolijos  botines viejos

te imaginabas estar en tantas guerras,

con otros zapatos mal habidos,

en otros bailes de milonga y canto,

en otros encuentros de bandoneón

y  tango.

En otras cargas de lanzas y caballos,

cuando la patria chica pegaba el primer grito

y la libertad era historia de cuchillas.

 

Fueron promesas, arrebatos,

los dueños de palabras,

y de botas lustradas,

te arrinconaron,

donde se guarda el alma,

y pasaste a ser orgullo,

palabra suelta, protesta,

malevo suelto de las pampas.

Y te hechaste a ser camino,

vagabundo, chirimica, aventurero,

sendero largo al mundo nuevo,

donde cada paso es un comienzo.

 

La historia anónima de los zapatos

 viejos,

el sendero y siempre el horizonte,

la utopía por meta,

la libertad como proyecto de conjunto,

un mundo nuevo de zapatos sin agujeros.

Héctor Díaz

7/11/2010

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Me caí del mundo

Me caí del mundo

Y sin embargo...

las pocas palabras que acompañan

decoran un  pensamiento escaso,

donde subyace mi ignorancia crasa.

Mi caí de este mundo,

o nunca estuve preñado en sus encantos,

ni compartí la torta y el reparto

de muertes de guerras y holocaustos.

Me faltó la energía del estado,

la virilidad, del militar o del soldado,

la falsedad del clérigo predicante,

en un camino hacia dios, inescrutable.

 

Ni espié, ni condené a mi vecino

no tuve en cuenta el color de piel del semejante,

la diversidad sexual del que acompaña

ni la forma de hablar de quien se expresa.

No me agradó la cámara de representantes,

con sus salarios siempre altos, exagerados

ni me agradaron los reyes y reinas y principados,

ni los estados libres y “democráticos”.

Que me caí y me he caído para siempre,

de dictaduras de izquierdas o derechas,

de los frentes bajos y de los frentes anchos,

de las gerontocracias  del vaticano

y del papado.

 

Yo no soy de este mundo,

herencia del mundo del pasado,

tan solo un soñador lozano,

que se caga en todas las herencias.

Las tradiciones tienen sus rancios contenidos,

alboradas y canciones a las guerras,

el coraje absurdo de morir matando;

la bandera, que representa nuestros miedos,

se alza victoriosa contra otra bandera.

Estamos corriendo al enemigo,

es nuestra voz la que estamos alcanzando,

son nuestras balas, que nos van matando

así seguimos repitiendo los abismos.

 

Me acuerdo de tí, juntando mariposas

coleccionando aromas,

profesor de calas o cartuchos,

observador precoz del color de las rosas.

El blanco del jazmín te impresionaba,

la gota de miel del higo impregnaba tus ojos,

las glicinas te copaban los sentidos,

adorabas el sol en las mañanas.

Decorabas ideas necesarias,

plantabas libertad en los canteros,

te bebías el vino del silencio,

esperabas, con la paciencia a cuestas,

el terrón, la línea y el rastrillo

la azada, y un beso a la semilla

las manos en la tierra prometida

que darían el fruto incontrolado.

 

Que no nos roben la libertad de nuestras manos,

las que usamos al escribir, hacer un verso

acariciar, acariciar al nieto, al gato, al perro

al aire y obtener tu sonrisa.

La libertad está en las pequeñas cosas,

la pluma antigua de escritura,

el papel secante y los zapatos viejos

la maestra, la escuela y la gota de lluvia.

La historia la hacen los pueblos,

los historiadores son solos sucedáneos,

Los literatos pueden describir algún momento,

tan solo los poetas levantan los épicos esfuerzos.

 

La piedra de la huelga es necesaria,

la gente es importante en la calle

el vidrio roto y la protesta,

hasta que alguna vez se repartan bien las cosas.

Hasta que alguna vez,

se caiga el uniforme,

entre el sol en tu alma,

entiendas que tu coito

va de la mano del coito

de otras almas.

