Veinte amores derrotados y unos versos sin terminar
Se trata de buenos momentos
de escribir y sentir el carraspeo del papel,
de escribir para no estar solo,
de envidiar la calle, con sus postigos rotos
los balcones viejos, llenos de sueños nuevos
y los sueños viejos, llenos de esperas.
Le escribo a cualquiera,
al que ponga la oreja, el ojo, el índice, el sentido
a la carcajada del disfrute, la lágrima de la nostalgia,
al pescador que nunca conocí, y me ganó el alma
sobre el muelle aquel de Baires, procurando pescar el tango
que escapa del fondo del río, hecho de luna y barro.
Amor número inconfeso,
viajar desde la lluvia a la neblina,
insólita tristeza,
cuando las gotas de agua bajan por la espada de los monumentos,
los guerreros se preparan, en corceles de bronce
a bañar en rojo, el mármol blanco de la muerte.
En esta plaza estuve antes
retazos de otros seres, al que se les rajaba la cara de humedad,
pensando en un mundo sin regresos,
cementerios de palabras, palabras perdidas, palabras que pudieron ser, diccionario
anónimo de los desheredados.
un boliche a la vuelta de la esquina, copas compartidas
hablaban del amor universal,
intento de un mundo sin muertes y atropellos.
Noche, onírica fantasía de los ebrios,
mitos de la ciudad, con sus colores, sus olores, sus miedos
que clausuraron las palabras
y el pincel verde que hizo crecer los uniformes
donde se guarecen los batracios del pantano,
Tu nombre confundido en los perfumes,
juntabas sueños, contabas pececitos dorados en la fuente,
eras las palabras buenas de los otros,
escribías a pulso en el aire, o en la tierra,
con un carbón, un cincel, una mirada
la palabra aquella que te trajo el mar,
arrastrada por la quilla de algún barco,
o en el ala larga de una gaviota,
cuando el verano hace la aventura eterna,
de salpicar la costa repetida, renovando los sueños,
de aquella juventud, expresada en candentes búsquedas,
desafiando al miedo y la tristeza,
ofreciendo a la noche, amor, amor de luna
camino que conocieron tus nostalgias.
en esas mil formas de dar y hacer la letra.
El papel se esconde, la tinta se hace borrón
suena un bandoneón su barullo de noche,
de bulín cerrado, un gato se asocia en el paisaje
el boliche llora sus viejas ausencias,
el alma de una ciudad se esconde en una música,
gime el diapasón, su desafío al cielo,
el trigal susurra algún secreto
y la palabra LIBERTAD sigue insistiendo.
Héctor Díaz
13 de Junio del 2011
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