Qué hay en común en estos dos videos? La deshumanización permanente de los uniformados del mundo entero.
Ambos videos muestran a uniformados armados, representantes de sus respectivos países, flagelando civiles. Y en ninguno de los casos, es algo nuevo. Los soldados yanquis - representantes de la “democracia” en el mundo – utilizan la tortura, el asesinato, la violación o cualquier otro acto inmoral de manera cotidiana contra sus “enemigos”, porque ellos consideran que es correcto hacerlo. Es decir, los principios morales y éticos de los yanquis en general, está muy por debajo de lo que cualquier persona normal puede considerar como aceptable. Y una cosa debemos tener bien claro; donde entran los yanquis queda todo plagado de sangre, cadáveres, ruinas, saqueo y petróleo menos para el país ocupado, o marionetas políticas instaladas allí para servir los intereses políticos, económicos o militares de la Casa Blanca en Washington.
Y esto ha sido así, desde que los asesinos de turno del Pentágono decidieron arrojar dos bombas atómicas contra Japón. Hecho que marca el punto de partida moral con que los yanquis miden su accionar. A partir de allí, todo lo que está bajo ese “principio”, es aceptado como normal, lo cual no es poco decir. Sin temor a exagerar, se puede asegurar que la sociedad capitalista yanqui, es una sociedad enferma que trata de “normalizar” sus síntomas bajo una legitimidad falsa que obtiene de la “comunidad internacional” que nada hace por condenar – y menos aún por combatir – el complejo yanqui de sentirse dueños y señores del mundo entero.
Con la policía chilena, por otro lado, sucede algo parecido y esto tiene una intima relación con el fenómeno del racismo y la discriminación institucional o estructural del estado chileno, pero también de la gran mayoría de su población. La manera más grafica de ver este fenómeno es hacerlo desde afuera. Sune Axelsson, una escritora sueca que vivió varios decenios en Chile, y que escribió dos libros sobre sus vivencias allá, reflexiona sobre la cuestión del origen de los chilenos. “Cuando los chilenos están algo bebidos, reconocen con orgullo sus orígenes mapuches. Pero cuando están sobrios, son todos de antepasados europeos”. Y esa dualidad atraviesa toda la sociedad chilena de punta a cabo. Y a su Estado también.
Y dentro de ese contexto, los mapuche son ciudadanos de ultima categoría, y son tratados de acuerdo a esa valoración. Un policía que se atreve a utilizar los argumentos de la violencia armada contra una mujer que sostiene a su hijo en brazos, no lo haría jamás con una mujer del barrio alto en similar situación. Como en el caso de los soldados yanquis, la policía chilena no tiene restricciones morales cuando se trata de reprimir al “enemigo”, en este caso a la comunidad mapuche.
Y cómo responde la prensa oficial en ambos casos? Con el silencio, o con la excusa de que son hechos aislados que no corresponde a la “alta moral” de las fuerzas armadas. Una pequeña nota por aquí, y otra por allá publicada no para mantener el debate en vivo, sino para minimizarlo, es lo más usual. En ambos casos, es incluso probable que se encuentren “culpables” o mejor dicho, chivos expiatorios que van a pagar “sus” culpas sacándolas de un contexto más amplio que, necesariamente debe pasar por cuestionar los principios que motivan a los uniformados tanto yanquis como chilenos, a cometer atrocidades contra la indefensa población civil. Porque es mucho más fácil culpar a un individuo que condenar a todo un cuerpo militar.
Dentro de esa misma línea, al genocida noruego culpable de más de sesenta asesinatos, lo están tratando de presentar en la prensa oficial como un “desequilibrado mental”, en vez de tratar siquiera de entender que su accionar fue producto de una decisión consciente que él tomó. Decisión basada en cuestiones ideológicas y que tienen que ver con la manera de ver las cosas de ese personaje, desde el punto de vista neonazi.
Es decir, en todos estos casos, la violencia en vez del dialogo. La intimidación como argumento principal, y el asesinato o el maltrato consciente de las victimas, como única forma de solucionar conflictos.
Siguiendo este mismo raciocinio, seria hora ya de revisar en forma critica eso de “Por la razón, o la fuerza”. Mi proposición al respecto es “Por la razón. Y siempre por la razón”.
Guillermo Ortiz-Venegas ®
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