Me caí de este mundo,

o me hecharon,

yo no soy un financista apresurado,

ni un ladrón que quiere ser financista,

a la vera del camino,

sin el poder que encandila los ocasos,

no me acompañan más que las palabras

que no sé como se prendieron

a la suela de mis zapatos mal habidos.

 

 Héctor Díaz

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El cantante, compositor y guitarrista uruguayo José Carbajal, más conocido como “El Sabalero”, falleció el Jueves 21 de Octubre a los 66 años, al parecer de un fallo cardíaco.

El cantante, compositor y guitarrista uruguayo José Carbajal, más conocido como “El Sabalero”, falleció el Jueves 21 de Octubre a los 66 años, al parecer de un fallo cardíaco.

“El Sabalero” fue encontrado sin vida en su residencia ubicada en el balneario Villa Argentina, en el departamento de Canelones, a unos 60 kilómetros de Montevideo.

Obrero textil en su juventud en su ciudad natal de Juan Lacaze, desde la adolescencia se vinculó a la música y durante su trayectoria grabó más de 20 discos.

Fue considerado uno de los compositores con mayor capacidad para recoger las vivencias populares de los uruguayos.

Algunos de sus temas, como “Chiquillada”, lograron gran difusión en América Latina y fueron grabados por otros intérpretes.

Durante la dictadura que gobernó en Uruguay entre 1973 y 1985 sus temas fueron prohibidos y debió exiliarse en Argentina, México, España y Francia, antes de radicarse en Holanda.

Actualmente, presentaba en la capital uruguaya el espectáculo “Buscando el pasado”, junto a otros músicos locales.  (EFE)

 


 

 El poeta uruguayo Héctor Díaz, residente en Estocolmo, plasmó con su sensibilidad habitual un emotivo y conmovedor  poema dedicado a su recientemente fallecido compatriota. Y en este contexto me atrevo a utilizar el vocablo “compatriota”, pues tanto El Sabalero como Héctor tuvieron una patria en común. A saber; la de la búsqueda permanente del pensamiento libertario, y de la solidaridad con todos los pobres y oprimidos del mundo entero. Sigue a continuación la oda que Héctor, desde la distancia del exilio, le consagra a José.

 

Chau José! 

Esto merece una puteada

Compa♫eros, nos duele el alma

Desde esa  otra patria,

La que duele

Las que nos acompañará

Hasta el último momento,

Llego la terrible noticia:

Se nos fue “Chiquillada”,

Con cinco medias hicimos la pelota,

Cuando aprendíamos el contorno del país

En el alquitrán que nos regalaba la calle.

La mariposa negra haciendo gambetas,

El San Antonio, con su inocencia boba,

La humildad contra la soberbia,

La palabra contra el despotismo,

La sonrisa contra la prepotencia militar,

El rancho de latas de los abuelos,

La huelga de los tíos contra el capital,

El pueblo, el gran protagonista,

La voz humilde,

La libertad buscando formas

Y La guitarra en devoción suprema

Juntando los esfuerzos y las lágrimas

Se nos arrimo al fogón de Santa Pancha

De donde nunca faltaba la chispita

De la resistencia libertaria.

Que la tierra te sea leve, compañero!

Arriba los que luchan, que carajo!

 

Héctor Díaz. 

25/10 2010

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De todas formas

De todas formas

De todas formas

me rebelo,

ya no sirven, la bala, la pistola

La piedra,

la bronca,

 la palabra,

la bomba atómica,

la tienen ellos.

Esta obsoleta,

la barricada,

el gesto heroico,

el grito y la consigna,

los puños levantados,

los guerrilleros heroicos,

de todas formas

se apropiaron,

de tu sudor, de tu trabajo

y de tu tiempo.

Te robaron,

nos robaron,

los momentos,

globalizaron la economia,

el pensamiento,

contabilizan los coitos,

y las acciones,

la rentabilidad de los bancos,

tu sudor y tu esfuerzo,

contabilizan tu voto

y te botan

a un triste existencia

que huele a cementerio.

