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reflexiónes desde las cloacas

Apuntes del més de Junio del 2010

Apuntes del més de Junio del 2010

El martes 8 de Junio se presentó Withney Houston en Estocolmo. Fue la muerte de la voz de una gran diva, dijeron la gran mayoria de los periodistas suecos, “especialistas” en cuestiones de música. Fue el nacimiento de una nueva y fantástica voz! digo yo, especialista en nada. Tal vez no tan pura y clara como la que tenia hacen 20 años atrás, pero igual de maravillosa y cautivadora.

El día 10 de Junio sali de vacaciones. El 11 de Junio comenzó el campeonato mundial del deporte rey en Sudafrica. Chile hizo lo suyo con distinción, y tuvo la mala suerte de encontrarse con mi eterno favorito, Brasil, en los octavos de final, y a Santiago los boletos.

El 19 y el 20 de Junio cantó Tania en dos eventos distintos en Estocolmo. Fantásticos ambos! En uno de ellos le pidieron incluso autógrafos lo cual no es poco decir. Y el 19 de Junio fue el matrimonio de la parásita Victoria con el estúpido-Daniel, lo cual removió a todo el Estocolmo oficial y también al conjunto del  etablishment de esta provinciana región escandinava.
 Aparte de eso, ya van nueve suicidios cometidos en los metros, de aproximadamente trece que suceden cada año, cuando algunos  hacen estrellar sus frustraciones en los frios rieles de los trenes subterráneos de Estocolmo.

Y el 4 de Julio se terminaran mis vacaciones y todo volverá a su puta normalidad. Ese mismo día es el día nacional de los yanquis asesinos, y como buen regalo de onomástico les deséo que se vayan a la gran mierda, con todo su apestoso sistema capitalista de explotación! Disneylandia, Hollywood y Mc Donalds incluido.

 "Bienvenido!”, me dijo el tipo sentádo al otro lado de la recepción del camping con una impecable sonrisa de Pepsodent santificada por el Vaticano y financiada por la sociedad de consumo. Sus dientes eran tan blancos que por unos cuantos segundos me hizo perder la confianza en mi mismo, pues me recordó con toda frialdad que los mios son cada vez más amarillos y escazos. Pero me recuperé rápidamente de ese golpe bajo y le dije con voz de profesor primario ante parvulos avasallados, que queria arrendar un lugar bajo el sol de tan atractivo lugar. “Por supuesto!” agregó exagerando aún más su florescente sonrisa y depositó ante mi un montón de papeles, mapas y folletos. Unos tenia que rellenarlos con mis datos personales, etc, etc y los otros deberia guardarlos con mucho cuidado, pues ahi estaba toda la información necesaria, que me permitiria comportarme como un ser medianamente normal durante el tiempo de mi estadia alli. Es decir, no mear entre los arbustos, pues el camping contaba con excelentes unidades sanitarias para tales efectos alli instaladas, lo cual excluyó de una plumada mi posibilidad de defecar a campo traviesa y en las cercanias del lugar en donde instalaria mi carpa. O sea, a prudente distancia pero sin ser afectado a la vez, por odóres incompetentes con tal bello lugar. Porque la tosudez de mis esfínteres sobre mis movimientos peristalticos, son algo asi como un furioso tsunami estallando sobre una tranquila bahia del Pacífico.

Noté con cierta molestia que la sonrisa del recepcionista era tan permanente como el retrato desgastado de Cristo en escapularios pobres, o como un saxofón negro desangrando su nostalgia a la diosa Luna, y que no sacaba la vista del formulario que yo rellenaba. Dió un saltito inquieto cuando escribí que vivía en Estocolmo, pero no le dí importancia a esa reacción. “Le quiero informar algo!”, me dijo algo conspirativo y recién en ese instánte me di cuenta de su aflautada vocecilla, sus pestañeos excesivos, y lo asocié con su ya descrita sonrisa. Pero si era homosexual o no, poco me interesaba. La sexualidad del homosapiens es tan variada como todos los bichos y bicharracos que existen en la naturaleza. Y en última instancia, cada uno tiene el perfecto derecho de hacer lo que le de la gana con su culo. No vivimos acaso en democracia, carájo!?

“El asunto es que, no permitimos en nuestro camping a personas que vivan dentro de la provincia de Estocolmo.” Su rostro siguió siendo el mismo, su voz no cambió de tono y su actitud fue tan amistosa que me pregunté si el tipo no estaba bromeando conmigo. Y no alcanzé a formular respuesta pues rápidamente agregó que “Pero no se preocupe! Haremos una excepción con usted.” “Ningún problema!” Y claro. Una vez en el camping pude sin mucha dificulad darme cuenta que la gran mayoria de los que alli se recreaban eran alemánes, franceses, italianos, austriacos y hasta un par de familias gitanas de nacionalidad no especificada, más yo la excepción de Estocolmo.

Baños, cocinas y espacio habia mucho, pero mesas para sentárse a disfrutar de un reponedor desayuno después de incontables cervezas ante la pantalla gigante del televisor que transmitia los partidos del mundial, muy pocas. Tomé por consecuencia, la costumbre de sentarme en una enorme roca que estaba ubicada en uno de los costados da la cocina, como Budha brillando al sol, a engullir huevos remojados en mi gaznate con café fuerte y negro, para con ese ritual matinal recobrar poco a poco la consciencia de mi rededor.

