NOSTALGIA
Arrímate a la noche
ahí todos podemos añocheciar,
arrimados al acodado mármol de Carrara,
con sus vetas de azufre,
y la faz reflejada en el espejo
de un bolichero con cara de aburrido,
repasador al hombro,
para borrar olvidos
o memorias del tiempo de la nada.
El gato es parte, integración, silencio,
sortea las botellas, sacándole brillo
con su cola de estropajo,
a etiquetas gastadas
que sueñan con los ebrios
del tambor y la lonja
y el barrio de la Lata.
El taco de casín
suena seco en el espacio,
por la ventana abierta,
se oye el grito lejano
son las voces del viento de la playa,
dioses que trabajan frenéticos
en el mes que dios Momo
visita los tablados.
Sentados en el otoño longevo,
de nuestro mundo sin regreso,
nos preguntamos,
por la foto amarilla
de ese Gardel cansado,
por la foto del cuadro de mi barrio,
la copa que ganamos,
cuando yo y otros pibes,
garabateábamos el espacio.
Total no cuesta nada,
estar con cara de nostalgia,
ojos de libros, aquél de orejas largas
alegría en el gesto, que le queda al pelado,
y aquel flaco largo, siempre pensando
con cara de revolucionario.
Arrímate a la noche,
las polillas no pican,
las moscas volando siempre para el mismo lado,
la vida es un sueño, que debemos gastarlo,
total la noche a veces es corta,
y otros muchas veces, demasiado larga.
Cuando nos fuimos nos saludó aquel charco,
un sapo rompe noche se acordó de nosotros,
un silbido, un bote, un puerto disparando,
la última lamparilla
de la ventana abierta
con un gato pensando,
y un Gardel cansado.
Héctor Díaz
2007-10-12
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