Blogia
reflexiónes desde las cloacas

ENTREVISTA EXCLUSIVA A TERESA ROMERO

ENTREVISTA EXCLUSIVA A TERESA ROMERO

’Avisé en el centro de salud de que había cuidado a los misioneros’

  • ELMUNDO.es entrevista en exclusiva a Teresa Romero, primera contagiada de ébola fuera de África, desde el aislamiento del Hospital Carlos III, ya superado el virus mortal
  • ’En ningún momento he reconocido que me tocara con el guante en la cara’, asegura
  • ’La muerte de Excálibur me parece un asesinato’, asevera
  • ’Estuve 50 minutos en la habitación limpiando y nadie me avisó para que saliera. Aquel día, no sé por qué, no había supervisor. Doblar el colchón fue difícil’, explica

 

 

Si una imagen vale más que mil palabras, la sonrisa sobre estas líneas más aún: se trata de la primera fotografía que se publica de la auxiliar Teresa Romero, la primera contagiada de ébola fuera de África, tras vencer al virus.

Pero están las palabras: en esta entrevista exclusiva, una semana después de superar el trance, Romero niega haber cometido errores al contagiarse, rechaza haberse tocado con un guante y asegura que avisó en el centro de salud, cinco días antes de su hospitalización, de que había tratado a los misioneros del ébola. Pero, sobre todo, sonríe.

Teresa, sabes que has estado... Vamos, que se puede decir que has vuelto a nacer, ¿no?

He vuelto a nacer, es cierto.

¿Y lo sientes, Teresa?

Y lo siento, y lo siento así.

¿Sabes que la gente, fuera, está muy pendiente de ti, no?

Pues no te puedo decir, porque llevo muchísimos días sin salir a la calle, no te puedo decir cómo está la calle.

Claro, pero sabes que la gente te tiene mucho cariño porque has superado una enfermedad que causa mucho miedo, ¿no?

Bueno, pues se pasa mal. ¡Qué voy a decir!

¿Qué recuerdas de los momentos más complicados? Tú misma le decías a tus compañeros cómo tenían que asistirte, cómo tratarte, ¿verdad?

Bueno, yo no sé ni lo que les decía. Yo les decía que estaba muy mal, que no estaba muy bien, que me encontraba fatal, que me encontraba mal. Y, bueno, que estuvieran tranquilos...

¿Y quién crees que tiene la responsabilidad de que tú te contagiaras?

La responsabilidad... No lo sé.

¿Tú crees que la tienes tú?

Yo creo que no, no la tengo yo. ¡Cómo voy a ir a contagiarme el ébola a posta!

Obviamente.

Obviamente.

El nombre de la mujer más buscada de España lleva un mes monopolizando telediarios, temores y conversaciones de bar.

El cuerpo de Teresa Romero estaba en proceso de desmantelamiento por culpa de «el bicho», como lo llama su marido,que este lunes salió al fin de la cuarentena, cuando la mujer, de 44 años, llegó al Hospital de Alcorcón al grito de «cuidado, que creo que puedo tener ébola».

Era el lunes 6 de octubre. Desde entonces, Romero ha estado en todas partes, pero realmente en ninguna, más allá de su pelea a vida o muerte en un cama del Hospital Carlos III, rodeada de astronautasvestidos de «pollo», como llama ella a los trajes de protección amarillos.

En los peores días, hizo entrevistas -la primera, en EL MUNDO- que ahora, asegura, ni siquiera recuerda haber hecho. La lucha con el virus no le dejaba ni un gramo de fuerza para recordar, casi ni para respirar: su respiración, trabajosa, aterrorizaba más que angustiaba al otro lado de la línea.

Su responsabilidad en el contagio

Contestando con monosílabos, Teresa (porque así, por su nombre, la comenzó a conocer la opinión pública) apenas esbozó un discurso dudoso sobre la responsabilidad de su contagio de ébola, el primero de la Historia fuera de África, nada más y nada menos.

Tras asegurar a este diario con voz cansada que no tenía ni idea de cómo se había contagiado, en otros dos medios sí dejó entrever la posibilidad de que se hubiera tocado con un guante en la cara.

Entonces Teresa apenas podía hablar, pero la versión oficial de su muerte parecía establecida: se tocó con un guante en la cara y, apuntó el consejero madrileño de Sanidad, Javier Rodrígueztal vez «mintió» sobre su fiebre.