Al día siguiente de mi llegada, y temprano en la mañana fui a las duchas para sacarme la angustia de una noche mal dormida. Me sentía sucio y lo único que deseaba en esos instántes era una reconfortante ducha sobre mi cuerpo, aún no completamente estirado gracias a los atáques implacables de horas bajo mi carpa tipo iglú con espacio para más de uno.

Tres vejetes estaban antes que yo. Todos en bata de levantar, sandalias de goma para resistir el agua, necesseres de todo tipo y diseño en sus manos, toallas impermeables y digitales, máquinas de afeitar eléctricas y un sinfín de cremas, perfumes, lociones y placas dentales tipo marcapasos, que me sentí de inmediato totalmente ajéno a ese paisaje de cuerpos flácidos, canosos y bronceados por sus viajes a través de la Europa del Sur, rumbo a otras latitudes algo más exóticas que sus propios países de orígen. Yo venia de una zona central de Estocolmo. Habia llegado alli en metro con mochila a mis espaldas, carrito con carpa a cuestas, transpirado hasta lo más recóndito de mis hendiduras, con la única esperanza de disfrutar de algo de sol y paz en mi caótica vida.

Esperando entonces que alguna ducha se desocupara constaté con sarcasmo en mis pensamientos, que mi necesser no era más que una bolsita de plástico transparente, que era el único que estaba vestido con un par de bluejeans cortado a la altura de mis rodillas, una camisa arrugada, sin afeitar, con los pelos de mi craneo apuntando a todos lados y unas ganas de cagar que no me permitian razonar de manera más o menos normal. Si voy a vaciar mis esfinteres pierdo mi lugar en la cola de la ducha, razono. Pero si no lo hago el riesgo es grande que me cague ipso facto, pienso y dejo mi lugar para dirigirme a los baños.

Tengo suerte! Hay uno libre y me instalo relajado alli porque mis excrementos salen a relucir temprano por la mañanas, cuando el padre sol ya está arriba en verano, o cuando la obscuridad de un invierno cualquiera hace difícil el despertar. Pero no ese mi caso, pues indiferentemente de lo solsticios o los equinoccios la mierda exige lo suyo.

Y alli estaba yo, sentado en una fila de cinco toiletes, unos al lado de otros muy concentrados en eso de defecar en silencio para no molestar a los vecinos. Algo de empatia todavia tenemos, digo yo! Pasaron algunos segundos y nada se sentia, pero cuando el primer fétido reprimido dejó sentir sus quejidos, fue como cuando el director de una orquesta sinfonica levanta sus manos al aire, para avisarle a sus músicos que ya es hora de romper el silencio con el sonido de sus instrumentos. O como cuando el baterista de una banda de rock, golpea cuatro veces con sus palillos para dar por comenazada una nueva interpretación. De esa misma manera, comenzaron nuestros culos a soltar sonidos de distintos tonos y volúmenes, sin importarnos la afinación de los mismos o que reacción podian provocar nuestras tripas, desesperadas por hacer sentir sus voces en esas cloacas veraniegas.

Y cuando ya me habia acostumbrado a mi bolsita de plastico, a mis pelos sin control y a mi eterna camisa celeste con cuadrillos en vez de pijamas, tuve una mañana la suerte de encontrar una ducha sin ningún alemán que la estuviese ocupando.
Entré, dejé correr la suave ducha tibia sobre mi cuerpo achicharrado por una inesperada ola de calor escandinavo que duró lo que dura un fétido en un canasto, y con los ojos semicerrados observo con algo de asombro, un jabón desconocido en el suelo mojado de mi pertenencia temporal en la tierra. Resfriego mis ojos para ver mejor, miro mi propio jabón que me sonrie su sonrisa resbaloza desde donde lo dejé, y concluyo que a mi vecino de aguas se le cayó su pedazo de limpiador silente y se deslizó hasta mis lares. No termino de elocubrar sobre tal fenómeno, cuando veo que un brazo entra por debajo del panel que nos separaba, y con una mano como tarántula confundida comienza a rastrear su jabón. Y tan rápido como entró, de esa misma manera se esfumó. Suack! sonó tal acto de desaparición, justo en el momento en que pensaba que si hubiese retrocedido treinta centimetros, otras melodias estarian sonando a mi alrededor. Es decir, más funebres que lo normal.

 Mañana comienzan los cuartos de finales del mundial de fútbol. Y bendigo a todos aquellos a los cuales se les ocurrió, hacen ya casi 100 años atrás, unir al mundo através de una pelota de cuero en vez de armas nucleares u otras estupideces parecidas. Y yo estaré instalado frente a la pantalla de algún televisor, para disfrutar noventa minutos de alienación voluntaria.

Y el lunes comienzo de nuevo a trabajar y pienso con encontrados sentimientos, que aún me quedan siete inviernos que sobrevivir antes de irme de aqui, a algún lugar en donde haya sol permanente, espontaneidad en las gentes, flexibilidad en la burocracia y la presencia inigualable de mi hija Tania a mi lado. Como plácido consuelo de años perdidos.

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(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)

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