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reflexiónes desde las cloacas

Mi médico de cabecera (Reconocimiento post mortuorium)

Mi médico de cabecera (Reconocimiento <em>post mortuorium</em>)


(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)


Mi medico de cabecera es algo fuera de lo común. Cuando recurri a sus servicios profesionales por problemas de insomnio, me recomendó con toda la erudicción que le otorga su investidura, que “un par de copitas antes de irse a la cama, le hará muy bien. Ya verá!”

En otra ocasión le confesé con algo de rubor que notaba con creciente preocupación que mis apetitos sexuales comenzaban a declinar. Me miró por sobre la montura de sus lentes, achicó los ojos, comenzó a golpear la superficie de su escritorio con un lapiz y apoyandose sobre el respaldo de su sillón me dijo con toda seriedad, que lo unico que me hacia falta era una amante jóven. “Y ya verá que todo vuelve a funcionar!. Pero ninguna prostituta!” puntualizó con gravedad en su voz. ”Porque si bien en el pagar no hay engaño, no es menos cierto que la compra de un orgásmo, excluye de inmediato lo más hermoso del juego sexual entre un hombre y una mujer: el precalentamiento, que las putas por falta de tiempo y horarios de trabajos algo incomodos, siempre lo borran de su menú.” Agregó con algo de indiferencia y dió por terminada su consulta conmigo.

Otra vez, cuando cuando empecé a subir de peso en forma alarmante, a quién dirigirme si no a él? Me miró rapidamente de arriba a abajo, cruzo los brazos sobre su pecho, soltó un pensativo “hmmm…” y agregó filosoficamente “pan y leche!”. Según su opinión, pan y leche es lo unico necesario en nuestra dieta cotidiana para mantenernos sanos y salvos de “cuanta enfermedad anda dando vueltas por ahí!” Y también para conservarnos con un peso adecuado y prudente.

Y no crean que no tenia consejo para todo. En cierta ocasión le manifesté que habia tomado la decisión irrevocable de no viajar más a Chile, mi país de orígen.
”Chile?” preguntó despues de soltar una tocesilla. ”Qué me decia usted de Chile?”
Que no ire nunca más, le dije. Se removió en su sillón de cuero negro y brillante guardando silencio. Reacomodó sus anteojos en la parte superior de su nariz, penetró espacios dentales con un escarbadientes plástico y carraspeando me dijo ”Está seguro?”

Santiago, Traiguén, Temuco, Concepción y Santiago otra vez. Trenes nocturnos, buses sin baños, viajes a dedo y sexo temporal. Mi vida asi como la de tantos otros, se deslizó sin que yo la pudiese controlar. Mundial de fútbol en 1962 y Chile en tercer lugar. Y si el mundo no sabia de la existencia de mi país, pues su nombre ya quedó grabado para siempre en estadisticas inmortales, una vez terminado ese torneo de gladiadores internacionales del balón.
Diez años tenia yo cuando el mundo entero dio un vuelco inesperado con la aparición de la televisión. Era en blanco y negro y solo dos canáles llenaban las pantallas de esos aparatos increibles. Aprender a leer y escribir, era más fácil en esos entonces. Y conversar también. Jugabamos ingenuos juegos de guerra en donde los muertos eran convocados a reunirse sin protestas cuando eran alcanzado por palabras y no por balas.
”Muerto eres!” decia el enemigo y las victimas se iban calladas a tomar su lugar en el sitio de los perdedores.
Mas ”muerto eres” no dijo el enemigo de la inteligencia cuando decidió que habia llegado su momento de actuar, diez años más tarde.
De improviso sostuvimos todos nuestro aliento, mientras la muerte nos inspeccionaba y la cigaña del dedo traidor indicaba el termino de nuestras vidas alegres.
La tragedia habia comenzado.

”Treinta años más tarde, muy lejos de mi país de origen y ya cincuentón, he tomado la decisión irrevocable de morir en otras tierras que aquellas que me vieron nacer. Y también que gusanos ajenos se hagan cargo de mi cuerpo cuando me eche a dormir para siempre.”
Apretó los labios, asintió unas cuantas veces con la cabeza, y juntando las manos como si fuese a rezar, me dijo con algo de desinteres en su voz ”ya hablaremos más adelante sobre eso. De lo que se trata ahora es que usted se cure de sus angustias. Escuche todos los días – y a horas que a usted le acomoden mejor - un par de canciones de su país y verá que dentro de poco sentirá una enorme nostalgia y ganas de viajar a sus terruños vernáculos. Hmmm…?”

Pero cuando sobrepasó con creces todos sus consejos anteriores fue cuando – y mucho gracias a su consejo de “un par de copitas por la noche” – comencé de manera lenta pero segura a caer en las redes de un inminente alcoholismo.
“No se preocupe!”, me dijo, agregando: “Su cuerpo se acostumbró simplemente a sentir el paso de un liquido vitalizante por su gargánta. Y eso se soluciona rápidamente con la infalible fórmula de la substitución! Y es muy simple: al revés de lo que hizo el hijo del dios de los cristianos, lo único que tiene que hacer usted es convertir el vino en agua, en vez de lo contrario.”
Miré hacia el cielo y aún cuando no soy creyénte, grité callado ”Dios mio!”

Y unos cuantos días antes de ir a su consultorio a pedirle consejos por la repentina aparición de pelos sobre inesperadas partes de mi cuerpo, me enteré de su muerte. Y por su secretaria supe que la causa de su deceso habia sido “cirrosis aguda por consumo exagerado de alcohol”.

Y no tuve ningún problema existencial ni tampoco senti remordimiento alguno cuando encontré un nuevo médico de cabecera.
Pero no pude dejar de preguntarme, si mi difunto médico no habria tenido algun original remedio contra la muerte. Y en tal caso no parece haber funcionado porque de morir, si que murió. Con entierro y todo. Y cuando fui a su sepelio se me vino a la mente que en estos ultimos años he estado en más entierros que en bautizos, lo cual sin duda alguna no inclina la balanza a mi favor.

Y más por pomposidad que por sinceros sentimientos emotivos, puse una tarjeta con la inscripción de “Gracias por los consejos!”en la guirnalda de flores que deposité sobre su ataúd. Y para renegar de sus conocimientos infalibles, me fui a putas a beber jugo ardiente de sábanas sin estrujar.

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