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Piñera, un bodrio de primera calidad
(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)
En alguna ocasión Marx dijo que cada pueblo tiene el presidente que se merece. No sé si encontrarle razón, porque ningún pueblo se merece un mandatario como Piñera, uno de los peóres representantes de la oligarquía chilena, tiburón insaciable que sin duda alguna se dedicará a vaciar las arcas nacionales en beneficio propio y el de los suyos.
Difíciles momentos le esperan al pueblo chileno. No puedo dejar de pensar, eso si, que esta es una situación que se la buscó con su propia mano. Y un pueblo que elige a una figura como Piñera como presidente, no merece sino desprecio y compasión.
No puedo dejar tampoco que mis pensamientos vuelen hacia el pueblo mapuche, el cual ha sido violentamente reprimido y asesinado por los distintos gobiernos de la Concertación. Cuál irá a ser su suerte ahora, me pregunto?
Lo único positivo de esto es que el enemigo ahora está al descubierto, es identificable, palpable. No solapado, engañador y culebrón como hasta ahora: de neoliberalismo oculto tras retórica socialista.
La Casa Blanca en Washington tiene todo el derecho a celebrar y abrir botellas de champagne. Puesto que en Piñera tendrá un siervo leál, obediente y sometido a sus mandatos y exigencias.
Es hora que el pueblo chileno comienze a crear nuevas formas de luchas, con vanguardias constituidas desde las bases, al márgen de los partidos de la izquierda tradicional. Un enorme movimiento popular de rechazo al capitalismo salváje, es una buena manera de comenzar el año.
Desde Chile, me llegó una reflexión de la poetiza Antonia Cabezas. Léanla con atención.
Pensamientos
Cuando salí del liceo, mi primer trabajo fue en una tienda, envolviendo regalos durante la navidad de 1987. Era la difícil época de la dictadura y yo necesitaba colaborar con los escasos ingresos que recibía mi familia, luego de la larga cesantía de mi madre, psicopedagoga, con una cantidad de diplomas como para empapelar una muralla de nuestra pobre casa, pero que no era aceptada en ningún colegio por ser simpatizante del partido comunista. Es así como durante quince días envolví innumerables regalos que nunca hubiera podido comprar debido a mi desventajosa situación socioeconómica.
Recuerdo que cierto día, la dueña de la tienda, una mujer de mediana edad perteneciente a una acaudalada familia representante de la oligarquía chilena, me encargó que envolviera los regalos para sus parientes. Me di a la tarea de envolver perfumes, pañuelos de seda, corbatas italianas y un sin fin de costosos objetos, llamándome la atención un corriente envase de champú de marca Kent, que era uno de los más baratos y de mala calidad en aquella época. Yo le pregunté con curiosidad si el regalo debía llevar cinta de un color que combinara con el papel y ella con fastidio me contestó que lo envolviera como quisiera porque era para la nana de la casa y con palabras textuales me dijo: Ponle el papel que se te antoje, es un champú para la nana y esas monas se lavan el pelo con detergente o con lava lozas, así es que no importa.
Hoy, después de muchos años, no me puedo convencer que mi pueblo acabe de escoger al representante máximo, de una clase social que considera a todos los obreros y trabajadores como mano de obra barata y digna de explotación y desprecio. Lo único que me deja tranquila es que mi mano no vaciló en marcar el voto en contra de la derecha. Me entristece constatar que mi pueblo se encandiló con el brillo del dinero de un magnate que domina las riendas de su caballo corralero, estaciona su helicóptero en la azotea de su edificio, domina las comunicaciones con su canal de pésima calidad y lo único que no poseía era la presidencia. Pero finalmente terminó obteniéndola, gracias a la ceguera de los votantes y a la mala memoria de este Chile que me parece tan distinto a la esencia de lo que ha sido una nación digna, y que a partir de hoy comienza a inclinar la cerviz, para besar el anillo del Señor Feudal.
Antonia Cabezas
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