Seis días de armonía y uno de sequedad
(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)
Primer día
Hola! me dijo un vecino cuando llegó la primavera.
Hola! le respondí y guardamos silencio.
Era lo único que necesitabamos decirnos, para mantener la vida ocupada de invierno a invierno.
La armonía fue total.
Segundo día
Quieres una cerveza? me preguntó.
Siempre y cuando no sea ligera, le respondí.
Son de las únicas que tengo, agregó.
En ese caso, prefiero agua mineral, le dije.
Te gustan las cosas fuertes, eh? dijo con ironía.
O follas con una mujer o te masturbas, pero nada de mujeres de goma, gracias! Le dije y bebí un sorbo de mi tibio café.
Je, je, je
tienes humor, eh? dijo y se rió.
Se han perdido mejores vidas en peores batallas, le dije sin saber a ciencia cierta lo que queria decir con eso, y derramé el resto del café sobre el amarillento césped de mi jardín.
Y volvimos a guardar silencio.
Y la armonía se comenzó a romper. Asi como el sol quebranta al hielo.
Tercer día
Comenzó a llover y nos escondimos de nuevo. Y ya nada más tuve que reflexionar sobre estaciones del año, fenómenos metereológicos o relaciones humanas.
Alguien afirmó que ni a nuestros progenitores ni a nuestros vecinos los elegimos nosotros sino que se nos imponen.
La armonía fue nuevamente total.
Cuarto día
La última película del fallecido Ingemar Bergman tuvo su estreno simultáneo en varias ciudades del reino de juguete sueco, mas no en Estocolmo. La tituló Saraband y tuvo su première en EEUU al mismo tiempo. Y un signo de interrogación quedó dando vuelta en mi cerebro. O será que el difunto director cinematográfico sueco se habia ya cansado del provincialismo de Estocolmo, y sus infulas de capital cultural de Europa? En ese caso no lo culpo. Pero en Septiembre viene Tom Jones a Estocolmo, para reunir algunos morlacos con los cuales pagar sus deudas. Dos pasados de moda, unidos por un denominador común: morir con las botas puestas. Aunque uno de ellos ya está en el Valhal rodeado de walkirias y cagádo de la risa, baila polcas sin zapatear.
Quinto día
Mi amigo Pelle me llamó por teléfono. Estaba enfurecido y su voz temblaba. Quieren subir los impuestos en el municipio de Salem! me gritó a través del auricular y decidí que era hora de bajar el volúmen de mi celular. No te preocupes por eso, le dije y agregué algo fastidiado, por mi que hagan lo que quieran. Se quedó callado un instánte y arremetió por otro lado. Y porqué tienen que ser siempres los hombres los que le escriben poemas de amor a las mujeres? A ver si me respondes eso! Lo lamento, le dije, las baterias de mi celular se agotaron y la comunicación se interrumpirá. Y le corté. A veces mi amigo Pelle es difícil de controlar. Algo asi como un nazi en una sinagóga. O como un sionista en una mezquita.
Sexto día
Sigue lloviendo por el lado de afuera de mi ventana, y el otoño me recuerda cada vez más el tedioso llover del sur chileno. Si al menos se sintiese la hogareña fragancia de braseros encendidos luchando contra la humedad y el frio, pensé y a mi mente llegaron sabores de sopaipillas invernales.
Por fin logré llegar al final de El Código da Vinci. Su final es tedioso y muy rebuscado. Escribiré sin embargo la crítica que prometí. Mi amigo Pelle no lo piensa leér porque opina que los bestsellers lo hacen siempre sospechar de la calidad de su contenido. Con ese punto de vista no leeriamos nunca nada, pensé más nada le dije. Al fin y al cabo, es su propia decisión.
Séptimo día
Buenos días! me dijo mi mujer cuando aun semiadormecidos y poco atractivos por las huellas de la noche en nuestros respectivos rostros y alientos, chocamos a la entrada del baño.
Qué tendran de buenos? le respondí y guardamos silencio.
Era lo único que necesitabamos decirnos para sobrevivir año trás año.
Y mientras lavaba mis dientes, me acordé de un trozo de un poema escrito por Dylan Thomas:
Me has olvidado?
Soy el hombre al cual decias amar.
Yo acostumbraba dormir entre tus brazos.
Te acuerdas?
Una luciérnaga apagó la luz de su cuerpo y se fue a dormir. Y yo con ella. Y deseé que mi prostata también para dormir en paz.
No rompan nunca la armonía de una vida feliz, o de un parto con cesárea!
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