Dios para mí, y para tí

silencios,

que no se vaya nadie,

el político que invierte,

sus dineros en el templo,

ya no se escapa nadie

de este infierno,

ni el gran industrial,

de las industrias de los armamentos,

ni el prostibulario negociantes de blancas,

negras, mestizas, rojas o asiaticas,

ni el organizador de guerras y de fuegos,

ni el que organiza iglesias

a costas de tormentos,

ni los torturadores,

que torturan en campo ajeno,

ni las promesas de paz,

que son la guerra,

ni las guerras,

que son los niños muertos,

ni las mujeres,

que son violadas por los guerreros,

ni las tropas de paz,

humanitarias,

que se violan a los presos.

 

Me rebelo;

esta prohibido pensar,

contar los adoquines de la calle,

simpatizar con los gitanos,

criticar al estado de israel,

y a los estados,

al gran capital y las ventanas

de los bancos,

las puertas de las casas,

de los prohombres,

de los dueños de las patrias.

De aquí no se va nadie,

en este campo de concetración,

de almohadas blandas,

no se mueven nada mas que

capitales,

invirtiendo en ganancias y  “ espejitos ”,

en sueños imperiales, con olor a petroleo,

con sudor en playas muertas,

con gusto a mares muertos,

sin mañanas.

 

Me rebelo,

la única insigña posible,

pudiera ser un beso,

un beso largo,

que venza a los acuerdos,

a los tristes funcionarios,

sentados en los bancos,

y en los parlamentos,

un beso largo,

que resquebraje la idiotez humana,

de andar como Sísífo

cargando siempre,

la misma triste roca,

a la cima de la mas triste montaña,

dios se apiade de ellos,

y a mí me deje libre como el ave,

para volar hacia el sol,

aunque me caíga.

 

Héctor Díaz.

2010/20/10

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Otoño

Otoño


Giran los cromos, su circo anual,
paleta baja del otoño,
la luz se cuela en la nostalgia,
de un viento norte, que repite hojas.
Vibrantes, se demoran
quieren aún ser parte del paisaje,
en este redundante,
cuadro cambiante de los tiempos.
Amarillos danzantes, rojos desafiantes,
cortejan la tímida luna,
animándola, en su cuarto creciente,
y un mar lejano, golpea en la memoria
del niño que fuímos en otrora.
Se extingue la clorofila,
el oso que se refugia en sí mismo,
se carga de paciencia la natura,
en la suave continuidad que une,
a todos los otoños del planeta.

El abeto protesta, se agiganta y se irge,
arranca blanco, hacia un cielo etéreo
desnudo se queda y mas esbelto,
compitiendo, su ausencia, en lo celeste.
Sin apuro, la tarde se desliza
Violaceas las nubes, están quietas
yo medito en las calles que se fueron,
los amores sin concluir, los concluídos
los besos ocres, rosas y marrones,
besos locos de pasión, besos prohíbidos,
cándidos de búsquedas, inconscientes
vanos intentos, en el diccionaro del olvido.
El otoño esta afuera,
se adentra por la ventana incierta,
incita a conversar con lo que fuímos,
a cuestionarnos, la larga noche que avecina,
la depresión, que nos golpea en las esencias,
la existencias de nuestras queridas quejas
en un mundo que impresiona y se termina.
en la temporalidad de nuestra muerte.

¿ Es así cómo se apagan los silencios ?:
quietos esperamos el final de los entuertos,
se avecina la pereza de esta parte de la tierra,
los cromos rojos son el último saludo
la esperanza... una vuelta más
de esta sufrida tierra.
Ajeno al gran mundo de la gente,
un día frío, de colores ralos
llegamos al final de este camino,
todo se duerme en un sueño largo
de esta noche boreal,
donde el mundo se averguenza de si mismo.

Héctor Díaz
23 oktober 2010

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Federico en setiembre

Federico en setiembre

Estamos en el medio de la mierda...

 

 

Federico, tengo miedo

estamos en medio de la mierda,

me duelen los zapatos,

las noches sin lunas,

el recuerdo del mar,

el suave baile

en el balcón de los cipreses,

los caminos largos,

hechos con sudor y lágrimas,

la roja historia de los ladrillos,

el cansancio de las horas de espera,

el no haber sabido decir Te quiero,

el llegar a viejo y que del vino añejo

no podamos sentirle el gusto

 al vino nuevo.

