Federico en setiembre
Estamos en el medio de la mierda...
Federico, tengo miedo
estamos en medio de la mierda,
me duelen los zapatos,
las noches sin lunas,
el recuerdo del mar,
el suave baile
en el balcón de los cipreses,
los caminos largos,
hechos con sudor y lágrimas,
la roja historia de los ladrillos,
el cansancio de las horas de espera,
el no haber sabido decir Te quiero,
el llegar a viejo y que del vino añejo
no podamos sentirle el gusto
al vino nuevo.
La luna muere de estaña timidez,
esconde su inocencia en el manantial,
se escabulle en el parral del abuelo
golpea suavemente en mi ventana,
disimula las plantas de mis pies,
que no cubren las frazadas,
y se revienta,
en el filo de la almohada blanca
donde están guardados mis secretos,
mis sueños de hombre,
mis proyectos de mañana.
Creo que lo habíamos anotado,
estamos en medio de la mierda,
en la superficie de la calle,
llegamos al mañana,
nos ausentamos de nosotros mismos,
no llegamos a tiempo,
se acumularon las calles perdidas
las sonrisas tristes de las despedidas
la absurda idea, de nuestro mejor momento,
el compromiso con la lenta muerte,
a la cual llegamos sin regreso.
Y no nos duele tanto eso,
estamos en medio de la mierda,
porque nos quedamos sin protesta,
ya no somos proyecto,
se nos aguó la fiesta,
seguimos en la superficie húmeda
de la barricada de la calle incierta,
y la espera irrenunciable
aun no se qué de las mañanas.
Estamos en medio de la mierda,
se juntan los pies y las manos,
los zapatos blancos y los zapatos negros,
las noches sin sueños,
los recuerdos de uno y los de los otros,
los tiempos viejos y los tiempos nuevos,
los vientos del mar y la montaña,
con los vientos del desierto,
los harapos de los pobres de la tierra,
con las largas carnicerías de las guerras,
un dios de mierda que bendice los entuertos,
el recomenzar del llanto de un niño nuevo,
pidiendo clemencia
por llegar a un mundo viejo.
Estamos en medio de la mierda,
y sin embargo me rebelo,
algunas cosas quedan,
el recorrido de tu piel,
tus ojos negros,
el olor de tus nostalgias,
tus manos, sin saberlo,
tus luchas sin pretenciones
haciendo y construyendo
el hombre nuevo
el de la utopía,
el de todos los momentos.
Juntamos las partes de las artes,
valió la pena,
el haber esperado en el hastío,
el apuro, guardando el tiempo a usar,
de los zapatos de suela agujereados
donde pusimos a prueba,
el sueño loco de la libertad,
de un mundo sin trabas ni condenas.
Héctor Díaz
2010-09-26
Comentarios (Visita también: Reflexiones desde las cloacas)
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