MOZAICOS: EL DOLOR QUE CORROE MI CAOS
(Visita también: Héctor Díaz )
En este rato libre que me déjà el sistema,
propongo la anarquía, que corroe mi caos,
mis versos son astillas,
de un tiempo de rodillas,
maderos para un barco,
que naufragó en la orilla.
No la obtusa poesía palaciega,
que conformó la forma,
el taller, la medida,
que no encontró la puerta,
que nos entraga vida,
y es tan solo un susurro,
de rapsodas vencidos.
Ahora van los cuentos,
A lomos de caballo, de mulas resentidas
como en los tiempos idos,
de las mil y una noche, de peregrinos viajes
de Simbad el marino,
de Alibaba en la cueva y el genio de Aladino.
Esta poesía que sueña a voz de la derrota,
nacida para perder en los ocasos,
naufraga en la vida cotidiana,
para pedir lismona en las esquinas,
donde la noche se cruza con el día,
los misterios de la urbe, se montan
en el caballo de los tragaluces,
y el tunelbana escondé
los sueños que van y vienen
día a día.
Testimoniar la vida,
en endelebles registros de spicotina,
palabra que no existe y si existiera
captan lo incaptable de la verdad-mentira.
Es la única función de los susurros,
de los vientos perdidos en el día,
en este aciago, beneplácito tiempo
en que ir o venir, aproxima a la vida.
Te veo descender por la escalera,
no sé tu carga emocional,
tu nombre será, Azucena, Maria
podrás ir o venir, bajar, subir
solo te pido, que hagas lo mismo cada día.
Como las bellezas se reflejan en la luna de
los escaparates,
te quedástes en la memoria del cristal,
mientras la pordiosera siniestra diestra,
de una emigrante del fondo de la tierra,
recuerda la perennidad de la pobreza.
Esta urbe de nombre tan lozano,
ampara todos los rincones de la tierra,
aquí se habla, inglés, sueco o troyano,
mandinga, guaraní, corso o slang
esa goma que sirve y que se estira
creando un nuevo abecedario.
Un bohemio poesia de la calle,
se fuma su último cigarro,
el último del día,
de su cajilla,
de su vida,
morirá en las trastiendas del olvido,
sobredosis de vida baticinará el forence,
por amar demasiado en los rincones,
dirá el cura de la capilla del hospital,
y un eterno proyecto de ley,
prohibiendo la mendicidad
descollará en las rúbricas de los diarios.
Todavía hay sol, la parte final de este verano
la niebla, la escarcha, la primera nevada
los frentes fríos, las lluvías importadas
aún son memorias del pasado.
Las sagradas escrituras y un libro de Kyppling,
el de las tierras vírgenes y virgenes mujeres,
duermen en el escaparate de la tienda,
Alibaba, sueña en la cueva de todos los ladrones,
revuelca entre los apellidos ilustres, ministros de economía
los reyes de las cartas, y de las ficciones nacionales
propulsores del gran capital y de los grandes puentes,
y de las grandes crisís y de las grandes muertes.
Este dios impoluto, el del templo,
donde reparten la sopa boba de los pobres,
me observa con el rabillo del ojo,
el sabe que no entregué el alma ni a dios ni al diablo,
yo sé que el es autosuficiente,
que se masturba de a rato y a escondidas,
aunque sea pecado esta palabra,
las muchachas del coro observan sonrojadas,
y el cada día esta mas pálido.
Héctor Díaz
20 September 2009
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