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reflexiónes desde las cloacas

Muchos sin y pocos con

Muchos <em>sin</em> y pocos <em>con</em>

(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)

Héroes sin leyendas, vagabundos sin caminos, aventureros sin hazañas, y tuertos sin ojos de cartón fueron mis aliados, el día en que opté por comprender los textos de los manuscritos sin letras, que la armaduria de mi historia me ofreció como alternativa de perdedor.
Y saqué las lagrimas que colgaban de las pestañas de tu corazón, cuando bebia una cerveza con Don Parandón, y aquel que metió las manos bajo tus faldas y acarició el interior de tu emotividad, encontró un pedazo de mi aliento que sin apetito mas mucha razón, rezbaló por las axilas de tu cuerpo perfumado de sudor. Y cuando meti mi hocico para languetar la brisa de un amor ya sin pasión, me pregunté si la pesadilla de una buena noche sin dormir, no estaria sentada a lo mejor en algun un bar, sin vecino al que recurrir para preguntarle quien seria el ganador.

Y me fui sin cantar ni llorar al futuro incierto de un destierro sin solidaridad, mientras el latido monotemático de mi corazón corria a la par que tu reloj despertador. Y te despertastes enojada cuando vistes que tu vaso no era tuyo sino el mio, y en la complicación de aquella confusion fuimos poco a poco perdiendo el gusto de amarnos con ardor.

Intenté abrazar tu cuerpo tenso, lleno de matices que nunca antes habia olido y el sabor de mis recuerdos me alejó de la ilusión de una vida eterna al lado de tu amor.

Y sentado en el salón que la puta fea Petronila puso a mi disposición para pasar mis penas sin rencor, bebí un sorbo del café que me ofreció, algo amargo y sin sabor, como compensación por servicios prestados a la nación.

La tibieza de un sol descolorido de tanto prende y apaga que le ofrece la noche cada vez que se le ocurre iluminar mis sombras cuando salgo a caminar, alumbró también el bruno de tu pelo cuando sacastes mi imágen de tu monedero, la pusistes en un sillón del tren local para que depositasen algunas monedas sobre la misma cual foto de mendigo europeo, cepillastes tus dientes blancos con la nieve escandinava, cerraste la puerta sin portazo exagerado y la fragancia de tu paso por mi vida, se confundió con la de los vertederos que atraviezan el entuerto de la sociedad en que vivo.

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