 

La luna muere de estaña timidez,

esconde su inocencia en el manantial,

se escabulle en el parral del abuelo

golpea suavemente en mi ventana,

disimula las plantas de mis pies,

que no cubren las frazadas,

y se revienta,

 en el filo de la almohada blanca

donde están guardados mis secretos,

mis sueños de hombre,

mis proyectos de mañana.

 

Creo que lo habíamos anotado,

estamos en medio de la mierda,

en la superficie de la calle,

llegamos al “mañana”,

nos ausentamos de nosotros mismos,

no llegamos a tiempo,

se acumularon las calles perdidas

las sonrisas tristes de las despedidas

la absurda idea, de nuestro mejor momento,

el compromiso con la lenta muerte,

a la cual llegamos sin regreso.

 

Y no nos duele tanto eso,

estamos en medio de la mierda,

porque nos quedamos sin protesta,

ya no somos proyecto,

“se nos aguó la fiesta”,

seguimos en la superficie húmeda

de la barricada de la calle incierta,

y la espera irrenunciable

aun no se qué de las mañanas.

 

Estamos en medio de la mierda,

se juntan los pies y las manos,

los zapatos blancos y los zapatos negros,

las noches sin sueños,

los recuerdos de uno y los de los otros,

los tiempos viejos y los tiempos nuevos,

los vientos del mar y la montaña,

con los vientos del desierto,

los harapos de los pobres de la tierra,

con las largas carnicerías de las guerras,

un dios de mierda que bendice los “entuertos”,

el recomenzar del llanto de un niño nuevo,

pidiendo clemencia

 por llegar a un mundo “viejo”.

 

Estamos en medio de la mierda,

y sin embargo me rebelo,

algunas cosas quedan,

el recorrido de tu piel,

tus ojos negros,

el olor de tus nostalgias,

tus manos, sin saberlo,

tus luchas sin pretenciones

haciendo y construyendo

 el hombre nuevo

el de la utopía,

el de todos los momentos.

 

Juntamos las partes de las artes,

valió la pena,

el haber esperado en el hastío,

el apuro, guardando el tiempo a usar,

de los zapatos de suela agujereados

donde pusimos a prueba,

el sueño loco de la libertad,

de un mundo sin trabas ni condenas.

 

Héctor Díaz

2010-09-26

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Setiembre

Setiembre

Para Martha que mañana cumple años.

Setiembre, va como siempre
mes de comienzos y encuentros,
encuentros allá en el tiempo,
tiempos siempre de comienzos.
El sol se apaga en el norte,
y en el sur hace un esfuerzo,
en un lado, primavera
en el otro, viene invierno.
Así se juntan los polos,
y se separan los tiempos,
se separan las distancias,
y se juntan los recuerdos.

 Así se pasan setiembres,
se van y vienen, silencios,
nostalgias del tiempo ido
ganas de volver corriendo,
hacer el niño, que fuera
cuando mi tiempo era viento.
Ventarrón de la montaña,
mano abierta, tiempo nuevo
esperanza, en que se pudo
haber logrado otro viento,
el pampero se amansó,
setiembre se fue muriendo,
entre cabellos cambiados,
canas que ganan los viejos,
quedan ideas calientes,
del amor y un mundo nuevo.
 

Héctor Díaz

10 de setiembre de 2010

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DISTANCIA

DISTANCIA


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Ahora la distancia,
en tiempo, en metros, en kilometros largos,
en años luz, en desengaños.
en lágrimas vertidas , de sueños idos,
en sonrisas extravidas,
y noches de jolgorios,
en besos descubiertos, por la luz de la luna
y palomas volando en la plaza de todos.
La distancia del ido y lo venido,
del camino sin vuelta y del regreso,
del miedo a no tenerte, o de dejarte
de no saber que pasa y lo que quiero.
La distancia a ese todo y ese nada,
al muchacho que fuí, cuando yo era
autentico proyecto, irremplazable
en noches de búsquedas y encuentros.
Ahora al final de esa distancia,
esta el comienzo de otro intento,
recomenzar de nuevo con renovados bríos
el que fuera y será,
proyecto de otro tiempo.

