Blogia
reflexiónes desde las cloacas

Historia de la gota que va al río

Historia de la gota que va al río

(Visita también: Héctor Díaz )

La música se pegaba al cristal,
binaria expresión de gotas contagiosas,
resbaladizas, hilachas sin sentido,
sucesión de puntos de líneas asimétricas.
El misterio de una carta inentendible,
el más allá preguntando por la noche,
la comunicación con el pasado,
la imaginación descubriendo esta poesía.
La voz inconfesable de un garganta húmeda,
el amor que ya no esperan mis células cansadas,
el agua como origen y camino del hombre,
la gota, el charco, la laguna, el río.
Entonces, no me importa repetirme,
cada gota, tiene su identidad, su miedo,
corren plácidas, haciendo su destino
mientras con mis ojos,
persigo sus inconfesos recorridos.

Me imagino al río gota a gota, llanto a llanto,
el río que es él y nunca el mismo,
una línea de sucesión de estrellas,
de noches reflejadas
en cada esquina de los tiempos.
De la gotita del cristal, al llanto, al río
no hay más que cuatro cantos,
cuatro noches sin sueños,
para descubrir el barro de la libertad,
la creación, el origen del origen,
el amor y el miedo,
cuatro pasos, para soñar contigo
para dejarme mojar por esa lluvia
llevado de la playa y de tu mano.

El río crece, y en el cristal plasmado
el discurso del hombre agradecido,
agradeciendo, la voz, el lápiz y el caballo
la forma sin dios, ni amo,
la cara informativa de los libros,
el color, el espectro solar, el arco iris
tu mano manejando los contornos,
la nostalgia negra de tus ojos raros,
la alegría del niño, con sus manos jugando.
La gota hecha río, color, a veces pardo, morado
marrón, verde y hasta blanco,
cuando el reflejo del sol va borroneando,
tu recorrido lento de verano.
La flor te lo agradece, el césped, el campo,
el río fue haciendo las ciudades,
la savia, la metamorfosis de las cosas
lo irreversible del amor y de la muerte.

Corriente abajo, en el recodo de la meditación
le diste vida al pie del forastero,
le regalaste la playa necesaria,
para que fuera construyendo
su ciudad, su templo.
Le enseñaste tu soledad, tu temple
y con la ayuda de las manos del tiempo,
humanizaste a los humanos
en sus desesperanzas y tormentos.
Por eso con respeto, sigo el hilo
zigzagueante y eléctrico
en la pulida, fría metafísica del cristal herido
en una noche cruzada de truenos, rayos y desafíos.

Héctor Díaz
2009-11-16

Comentarios

0 comentarios