Aquellas declaraciones tuvieron lugar un día antes de la fecha fatídica: el jueves 9, un fallo multiorgánico parecía llevársela al otro barrio (una radio lo aseguró) con la culpa del contagio, mediáticamente, bien adosada en su chepa.

Todo parecía atado... Y sin embargo, aquí tenemos a Romero un mes después, vivita, coleando -los médicos no saben exactamente cuál de las terapias utilizadas la salvó- y sobre todo hablando. Diciendo que no, que no recuerda haber cometido ningún error, y que si pasó demasiado tiempo en la habitación del segundo misionero fue porque nadie la avisó.

EL MUNDO publica hoy, en exclusiva, su primera entrevista tras vencer al ébola. Ella contesta enérgica. Viva. Y escuchar sus palabras emociona al más pintado.

Teresa, haz memoria. ¿Recuerdas haber cometido algún error en la dichosa habitación?

No, yo hice el protocolo como lo hacemos aquí habitualmente.

¿En algún momento recuerdas haber reconocido que te tocaste la cara con un guante?

¿Si en algún momento lo he reconocido? No, no, en ningún momento lo he reconocido.

¿Y por qué ha salido entonces publicado que sí lo has reconocido?

Pues no lo sé.

¿No te acuerdas de nada, de que fueras entrevistada?

La verdad, no me acuerdo.

Entonces, ¿por qué se ha brá producido el contagio?

Pues no lo sé. Yo no lo sé, qué te crees, que si sé... Pues no... ¿Si sé cómo se produjo el contagio estoy ahí? ¿Producirme el contagio a mí misma?

¿Tú dijiste en el centro de Salud que habías tratado a pacientes con ébola?

Sí.

Vale, muy bien. ¿El médico qué te dijo?

¿Que qué me dijo? Pues me mandó paracetamol [un medicamento que enmascara los síntomas del ébola y retrasa, a veces mortalmente, el diagnóstico de la enfermedad].

Teresa, esto es muy importante: ¿seguro que le dijiste al médico del centro de salud Laín Entralgo que habías tratado a los misioneros del ébola?

Sí, sí.

¿Y él no lo tomó en consideración para ponerte en cuarentena, simplemente te recetó paracetamol?

Sí, nada más.

La Comunidad de Madrid ha sostenido desde un principio que Romero no dijo en atención primaria, seis días antes de su definitiva hospitalización, que había tratado a los dos misioneros españoles que murieron de ébola en el Carlos III.

Su marido, Javier Limón, ya aseguró a este diario el pasado domingo que, a la pregunta aquel mismo día de si había avisado en el centro de salud, ella le había respondido afirmativamente. Ayer Teresa lo corroboraba a este diario. Pero volvamos al momento clave: el del contagio.

¿Puede ser que estuvieras el último día en la habitación del misionero 50 minutos?

Sí puede ser, sí.

¿Y por qué estuviste tanto tiempo, Teresa?

Porque hubo que recoger, el fallecido ya se había ido, hubo que recoger toda la habitación y el colchón hubo que doblarlo y hubo que precintarlo.

¿Lo del colchón sí que fue difícil, no?

Lo del colchón fue... Pues claro, éramos tres chicas... Pues sí fue un poco... Tardamos bastante tiempo, me refiero.

¿No había alguien, un supervisor, viéndoos, para avisaros de que estábais demasiado tiempo allí?

La verdad es que nadie nos avisó.

¿Pero habitualmente sí había un supervisor allí?

Habitualmente siempre lo hay, sí. Siempre lo hay.

¿Y por qué ese día no?

Ese día ya no estaba el fallecido, o sea, ya no estaba el misionero, perdón... Pues ya no lo sé, no te lo puedo decir por qué estaba o no estaba, yo sé que estaba a mi trabajo.

Tú te pones a hacer tu trabajo y a ti te tienen que avisar de que tienes que parar, ¿no? ¿Te sentiste cansada en aquel momento, esos 50 minutos que estuviste en la habitación?

Un poco agobiada sí, pero cansada no.

Porque con el traje se suda mucho, ¿no?

Sí se suda, sí. Bastante agobiada, bastante.

Durante todo ese tiempo, esa semana antes de que fuérais al hospital, tú estuviste tomándote la fiebre...

Sí.

¿Y fuiste tomando nota?

Sí lo hice. Sí lo tengo apuntado en el teléfono. Yo creo que sí, que lo tengo, si no se ha borrado, sí, lo tengo apuntado en el teléfono.