Héctor Díaz

15 de Abril de 2010

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Ni

Ni


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Las palabras estaban en silencio,
emigradas sin consuelo, a un refugio sin sueños
donde todos los inventos, que representan sustantivos
vegetaban en una playa sin besos y sin pueblos.
La utopía sin carne, sin huesos, y epitelio.
Imposible la traición,
no existía amigo, ni enemigo
ni el alambre de pua
de los ejercitos de la tierra,
ni el dios romano de la guerra,
ni la hambruna de los deportados,
ni el intelectual leyendo el Holocaustro de la Biblia,
ni mi propia voz que me persigue,
que vine con mi misma bandera desde lejos
con los colores de la muerte y de la lucha,
olores del olvido, para seguir viviendo.
Es solo la voz de la que fuera mi existencia,
contemplando las huellas de otros pies descalzos,
en las arenas negras de la playa de petroleo,
la voz de los hiperbólicos, grabada en una piedra,
un granito que existía antes que nuestra hipocresia,
antes que la misma tierra, la misma playa negra
que guarda las huellas casi borroneadas,
de la odisea antigua de nuestras desventuras.

Todo empezo con la palabra,
se lleno de voces el espacio,
el álamo se diferencio del pino,
nos golpeamos mil veces en la misma piedra,
fuímos mas buenos contemplando la luna,
y le robamos la geometría a la galaxia.
Inventamos las profesiones y los dedos,
el cero para ponerle límite al espacio,
el tiempo, para controlar tu nacimiento,
las ganas de volar, para ver la libertad de lejos,
el amor a los otros, para esconder mis miedos
y la muerte , para inventar olvidos.
Ya no quiero que se entiendan mis fonemas,
las voces hueras que a olvidar invocan,
la fiera feroz que atormenta nuestra instinto,
lo que nos reservamos del defalco de los otros.
Bosques de rocas de la tierra,
madre mayor de los guigarros,
memoria geológica del todo,
no inmoles en tu textura ruda,
al bípedo feroz que te comtempla.

Héctor Díaz

15 de Abril de 2010

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La sin título

La sin título

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Entre otros amores, el amor a las piedras de la ciudad que nos atrapó, sus arroyos, sus lluvias, sus truenos y rayos son los dioses que hicieron nuestros sueños. Crecimos en la topografía única de una simbiosis entre tierra y paisaje que anda.



Nos evadimos
recordando a la ciudad perdida,
como si la ganáramos cada día,
caminamos en la avenida ancha
de otros poetas, que nos llevan el equipaje.
Así las baldosas flojas,
reventando las veredas,
las raíces de los plátanos,
muestran un dedo indiferente.

Montevideo, es como un plato volando,
se aleja en el tiempo y más nos atrapa,
se bambolea, entre cúpulas de cobre
un rococó francés, disfrazado de verde
ojos entornados, hacia el cielo celeste.
Del otro lado de la ventana,
la nieve nos saca del refugio,
el hielo de la península escandinava
compite con las arenas blancas.
Aquí somos sostén y paso,
apenas certidumbre,
tan sólo la avenida ancha,
y el recuerdo
alimentan estas noches en blanco.

Asumiendo la constelación del álgebra,
en la galaxia de la abstracción,
un malvón en la lata oxidada,
olvidado en un corredor sin esperanzas.
Todos los días armamos el confesionario,
calle Fernadez Crespo,
que para nosotros es Sierra,
la vía del tranvía, incrustada en la calle,
los fantasmas de galera y levita
con bastones apuntando
a las orillas del Plata.

