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reflexiónes desde las cloacas

Viernes a la noche. “Curado”

Viernes a la noche. “Curado”

(Visita también: Héctor Díaz )


Pelle caminaba sin apuro. Desde donde le observaba, la ventanilla expedidora de boletos de los trenes locales de Estocolmo, me pareció una sombra en un viernes nocturno. Dantesco, como las sombras que se le interponían a Beatriz en los reconcentrados círculos del infierno. ¡Frases cortas Héctor, frases cortas ! Esta invocación, era la voz perdida de un profesor de literatura que perseguía a mi subconsciente desde hace unos cincuenta años.

Viernes a la noche, en la mente se agolpaban las inesperadas impresiones que venían con Pelle y con una juventud alegre en busca de aventuras y con mis recuerdos lejanos sin cronología posible. Yo y mis prejucios, que me acompañaban desde aquellos primeros tiempos en que nos quemamos con la plancha a pesar de las advertencias de mi madre. Pelle venía con varias cervezas ingeridas, que había decidido traerlas puestas para que los guardianes con sus orgullosos e identificables uniformes rojos no se las hicieran volcar en el resumidero. Como es de conocimiento público, está prohibido beber bebidas que contengan alcohol en lugares “ públicos “. Las comillas las he colocado porque uno se pregunta si los restaurantes no son lugares públicos. En otras oportunidades hemos conversado con Pelle sobre la contradictoria naturaleza de estos fenómenos. No se puede entrar a un estadio deportivo con un refrigerio comprado en el kiosco de la esquina. Tampoco se puede ingresar al máximo coliseum sueco sin que los guardianes te revisen toda tu natura integridad. Cualquier ciudadano mediante y campante está expuesto a estos vejámenes si adquiere un billete vía internet para escuchar a Madona.

La alternativa está muy clara, me dijo Pelle, su mirada individualista se agudizó -: No ir a los espectáculos , marginarme del ritmo pulsante de la vida diaria y sentirme partícipe de una despreciable minoría que se asemeja más a los anacoretas modernos que al consumismo violador. Compartí totalmente la opinión de Pelle, y le acoté que en parte eran los motivos por los cuales había decidido hace mucho años “ exiliarme “ en esta garita expedidora de boletos de los trenes locales de Estocolmo. Esto tenía sus ventajas y desventajas. Entre las ventajas estimo una importante, una gratuita platea donde se observa pasar la vida. Algunos nacimos para mirar. Somos mirones de oficio. Se ve pasar la vida con todas sus alegrías y frustraciones, el proyecto encerrado que cada uno lleva consigo, anhelos, amores, desiluciones y el espíritu bullanguero que las nuevas generaciones manifiestan sobre todo, los viernes a la noche.

Viernes a la noche, dijo Pelle con sorna, correr detrás de una lata de cerveza o enredarse en el mundo de la música bailable. El bailar como objetivo o como medio. La relación de la danza y el amor, la meditación de la preparación furtiva al acto supremo que nos junta con el nacimiento y la muerte. El coito, el no ser o ser uno en todos, la madre como primera novia, los celos a mi padre por robarme el objeto de mis placeres. Las lecturas de Segismundo que me ayudaron a malentender mi complejo edipiano. Correr, correr, detrás de una lata de cerveza o enredarse en las formas de una mujer, esta es la cuestión. Encontrar una compañera de baile, regular las hormonas y darle rienda suelta a la enajenación semanal. Eso es lo que ofrece el sistema, la libertad democrática del sistema, la realidad tangible de esta prehistoria compulsiva.

Pelle se había soltado acotando que éste era el ser o no ser de la cuestión. Yo que estoy en edad de merecer (dijo Pelle ) adolezco de una melancolía tímida, que me inclina más al mundo de una cerveza que al de las polleras,” aunque eso era antes ”, ahora pantalones ajustadísimos, pantalones cortos, con medias por debajo con colores afrodisíacos, con maravillosas nalgas casi afuera, o justamente en el límite de lo que es adentro o afuera. Y uno las admira por sus generosidades, por sus llamados, por su entrega a la procreación y la búsqueda, la instintiva constancia de insistir hasta prolongar. Blusas con pechos, pechos sospechosos, pechos sin sospechas, senos insinuados, o incursionando en todo el espacio terreno. Pechos para abajo, pechos para arriba, blancos, negros o mulatos, pezones que se escapan, se dejan escapar del filo inexistente de lo posiblemente imaginable y de lo pundorosamente apetecible. Voluptuosidades del seno redentor, dadme un seno y chuparé el mundo, la madre, la tierra, la paz terrenal, cojan mucho, jerqueen, folleen, culeen, acoplen, forniquen y hagan menos la guerra.

Pelle exalaba un tufillo alcohólico que le hacía desvariar. Su líbido discurso de macho frustrado, falo alicaído, eros dormido continuó con su prosa ligera. Traseros que no disimulan nada a la búsqueda, a la quema de los momentos, y que no perdonan en absoluto la instintiva natura que en cada semental nos acompaña. De todas formas, en un intento de seriedad, me dejó saludos de Luis, murmuró algo sobre la cerveza: que era más barata, más higiénica y que lo único que podía dejarte era un dolor de cabeza o un malestar estomacal. En sus confusos exabruptos también se quejó de cierta música que le tenía deprimido. El bacilón por el bacilón no lo conformaba del todo.-: El mundo ese de la salsa, las músicas calientes de las siestas caribeñas, los cursos y los profesores salseros lo tenían podrido, ya que el potro bravío de su instinto eyuculante se lo había domado una novia salsera.

La salsa la vivía como un síntoma de decadencia social. Cuando con mi sapiencia profesional de vendedor de boletos y mi lejana aureola de macho latino, protegido por la ventanilla de la casilla donde desarrollo mi plusvaliada tarea de asalariado metódico, mi otro yo, el que llevo escondido y le miente a todo el mundo, ya que le gustan todas las porquerías posibles, intento moralizar el intercambio con Pelle, que con sus treinta años menos que mi otro yo y mirándome con sus ojitos de adolescente sueco y sin decirlo, me mandó a cagar detrás de los cipreses del monarca que están escondidos en los cuadros neo-románticos del palacio. Frases cortas Héctor, frases cortas, la voz de ultratumba seguía molestando. Quise confraternizar con la inquietud de Pelle y entonces le hablé desde la experiencia. Me equivoqué una vez más.

- La experiencia, dijo Pelle, no es más que la suma de los equívocos existenciales y que los seguimos arrastrando cuando nos ponemos a bailar con los fantasmas que todavía vegetan en nuestras entendederas. Me miró de soslayo y murmuró al descuido - Todo hay que mirarlo con la “ nuca ”, como a través de un espejo, que la vida, al igual que el movimiento circular de los culos de las mujeres, hay que observarla como si estuvieras mirando para otro lado. Hay que respetarles todas sus tendencias, sus libertades posibles, pero no ser cómplice de ninguna de sus estrategias. No cabe duda, Pelle estaba “ curado ”.


Héctor Díaz

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