Memorias de una fiesta inolvidable
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Hay guerras sánas, otras no tanto y las más, muy crueles
La guerra del agua que se llevó a cabo hace unos días atrás en Estocolmo, pertenece a la categria de las guerras sánas. La guerra de los tomátes en España también.
Y aún cuando esas dos manifestaciónes pacíficas de guerras declaradas atraen a un montón de contendientes, pareciera que las guerras no tan sanas atráen a más.
Göran se despertó con un agudo dolor de cabeza y por algunos segundos no pudo focalizar sus pensamientos en algo más o menos cuerdo. La resaca era espantosa!
Miró hacia el techo de su dormitorio y reconoció las pequeñas manchas de zancudos aplastados en medio de la noche sobre su superficie, y respiró algo aliviado. Al menos estaba en su casa! pensó.
Se levantó con dificultad y dirigiendose al baño pudo constatar las siguentes heridas de guerra: un ojo bañado en sangre cuya pupila apenas se distinguía; una herida en el párpado del mismo ojo; un par de muelas sueltas; morotónes en el biceps del brazo izquierdo; una herida a la altura de la rodilla del mismo lado; dolóres en la nuca y una vena reventáda sobre el muslo de la pierna derecha.
A veinte kilómetros de alli, Henrik intentaba acordarse de la noche pasada sin lograrlo del todo, pero a juzgar por los dolóres en su cuerpo, habia sido una fiesta memorable la cuál habia organizado en su enorme departamento. Se dirigió al baño y contastó pequeños destrozos por aqui y por allá. Exactamente asi como debe verse un campo de batalla! pensó con algo de regocijo y constató que la taza de baño estaba trizada.
Constató las siguientes heridas de guerra: dos molares quebrados; una enorme hinchazón en su labio superior; un herida en un pómulo y moretónes en su espalda y parte de su pecho.
No lejos de allí, Jonas se preguntaba una y otra vez que qué es lo que habia pasado en la fiesta de anoche, pues tenia una hinchazón justo al medio de la frente y sobre la misma, una profunda herida abierta que aún sangraba.
Pero si yo soy pacifista! pensó y decidió que eso de las guerras estaban afuera de la voluntad del ser humano.
En la zona del Eurocáucaso, se le ocurrió a la clase política de Georgia, cuna de José Stalin y otros dignatarios de la inteligenzia de la ex Unión Soviética, darle una lección a Osetia del Sur y sus planes separatistas. Y como no hay mal que por bien no venga, aprovechó Putin esa ocasión inesperáda y ocupó Georgia a los bombazos, cañonazos y otras exquisiteces de la maquinaria de guerra rusa.
Y a juzgar por los resultados obtenidos, los fuegos artificiales de tal fiesta inolvidable, han grabado un recuerdo imperecedero en los participantes de tal algarabía un tanto seria y algo cruel.
Pero como dijo un general, es una suerte que las guerras sean crueles, pues de otra manera nos podriamos acostumbrar a ellas.
Pienso con algo de curiosidad si Bush el-Ignorantón y otros cuantos barónes de la guerra, no se perdieron ese enunciado algo ingenuo, de un general arrepentido.
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