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reflexiónes desde las cloacas

La aparición

La aparición

El agradable golpeteo de la refrescante agua que caía sobre su cara, adornó su existencia de hermosas y exóticas voces que parecían aflorar desde lo mas profundo de la tierra. La estrepitosa cascada que acariciaba su desnudo cuerpo, era como un masaje espléndido en medio de su edén en la tierra, y juntando las manos en cuenca de dedos entrelazados recibió su fluido, para lavarse la cara con el mismo deleite que siente un amante abandonado al encontrar un nuevo amor.

Abrió su boca al mismo tiempo que cerró sus ojos, para gozar al máximo los chorros de agua fresca que corrían por su pecho descubierto. Y si estaba muerto y se encontraba en el paraíso, pues que viva la muerte! Pero si esta vivencia se estaba llevando a cabo en cualquier rincón del mundo, valía la pena entonces tomarse la molestia de estar vivo.

El agua que caía sobre él, parecía haber borrado con su esencia la línea sutil y milenaria del horizonte en donde el cielo se enreda con el mar, y se sintió feliz por primera vez en su vida.

Se sentó sobre las faldas tibias de una colina bañada de sol, y aspiró ansioso el aire que llenaba todos sus órganos de nuevos bríos.

De pronto creyó reconocer el texto de un lenguaje afable que lo llenaba todo de un embrujo maravilloso. Pero supuso que había sido su imaginación, la que malinterpretaba el sonido de una suave brisa que hacia balancear arbustos y ramas a su alrededor.

“Porque en esta fase de mi vida no hay idiomas, sino solo música y sonidos agradables”, pensó.

Giró sobre si mismo para permitir que los vitales rayos solares masajearan su espalda frágil. Segundo tras segundo, como máquina de tiempo intermitente, el viento evaporaba cada gota de agua que caía sobre él, formando invisibles manchas sobre su cuerpo relajado.

Por un momento creyó distinguir a través de la delgada cortina de agua, que como una fina tela de araña dificultaba su campo visual, una silueta que con pasos suaves y serenos pero a la vez decididos y firmes se acercaban a él, al mismo tiempo que el timbre de una voz bien conocida resonaba en el trasfondo de su cerebro: “Es tu ángel! Es tu ángel!” Y en ese preciso instante, comprendió que ¡por fin! había encontrado el sentido de su vida.

Los labios purpúreos, suculentos y húmedos del ángel, susurraron algunas frases que no logró percibir, al mismo tiempo que descubrió una perfecta línea de dientes blancos en una boca que, semiabierta, parecía sonreírle desde el otro lado de  la fantástica cascada que chorreaba sobre sus cansados ojos. Con fascinación observó que cada pequeño detalle del contorno de esa aparición imprevista, estaba rodeada de una aureola resplandeciente, igual que caros letreros luminosos nocturnos en Tokio, que alumbran maniquís más caros aun, parados sin alma tras escaparates de cristales blindados.

Una nueva melodía apareció en ese momento de su vida y extendiendo ansiosamente los brazos - así como lo hacen los hambrientos del mundo, cuando estiran sus famélicas prolongaciones para asir desesperados el alimento escaso -  intentó abrazar a su ángel. Pero antes siquiera que pudiese esclarecer en su mente confusa si eso había sido producto de una decisión suya o no, le susurró La Voz que dioses malignos eran los que habían dejado escapar el agua que corría sin control sobre su cuerpo y que en ese preciso instante, la estaba separando de su ángel.

“Donde estáis, dioses de los mil demonios!? Donde estáis!?” gritó amenazante, como si su bravata pudiese poner en peligro el poder de los fetiches, mitos, leyendas y prejuicios que los omnipotentes de distintas creencias habían instituido en el desventurado planeta Tierra, y blandió sus puños cerrados contra esas divinidades sombrías. Y su grito furioso, en medio de lo que ahora le parecía ser una silente y pacifica noche, semejó más el bramido de un vampiro sediento de sangre, que el tono lastimero de un adorador frustrado.

El ángel pareció no apreciar sus blasfemias contra tanto dios apático y retrocedió unos cuantos pasos. Algo confundido por esa reacción, supuso que a lo mejor esas criaturas divinas no estaban acostumbradas a codearse con los mortales, y creyó entender el dilema en el que había puesto a su ángel salvador. Y para compensar ese malentendido, retrocedió unos metros  también, arrastrándose desde la cascada a su mojada orilla, esperando el siguiente paso de la Aparición.

 

El calor de un tibio sol de verano malogrado ya se dejaba sentir sobre esa localidad, cuando Ambrosio fue despertado por una hermosa joven vestida con el obligatorio uniforme verde del camping, la cual con tono amistoso y bien formulado le pidió que saliese de debajo de la ducha al aire libre ubicada al frente de los vestuarios, y que se fuese a acostar a su carpa. Y le recordó también, de manera muy profesional y amable, que ese no era campo nudista sino lugar de recreación con ropas.

“Qué!?” articuló con sorpresa pero no obtuvo ninguna respuesta, pues la joven muchacha ya dirigía sus apresurados pasos a otros quehaceres de su geografía laboral cotidiana. “Pero, no la conozco?” se preguntó interrogando las intimidades más profundas de su cerebro, mas La Voz no estaba a su lado y no recibió respuesta alguna.

Miro a su alrededor mientras unas gotas de lluvia liviana comenzaban a caer sobre su cuerpo desnudo. “Maldito clima!” murmuro al mismo tiempo que se dio cuenta donde estaba. Y con la misma seguridad de quien sabe a ciencia cierta lo que hace, dirigió sus pasos hacia la superficie que se abría ante él, donde cientos de carpas de múltiples colores y casi el mismo número de sombras sin espectros, le indicaban que ese no era su hogar.Y como en muchas otras ocasiones, no tenia idea de como había llegado a ese lugar.

Y con la ultima dosis de dignidad que aun quedaba en él, caminó derecho y sin dudar, hacia el oasis de civilización temporal que se extendia ante sus ojos, sin saber exactamente hacia donde se dirigía, desnudo y confundido.

La esquizofrenia de su personalidad afectada había ganado una vez más, en la vida que estaba obligado a compartir con miles de millones de seres en este mundo.

Guillermo Ortiz-Venegas ®

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