Estipulaciones insalubres
Hay dos cosas que son totalmente imprevistas en la vida de un ser humano, me dijo Pelle y su tono de filosofo sin prosélitos, me molesto. Sabes cuales son? agregó en forma provocativa. Y de nada sirvió que no le respondiese, pues de todas maneras añadió con un tinte triunfante en su voz: los mellizos!
La vida esta constituida de hechos casuales y de otros previstos, le respondí más que nada por dejar que mis labios machacaran palabras enrabiadas, que por contradecir lo que Pelle acababa de manifestar gloriosamente.
Como la vida que tuvo El Flaco Manguera en Estocolmo, hasta que la demencia comenzó a carcomerle la lucidez, abriendo un mundo de fantasía en el telón negro que comenzó a vestir toda su razón, del cual nunca más salió. Y empezó a cantar en las calles o en la soledad de su pequeño departamento, figurándose que era un famoso cantante internacional. Y cuando no estaba en su escenario quimérico, decía con todo el convencimiento de su estado insensato, que se hallaba tras los bastidores preparándose para actuar.
Los poderosos focos de luces a sus espaldas, la música acompañando su voz de Bocelli constipado, el publico agitando sus manos en la noche fabulosa y llena de jubilo, el soplar divino de los instrumentos de viento y el cantar hermoso de un coro compuesto por bipolares y esquizofrénicos llenaban su pecho de una enorme satisfacción. Los hipomanos integrantes de su coral imaginario, iban vestidos con trajes de chillonas sedas llenas de perlas y lunares resplandecientes que sin embargo, no lograban esconder del todo sus descubiertos hombros varoniles, en tanto que las esquizofrenicas iban con bolsudos jeans y largas túnicas para ocultar sus curvas femeniles. Porque desde que había entrado en su enajenación solo confiaba en los mano-depresivos, en los depresivos unipolares, los esquizoafectivos y los con síndrome de Asperger. Como si hubiese finalizado un cuadro en su vida pasada y estuviese componiendo uno nuevo, con los motivos que le ofrecía su naciente desvarío.
Dio unos pasos sobre el armazón del escenario y se acerco al micrófono. Los gritos de entusiasmo y los aplausos de los asistentes al concierto cobraron más fuerza aún. Los suspiros cargados de esperanzas de sus fans más apasionados y los gritos histéricos de las muchachitas recién entradas a la pubertad, lo convencieron todavía más de su irrefutable abolengo de ídolo mundial. Abrió sus brazos como el Cristo Redentor del Pan de Azúcar en Rio de Janeiro, para abarcarlos a todos en un abrazo impresionante. Pero se le olvidó en ese, su instante en la Tierra, el sano e ingenuo consejo que les dió el embajador plenipotenciario del imperio romano a sus amos, el cual fue pasado por cuchillo por su atrevimiento intelectual de decirle al cesar de turno, que quien mucho abarca poco aprieta.
Tal vez si hubiese entregado su suerte al dios Inti de La Tirana del Tamarugal, le habría ido mejor y pudo haber terminado sus días ofreciendo sus bailes y abrazos al pueblo de Tarapacá y sus visitantes, razonó Pelle con empatía desconocida.
La nieve caía suave pero incesante sobre casas, puentes, calles y espaldas sin techos en Estocolmo, y al tocar el suelo quedaba ahí formando dunas sin arena, pero el efecto era el mismo: porque si te ríes en el desierto se te derriten los incisivos y te quedas mostrando las encías quemadas. Pero si lo haces en el Ártico se te congelan los molares y se te caen uno a uno cada vez que dices a, la letra más usada en el idioma español. Mas cualquiera sea la razón de tal perdida dental, quedas tan desdentado como el jorobado de Notre-Dame, cuando el dios de los orines dijo Yahá! dejando caer una gruesa túnica de líquidos amarillos, sobre su bulto repulsivo.
Y la ultima esencia de la vida se le esfumo cuando el basurero de sus sueños dejo de funcionar porque se produjo un apagón en el barrio en que vivía, y al quedar todo oscuro se le ocurrió en su mente enajenada que había sido a causa de un complot de los bonne santé que según él lo odiaban a muerte porque lo consideraban un traidor, y fue a uno de los canales congelados de Estocolmo a arrojar su pesadilla. Pero cuando se dio cuenta que no eran sus sueños frustrados los que arrojaba sino su cuerpo, fue algo tarde. Y lo único que quedo de su recuerdo fue una camiseta con la imagen de la oreja de Vicent Van Gogh impresa en su reverso, que fue a rebalsar un contenedor de desechos reciclables, que un peatón de apellido Svensson encontró al lado del puente que une Södermalm con Gamla Stan, después que personal experto en rescates marinos, ya habían recogido su cuerpo trasladándolo a otra plaza invernal: las catacumbas de los depósitos de cadáveres en Suecia, en donde los despojos de la ex vida pueden esperar meses, antes de llegar a la humedad fresca y reconfortante que ofrece la Pachamama, como abrazo de despedida al asfalto artificial, y de bienvenida a la pureza del Génesis grandioso.
Guillermo Ortiz-Venegas ®
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