Arabescos labrados en coloniales caras,
balcones que se pierden en amores lejanos
plazas españolas que dejaron la huella,
del tiempo en que empezaba, a resoplar la nada.
Nosotros hacemos aquí, todas estas cosas
recordamos a la ciudad extraviada,
el refugio de la piza a la piedra,
el Ejido marcando los linderos,
Capurro con sus canarios viejos,
el amor llenando los ancestros,
el botija aquél,
que andaba con un lápiz y un cuaderno,
el cantor solitario, con su guitarra vieja,

Omar sin soltar la utopía,
la entrega abierta a un mundo nuevo
del estudiante muerto,
el llanto, el dolor, el miedo
eso que se llama familia,
que se perdió en el tiempo,
el preso que se quedó
trece años sin ver la luna,
el “ nunca más ” de una niña
abrazando otro “ reo “.
Un río de banderas,
a liberar los presos,
treinta años es un tiempo,
tan cercano y tan lejos,
y nosotros perdidos,
en la avenida ancha,
sin encontrar la cara
de los amigos muertos.

Ahora sopla otro tiempo,
pero es el mismo viento.
Por estas menudencias y otras yerbas,
Montevideo es un tango de la calle,
una “yira” que busca su sustento,
mi viejo, que iba a laburar todos los días,
las novias cazando una ilusión,
las palomas de la plaza,
el perro rabón, que embelleció mi infancia
el viento, una mentira
que nos acerca a la verdad posible,
la lluvia torrencial de los veranos,
metiéndose, en las rendijas de la tierra,
y la mano en el aire de un hombre,
en la plaza pública, de la avenida ancha
hablando de la libertad y el entusiasmo.


Héctor Díaz

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El tío Pocho

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Habíamos llegado para una despedida !
nadie nos había invitado,
alguien se iba a refugiar en los costado del planeta
nos acercamos por nosotros mismos,
por cumplir con alguien que seguía siendo terrón,
mañana, cariño, amor a un recuerdo, chacra, familia
fidelidad lejana a un amigo extraviado en el tiempo;
campiña anónima, historias sin cronografías fijas,
cachos de vida, empujando lo bueno,
cielos celestes, nubes blancas,
noches con lunas y con estrellas,
y otras con truenos y relámpagos
de muchos veranos como éste
de un año indefinido,
montando la ilusión de la existencia
en la continuidad del tiempo.

Fuimos guiados por el chirrido de la chicharra,
con miedo, por lo inesperado del silencio,
cortando el tórrido aire que no se movía,
con la tijeras de nuestra respiración que cavilaba,
en esa casi soledad del mediodía,
donde los verdes eran un único repertorio,
y un nido de hornero, un punto suspensivo
en los recovecos silenciosos de las almas.
La imaginación luchando en la llanura,
el ser, lo endeble de nuestras travesuras,
el primer grito, el descubrimiento del deseo,
el nacimiento, el capullo, el jazmín
la vida en sus distintas gracias,
la cuasi soledad de la desgracia,
una familia que viste el dolor con la sonrisa,
un cacho de patria que se nos queda anclada,
un camino que se extiende en la distancia.

Las mujeres van y vienen,
están mejor armadas, luchan y aman
con el vientre dan fecundidad, traen esperanzas,
visten la muerte con la vida,
son como la eternidad de las mañanas.
Un colibrí zumba, con sus alas
entreteniendo la cavilación en su acrobacia,
azul sedoso que alegra las retinas
de un gato persa que deambula por la estancia.
Allí estamos, vemos pasar un tren fantasma,
la tarde está quieta, como el alma
nos juntamos pa’ disipar la pena,
¡ los caídos de afuera y los de casa !

Cómo transmitir, lo que nos pasa,
las palabras van y vienen,
se habla de recuerdos que nunca compartimos,
se hacen recuerdos, con la cámara fotográfica,
estamos allí unos y otros, unidos por el pasto,
por los años que imaginamos de los otros,
por las estrellas compartidas
bajo un mismo cielo,
de eso que se llama tierra, infinito, silencio
porque todos fuimos niños, el mismo niño
con el sueño de todos, que es el mismo sueño.
Y al final nos gana un sentimiento
de agradecerle al que se va, por sus momentos
por la alegría de vida que esparció en su tiempo,
siendo los que aún estamos de pasada,
continuidad inexorable, camino abierto.