Esta entrevista, realizada por teléfono (no se la puede visitar aún), se realizó a la tercera tentativa. Las dos primeras fueron, además de periodísticamente frustrantes, desoladoras para los implicados: Teresa, recién vencida la enfermedad, pero todavía con virus muertos en sus fluidos corporales -y por tanto aún aislada en presión negativa-, sólo era capaz de articular un largo y sinuoso lamento, apenas un grito.

Toda la tensión de quien acaba de bailar con la muerte, y vuelve a aterrizar exhausto en la vida, se le vino encima. Y le acababan de comunicar la muerte -la «ejecución», dice su marido- de su perro, Exkálibur (así, con k).

Contemos ahora una interioridad: Teresa y Javier se llaman entre ellos «guapo, guapo» (ella a él, pero también él a ella) porque así llamaban a su American Stanford, que no sólo era su «hijo adoptivo»: fue también, durante 10 años, un sólido vínculo emocional entre ellos.

Teresa, a Exkálibur sí que se lo llevó el ébola...

Me parece un asesinato.

¿Quieres que se pidan responsabilidades por su muerte?

Claro que quiero, por supuesto.

Explícalo mejor, por favor.

¿Qué lo explique mejor? Porque a ver, que el animal es inocente, qué culpa tiene el animal que está en casa tranquilo y tienen que venir a cogerle y asesinar al perro...

¿Y el consejero de Sanidad de Madrid?

Es un irresponsable.

Renacida en apenas cuatro días -este periodista ha podido comprobar en imágenes la evolución de su aspecto, cómo ha ido ganando peso, luz y sonrisa-, a Teresa y también a Javier les preocupa especialmente la avalancha mediática que se les viene, muy probablemente, encima.

Un vago eco de ese interés ya les ha ido llegando en el mismo hospital en el que ella trabaja, y al que la crisis estaba golpeando especialmente hasta que, paradojas de la vida, lo revivió el ébola: «Sí era difícil trabajar aquí así, sí», dice.

¿Has notado el cariño de tus compañeros estos días?

Hombre, por supuesto, je, je, je... Lo que más.

¿Qué te dicen?

¿Qué me dicen? Pues muchos ánimos, y que a ver si se quitan los trajes amarillos para darme abrazos y besos, y venga, y venga y ánimos y ánimos... Y me traen de todo, y «¿Qué necesitas?», y así, bueno, es increíble. Yo agradecida hasta la muerte. Estoy muy emocionada. Lo peor ha sido lo del perro.

Claro, pero cuando salgas habrá que darle un sucesor a ’Exkálibur’, ¿no?

Yo quería un perrito, sí. A ver, buscarme uno.

Y ahí interviene, no lo puede evitar, Javier: «¡Una Exkalubita!». Y Teresa Romero se ríe, y todo vuelve a empezar.

El Mundo.es

 


 

Y hoy se llevan colchones nevera y sofá del piso de Alcorcón

Y casi cinco semanas después, los servicios de desinfección de la Comunidad de Madrid pasarán hoy por el piso de Teresa Romero y Javier Limón, en la Avenida del Pinar de Alcorcón, para terminar de desinfectar el apartamento, cerrado a cal y canto desde que se llevaran de allí al perro Exkálibur y lo sacrificaran después de limpiar las zonas comunes del edificio, el número 35, en cuyo 6ºA vive la pareja. De hecho, Limón firmaba hace escasos días el permiso para que las autoridades penetren hoy mismo en el lugar, y se lleven los enseres que más preocupan desde el punto de vista bacteriológico y de otro posible contagio. Estos son, más concretamente, el sofá desde el que la pareja veía la TV, los dos colchones de las dos habitaciones y la nevera, a la que iban a parar alimentos y posibles rastros de virus. Esta vez no se ha necesitado una orden judicial para que los servicios de desinfección, que ya sembraron la inquietud en el lugar hace un mes, entren en la casa: el propio Limón lo ha autorizado, y ayer mismo se planteaba entrar él también con sus efectivos por un motivo: en la cocina se quedó el informe realizado por el primer médico que vio a Romero aquella aciaga madrugada del 6 de octubre. Javier Limón, que salió del Hospital Carlos III sin su historial médico pese a haberlo solicitado, y que sopesa demandar a las autoridades sanitarias por el contagio, temía que el documento de la cocina desapareciera misteriosamente de un apartamento que, por motivos ajenos a él, tardará un tiempo en volver a ser suyo.

 


 

0 comentarios