Qué seria del humor si no existiese la estupidez?
(Hmmm... no entiendo nada!)
Cuando tomé la decisión de volver a mi tierra natal después de jubilarme, y comenzar un nuevo exilio – esta vez, voluntario – me di cuenta que tenia ciudadania sueca y no chilena. Algo que nunca me había preocupado antes, pero para ahorrarme conflictos burocráticos, decidí entonces intentar recuperar la nacionalidad con la cual timbraron mi soma y mi psiquis, cuando salí atragantado del útero de mi madre.
En 1987 y como bienvenida a mi país de origen después de 14 años viviendo fuera de sus fronteras, me quitaron la ciudadanía chilena en el aeropuerto de Pudahuel, como condición para dejarme entrar en calidad de turista a mi propio país.
Hace poco me enteré en Estocolmo que en la “fértil provincia y señalada” hay una nueva ley que permite a los “ex-chilenos” recuperar su nacionalidad. Somos algo así como 360.000 los que estuvimos gozando del privilegio de ser apátridas, hasta que una nueva nación nos adoptó. Se nos promete además, que ese proceso se llevará a cabo sin mayores complicaciones. Sin embargo, tengo mis dudas que esta ultima aseveración tenga algún arraigo en la realidad. Eso está por constatarse. Y para que vean que mis dudas al respecto son más que motivadas, va de muestra un botón.
Después de haber llamado incontables veces al consulado chileno para formalizar mis propósitos, me encontré con las primeras sorpresas a las cuales ya deberé acostumbrarme, si he de volver a esos lejanos pagos, pienso. Nadie contestó nunca las veces que marqué ese dígito. Y el tono mismo de las señales del teléfono del consulado, fueron pájaro de mal agüero, pues sonaba como si hubiese estado tratando de comunicarme con los mineros del norte chileno, aquellos que estuvieron enterrados en esa burla de mina por más de 70 días y el mismo número de noches. Porque no era el ring-ring armonioso de un teléfono en uso el que resonaba, sino algo así como un ptrrr-ptrrr, ptrff-ptrff de artefacto en desuso o con defectos crónicos. Muchas veces esas señales simplemente desaparecieron misteriosamente del éter. O fueron reemplazadas por un pip-pip, pip-pip disonante y estridente que me hizo cavilar que, con toda seguridad es más fácil conseguir la nacionalidad china, que recuperar la chilena.
Decidí entonces, enviar un e-mail a esa legación para echar a rodar la rueda de la burocracia de nacionalidades, que no hará más que reafirmar algo que conoce hasta el más ignorante de los sabiondos. A saber; que el artículo 10 de la Constitución chilena (si es que sirve de algo…) establece que son chilenos, entre otros:
1. Los nacidos en el territorio de Chile, con excepción de los hijos de extranjeros que se encuentren en Chile en servicio de su Gobierno, y de los hijos de extranjeros transeúntes, todos los que, sin embargo, podrán optar por la nacionalidad chilena.
En fin, alcancé a enviar tres e-mailes antes de recibir respuesta del consulado chileno en Suecia, el reino de juguete escandinavo. Esta llegó hoy día a las 09:21 de la mañana, 7 de Enero del 2011. Y reza así:
Estimado Guillermo,
Ud. debe solicitar una hora de atención para hacer la solicitud de Recuperación de Nacionalidad. Nuestro horario de atención es de 9 a 11.30 hrs. 08-53480030. Deber traer identificación chilena (el cursivo es mío) y es gratuito.
Le saluda atte.,
XXX
Que este tramite sea gratuito me parece más que justo. Y es lo menos que pueden hacer por todos aquellos cuya única “culpa”, fue haber luchado honestamente y sin remuneración por la creación de una sociedad nueva, socialista y justa para todos.
Pero la torpeza de la burocracia mundial no tiene fronteras (Burocracia sin fronteras?) Buen nombre tal vez, para una asociación que apiñe a todos esos ominosos en una sola y gran compacta agrupación internacional de insensatez, para cuando hagan alguna conferencia internacional, poderlos mandar al carajo con la inmolación de algún bombardero suicida. Que inmaculado en su rol de usuario crédulo y cansado de tanto tramite estéril que tinterillos despiadados han descuidado con placer sádico, se ofrenda en la creencia férrea que su acto desesperado lo llevará a un paraíso libre de burócratas, y en cuyas puertas nunca colgará un letrerito que diga “Horario de atención al público, de 9 a 11 de la mañana”, escrito con tiza blanca.
Lo inexplicable de ese mensaje que recibí fue el enunciado aquel que escribí en cursivas y que todavía resuena en mis oídos como el culmea culmelor, como una plácida melodía a mis tímpanos profanos, como una cascada de agua que cae en cámara lenta ante mis ojos castos de paisajes impresionantes. Porque fue justamente ese, el efecto cautivante, hipnotizador y hasta fascinante que esa frasecilla causó en mi, cuando el funcionario de turno del consulado chileno la formuló: debe traer identificación chilena…
Me quedé un rato largo sin responder. Mudo. Atónito. Perplejo. Para luego preguntarme con desaliento, es esto una broma de mal gusto? Me están tomando el pelo? O no seré yo el que estoy confuso y turbado y nada entiendo de cómo funcionan las cosas en el país al cual pretendo reintegrarme? Porque esa frase no resiste análisis! Ni siquiera uno trivial. Yo he vivido 38 años fuera de las fronteras de Chile. Hace un cuarto de siglo que el estado chileno me arrebató la nacionalidad. Y ese mismo estado pretende ahora, que yo presente una IDENTIFICACION CHILENA, para recuperar esa misma nacionalidad perdida. Es inconcebible, por decir lo menos.
Porque es igual de irracional y ridículo que argumentarle a una persona cualquiera que va a comprar un hoyo terrenal en donde quiere ser sepultada, que la condición inquebrantable para llevar a cabo tan atrayente transacción, es que debe estar muerta.
Que me estoy metiendo entre las patas de los caballos? No cabe ninguna duda.
Pero como escribí al inicio de esta reflexión, qué sería del humor si no existiese la estupidez?
Guillermo Ortiz-Venegas ®
www.guillermo_suecia@hotmail.com
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