Hablar del deporte rey nunca es errado
El artículo de ayer versó sobre asuntos relativos a la naturaleza. Y como hoy día sigue lloviendo y la gala por la conservación del medio ambiente y de información sobre las consecuencias que está causando el brutal cambio en nuestro clima, se está transmitiendo justamente en este instánte desde Sidney, aprovecho para escribir sobre fútbol.
Porque desde la caída del Muro de Berlin hasta hoy, han aparecido nuevas porterías por todas partes del mundo, y la tendencia parece que apunta a que siguen floreciendo como callampas en el bosque. Y los arqueros son siempre los mismos: países ricos que atajan con éxito los intentos de las masas pobres, de recoger las migas que caen de las opulentas mesas de los pudientes de la globalización capitalista. O colonizadores que pretenden protegerse de los intentos libertarios de sus colonizados. Como el muro de la desverguenza que levantó Israel y que atravieza territorio palestino cual cuchillo cercenando corazón herido. O el muro que los yanquis asesinos quieren levantar en las riberas del Río Grande. O el que España, con subvención de la maldita Unión Europea, quiere levantar en ambas orillas de Gibraltar. O el que autoridades brasileñas desean edificar alrededor de las favelas, cual patetico condominio chileno.
Pero como en el fútbol nunca se sabe, en una de esas ganan los que tienen menos chances de triunfar. Y les aseguro entonces que a todos los comentaristas del mundo, se les atragantará la palabra gol en sus pescuezos.
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