Héctor Díaz
10 - 02 -17

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ADIÓS 2009!
Del otro lado de la noche

ADIÓS 2009!<br> Del otro lado de la noche

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Y no podia cerrar mi blog en éste, el último día del año, de mejor manera posible. A saber, con un fascinante poema de Héctor Díaz, poeta de corazón y mente anarquista, más humano que el propio homosapiens, generoso y solidario por excelencia, pintor admirable cuyas telas no he presentado por impedimentos técnicos y no por olvido consciente, y persona a la cual aprendí a conocer a través de las páginas de mi blog, con el cual tengo una relación de amistad que a mi me place, y espero que a él también.
Y tal vez sea el hecho que yo escriba prosas y no poesia como él, lo cual nos ha hecho aliados y no antagonistas. O a lo mejor yo solo admiro sus poemas. O a lo mejor simplemente nos caémos bien. Un uruguayo y un chileno unidos por el arte sin prejuicios, en la soledad del Polo Norte.
Héctor Díaz es hoy día un flamante nuevo jubilado, y le deséo lo mejor que se merece: tiempo. Tiempo para que siga desarrollando la enorme veta literaria que está a solo razguños de su piel y de su alma, y también tiempo para que siga generando otra de sus virtudes, que yo sé a ciencia cierta, no le ha podido dedicar todo el tiempo que él quisiera; la pintura.
Desde un barrio del sur de Estocolmo - mi nuevo hogar adoptivo – le envío un fuerte abrazo, y le deseo una dichosa estadia en Uruguay su país de orígen, al cual visitará dentro de poco.
Y ojalá que siga cantándole al amor, de la misma manera que lo ha hecho hasta ahora: con la pincelada diestra del pintor y la afortunada letra del poeta, unidas en una y sola gran receta fantástica.
Y en vez de mil petárdos al aire, que valga la tenue luz de una cerilla encendida en la noche, para despedir a este pobre año que ya se nos va.

Salúd Héctor!

Luis Guillermo Ortiz Venegas


Estimado amigo. Del otro lado de la noche, sugestiva introducción de este trabajo, no es nada más ni nada menos que un límite imaginario. La vida está llena de límites. En las distintas dimensiones de nuestra existencia los límites se manifiestan de mil maneras distintas. La temporalidad de nuestra existencia, la duración de nuestro discurso, el olor de nuestros miedos, la convivencia con nuestros prejucios, no son más que algunos de los límites que ahora se me ocurre denominarlos: “Del otro lado de la noche.”


Del otro lado de la noche
se pierde el hilo azul de la montaña,
ventana de un vientecuatro de diciembre
con su discurso de nieve y gotitas límpidas.
Insípido frío del vapor, invitan al índice
a exteriorizar sus sentimientos
y un intrépido recurso de barroquismos,
se vengan en el cristal.
Los árboles danzan la música del viento,
abetos desesperados compiten con el cielo,
el cuello de la botella recuerda a Modigliani,
un vaso espirituoso despierta el genio de la justicia
recordando al preso aquel que ya no existe,
dialogando con la paloma blanca
de otro pintor sin libertad,
dibujada en el celdario, junto a una ventana imaginaria.

Trato de no olvidar el olor de tus besos,
tu diestra recorriendo mis contornos,
la primera primavera,
las flores del comienzo del verano,
el día que me hiciste creer que ya era hombre
y recordar
la madre que cada uno de nosotros,
tenemos en algún lado.

Del otro lado de la noche.
el ojo del tiempo, controla mi memoria
semiperdidos, en un plural suburbio
de miles de cuentos,
en cada uno de estos departamentos,
de lágrimas que lloran los cincos continentes.
Del otro lado de la noche,
donde la imaginación hace ciudades,
está la gente,
refugiada en los ojos cuadrados de la técnica.
Los dioses tienen forma de miedo
se habla de recurrentes nombres,
Cristo canta con Jackson, la danza de la muerte
la humanidad solloza de este lado,
del otro somos buenos por un rato
para tragar con alegría el miedo que produce el olvido.

