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reflexiónes desde las cloacas

X-travagancias

X-travagancias


La mayor parte de mi existencia pasajera en este mundo, la he vivido en Suecia. País europeo en donde el vecino es un amigo, y el amigo es un enigma.
Treinta años de mi vida están intimamente ligados al lugar en donde vivo. Y si eso ha sido positivo o negativo, pues pregúntele a las esposas de mis vecinos que tienen la verdad escrita en sus diarios de vida cerrados con candádos de oro falso, y tapas de plástico natural, en sus dormitorios bien adornádos y en el rincón más recóndito de los mismos, que nadie podria descubrir. Salvo yo.

Soy un suequeño entonces! grité con euforia en una fiesta sin razón. O tal vez un suequino? pregunté, cuando me expulsaron de la misma por comportamientos indecentes, que poco conjugaban con la moral del dueño de casa. Y qué cuál era el orígen del anfitrión? La verdad es que nunca me enteré si era suecote o chiricote.

Y cuál es la puta diferencia? pregunté rascándome la nariz. Pero no obtuve respuesta porque nadie escuchó mi confusión algo alterada, ya que las páginas abiertas de una biblia perdida tosió prejuicios en mi mochila, llena de cosas inútiles y utencilios de advertencias sin sentido que siempre eligen el calor de mi joróba artificial, para pasar una noche plagada de prédicas y cánticos a un salvador que nunca llegará. Al menos no desde los cielos…

Y a propósito de putas. Hoy día me encontré casualmente con Mia en Folkungagatan, una de las arterias principales del sur de Estocolmo. Mia es narcómana y prostituta por necesidad. Y siempre está enojada con todo el mundo, porque tiene que vender su vagina para comprar unos cuantos gramos de amfetamina para poder sobrevivir. Y no me cuesta mucho entenderla. Porque si alguna vez en los altibajos de mi vida, me veo en la obligación de vender el agujero de mi culo al mejor postor para poder seguir respirando, no me haria muy feliz el saber que alguien lo compró.

Y Mia se enoja cada vez que yo, a falta de argumentos más inteligéntes, le digo que la “vida es asi, mi amiga”. Porque, qué más le podria decir? si su existencia es como un cuadro al óleo enramado con pinceladas definitivas, que nada ni nadie podrá cambiar.

Me senté en un pequeño parque a disfrutar del mezquino sol de la primavera escandinava. Y mientras degustaba una cerveza tibia, mis sueños volaron a la infancia de la ciudad sureña en donde me enamoré por primera vez, con la inocencia de un niño sin angustias por cuentas sin pagar.

Mi televisor antiguo mostraba su incapacidad silenciosa de canáles apagados, y yo - sin pensamientos desquiciados que me apresurasen a otros lugares - apreté el botón digital de mi DVD, recibido por servicios prestados a la vida. Y la muerte real dejó de existir. Como cortada por la espada de un ángel maldito.

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