Alegoría a la palabra
Tanteamos la palabra,
sin peso, impresa de seguro
en ”negrita cursiva“,
decorada, con silueta
curva, de sueños confesos
besos de extremaduras.
En los comienzos,
presagios casi yertos,
en los estertores
finales del ritmo
que siempre se engancha
en otro comienzo.
Y rueda por el tiempo,
recostada a algún verso,
perdida en el cajón
de algún escriba,
traída por la voz de algún profeta
cantada, por la recia garganta de algún sueño,
que le cuenta su amor a alguna amada,
alguna pena, que de belleza dice,
alguna flor, que deslumbró el estío
cuando el sol alumbra los presagios,
y el vidrio de tus ojos llenaban los espacios.
La palabra llora en el coro
de las musas, se hizo puente
de la fábula, del secreto del río,
del viento y los sueños liberales,
numen del arte y del conocimiento.
En ese barro de la geología,
nació la flor de la palabra,
son GERANIOS de una música coqueta,
PALOMAS de una brisa levantisca,
el ADJETIVO justo, que califica el SUSTANTIVO,
el BESO, que te despertó en los comienzos
cuando el BALBUCEO de tus pasos
se arriesgaron en la incertidumbre,
de estos VERSOS.
Desde ahí, siguió creciendo,
un largo recorrido, sin medida,
idiomas, ríos, geografías,
fuegos, pueblos, caminos, pies descalzos,
idas y venidas,
y los fonemas, haciendo la memoria,
la tan vetusta y necesaria
para inventar el tiempo,
para inventarle al hombre, un ALA
una LENGUA, un PIE derecho
una metafísica de ganas.
Héctor Díaz
22-1- 2011
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