Del otro lado de la noche,
la gente con un nombre a cuestas,
el otro yo de la existencia,
la reiteración de una interrogante,
que se pierde en los anales de la historia.
Del otro lado de la noche,
el mar con simulada indiferencia,
esconde el deseo de los astros,
memoriza los viajes y las quillas de los barcos,
del tiempo en que Colón,
soñara con las estrellas del Zipango.
Del otro lado de la noche,
solo habría silencios,
si el pie descalzo del hombre
no hubiera inventado la palabra,
las huellas y la aventura,
le hicieron tiempo a las manos,
y fue en el tiempo aquel del escondite,
que el hombre se puso a conversar
con sus misterios.

Del otro lado de la noche,
el lecho blando de los ríos
cobijó los anónimos recuerdos
de las flores dormidas.
Tu mano tiene miles de años,
tus pies descalzos, caminan de hace rato,
tu sonrisa es María, Juana, Birgitta
tu mirar algo tenue, que se mantiene
en la distancia,
de éste un veinticuatro de diciembre,
detrás de una ventana,
vistiendo un monstruo de cemento.

Héctor Díaz
31/12/2009

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Noviembre negro o un beso a la distancia

Noviembre negro o un beso a la distancia

(Visita también: Héctor Díaz )

El hilo de un avión divide lo celeste
el doble cristal de la ventana, con sus cosas,
la mosca muerta que no encontró el camino
meta de una libertad sin contenido,
los reflejos tristes de un noviembre sin sol,
pájaros refugiados en el recuerdo,
hojas amarillas, parte del humus de la tierra
colores inventados por la paleta remolona,
inconfesa, de un Van Gogh descontento.

Las pocas cosas que acompañan la tarde,
los tonos y semi-tonos van y vienen,
cipreses vestidos de verano, en un ocre de otoño,
un gato sin dueño, inflado por el frío, la dignidad felina
dirigiendo su instinto a la presa escondida
en algún hueco de la tierra.
Con los cristales teníamos una desconfianza de comienzos,
nos repelíamos como el desarraigo o el exilio,
nos llevó años, antes de amigarnos, sin saberlo,
con el contra-discurso de las puestas de sol,
el filo dorado de las nubes de julio,
allí cuando el verano, no le da espacio a la noche
la lluvia de las tormentas, golpetean el tambor del vidrio.
Las cosas, del doble cristal de la ventana
magias de reflejos, desde adentro
ojos de mi amada, mirando los contornos,
la furia del viento, rujiendo desde afuera,
el árbol que se dobla, junto al alumbrado
las olas del bosque, que rompe el horizonte,
la noche estrellada, devolviendo la paz al continente.
Las cosas ralas que acompañan la tarde
la cohetería de fin de año,
pólvora y flechitas al espacio,
juego de fuegos y colores, de explosiones,
formas y deseos al eterno,
el dios escondido de la esperanza,
el deseo de un mundo justo,
aunque se rompa la ventana.

Hablando de soledades y servicios,
recuerdos para prolongar nuestras ausencias,
un perro que se fue, viaje sin vuelta
un gato sentado en el pretil de esta ventana,
la terracota maceta, orquídea de los alpes
la tuna con su pulpa verde-grana,
estrella con una lámpara encendida,
en estas soledades, es un camino áureo
un beso a la distancia.
El mimetismo de las cosas,
un mundo artificial, hecho de alardes
de colores prestados que inventan la galaxia,
el micro-macro intento de los momentos,
tu aliento reflejado en los cristales,
con el índice dedo de mi diestra
se puede escribir con estas letras,
que a pesar de los pesares,
fue válido el haberlo intentado.
En éste nuestro mundo, de pocas cosas hechas
nos trajo un avión, cortando lo celeste
robaron nuestro tiempo, nos dieron tiempo nuevo
parias y sin templo, lo fuimos construyendo
al pie de esta ventana, contemplando este cielo.

Héctor Díaz
2009-11-30

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