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reflexiónes desde las cloacas

Yo y las transacciónes bancarias

Yo y las transacciónes bancarias

(Visita también: Reflexiones desde las cloacas)


1. Postulado
El rol del Estado en las sociedades capitalistas – sobretodo en la yanqui – ha sido siempre cuestionado por las oligarquías nacionales de los países en los cuales profitan. Toda inmiscuición del Estado en al ámbito de por ejemplo, la Salúd, la Educación, las jubilaciónes, y sobretodo en el ámbito de la Economía ha sido tildado por esos payasos de ”socialismo”, ”comunismo”, ”dictatorial”, ”antidemocrático”, etc.
Pero cuando el Capital Financiero comienza a hacer aguas por todas partes, no tiene ningún impedimento ideológico en recurrir al “papá Estado” para que los ayude a sobrevivir.
Y el “papá Estado” lo hace, porque los tiburones financieros asi se lo exigen.
Sin embargo cuando un huracán desoló New Orleans casi borrandolo del mapa, el “papá Estado”, como en el caso de Bagdád, dejó esa “responsabilidad” de reconstruir esas ciudades moribundas, en manos de financieras privadas. Para qué? Para que ganasen lo suyo. Y son esas mismas financieras las que hoy día golpean las puertas del Estado y exigen contribución fiscal, para poder seguir profitando del pueblo necesitado y pobre. Hiporcresia o moral oficial?



2. Realidad
A propósito de la mentada crisis financiera por la que atravieza la sociedad capitalista de los asi llamados países industrializados, decidí que era hora de tomar medidas para resguardar las pocas coronillas que poseo, como muestra de mi papel responsable en el paraiso de la oferta y la demanda, y el consumo a rajatabla de la sociedad que cobija mis huesos. Porque si no me siento afectado, pienso con algo de rubor, podria significar que estoy afuera de los márgenes aceptables de cualquier ciudadano europeo occidental que se tilde de tal.

Y al mejor estilo de mi abuelo de mediados del siglo pasado, me vesti con mi mejor chaqueta, elegí un par de pantalones algo adecuado para tan solemne momento, introduje mi torso y mis extremidades superiores en una camisa blanca con cuadritos azules de manga corta, pues al fin y al cabo daba lo mismo si una chaqueta cubriria ese descuido.
Descubrí sin sorpresa que no tenia pasta de lustrar zapatos, y escupí unas cuantas veces sobre la superficie algo flácida de los mocasines negros que me regaló un amigo hacen ya más de diez años atrás, cuando constató con algo de enfado que a mi edad solo tenia zapatillas deportivas para calzar mis pies. Gracias! le dije y los arrumbé en algún rincón de mis escazas vestimentas y nunca más los volví a ver. Pero justo hoy día me acordé de ellos, y los desenterré de su exoneración y muy contento de mi decisión tomada, fui al banco a hacer algunos ajustes en mis cuentas sin interéses ni creditos a largo plazo. Que si bien no apuntaban a objetivos radicales, al menos serviria para que mi imágen quedase guardada en la memoria de las cámaras digitales que adornan las paredes de mi banco, como prueba irrefutable de que yo también crucé sus portales para tomar cartas en el asunto.

El tipo de trámites que me llevó a sus oficinas son en la actualidad cuestiones que normalmente se realizan o a través del teléfono con un sinfín de códigos y otras instrucciones con la que una voz grabada te va guiando por los laberintos de la burocracia telefónica, o simplemente, a través del internet.
Yo no tengo ninguno de esos servicios y la verdad es que no puedo explicar el porqué. O será porque simplemente el único contácto que he tenido con el banco en mi estadia aqui, se ha limitado al simple hecho de sacar un poco de dinero por aquí y otro por allá, en algúnos de los bancomáticos más populares y recurridos de la ciudad, y nada más.

A la manera antigua entonces, saqué dinero de mi cuenta en un bancomático ubicado en las afueras del banco para depositarla en la cuenta de mi mujer, quien por ser sueca a lo mejor tenia mejor credibilidad en el sistema financiero herido actuál. Pero a lo mejor no son más que prejuicios, porque en este caso, dónde podria estar la diferencia? Qué sé yo!

"Quiero depositar en la cuenta de mi esposa", le digo a la amable cajera.
"Es decir, quiere hacer usted una transferencia de cuenta a cuenta?" me dice sonriendo
"Ehhh ..." digo no muy seguro de lo que debo responder
"O es un depósito en dinero efectivo?" me dice algo más seria
"Si!" le digo con entusiasmo, y ella poniendo cara de consternación, me dice:
"Lamentablemente a partir del miércoles pasado, no manejamos dienero contánte en nuestras cajas!"
Puta madre! Y pa´qué carajos están los bancos!? pienso, pero no digo nada ya que rápidamente me estoy dando cuenta que el retrógrado en esto de cuestiones bancarias soy yo.
"Y qué hago ahora?" le digo a la cajera y el consternado ahora soy yo. Se pone a pensar un rato y me dice:
"Usted tiene una tarjeta bancaria de pago, no es asi?"
"Si", le respondo
"Entonces no es problema!" me dice, nuevamente con su cara llena de sonrisas gentiles.
"Lo único que tiene que hacer es re-depositar el dinero que sacó de su cuenta y ya está!"
Me quedo sin entender y le digo algo confuso:
"Pero si ustedes no manejan dinero en efectivo, cómo entonces..." y me quedo balbuceando sonidos ininteligibles. Suelta una pequeña risita, de esas que las parvularias usan para explicarles elementales cosas a los infantes de guarderias, y me dice:
"Al lado de la ventanilla del bancomático, hay otra en donde dice "Depósitos". Meta los billetes alli y ya está!"
"Aha!" le digo como si fuese el más experimentado en eso de depósitos sin cajeras de carne y hueso, y me dirigo a la ventanilla mecánica con la misma decisión de aquél que va al altar por obligación y no por amor.

Mas cuando me planto frente a la misma me doy cuenta que no tengo idea que es lo que esa puta máquina espera de mi! Salgo a la carrera donde la cajera y le pregunto si debo introducir mi tarjeta o...?
"Por supuesto!" me dice. Vuelvo a la carrera a la ventanilla automática y cuando voy a introducir la tarjeta... otra carrera hacia donde la cajera y le digo ya con algo de rubor en mi voz:
"Pero el depósito lo hago a mi propia cuenta o a la de mi mujer?"
"A su propia cuenta." me dice con paciencia. Otra carrerita y de vuelta a la ventanilla y cuando llego alli, me acuerdo que ni siquiera sé el número de mi propia cuenta! Otra carrera y adonde la cajera de nuevo!
"Olvidé el número de mi cuenta!" le miento ya con ansiedad.
"No se preocupe!" me dice riendo y agrega:
"Cuando introduzca su tarjeta, aparecera el número de su cuenta en la pantalla. Todo lo que tiene que hacer es confirmarlo!".

Una vez más frente a la pantalla meto la tarjeta, marco mi código y para mi sorpresa, aparecen dos cuentas, con dos distintos números, en vez de uno solo, me cago en dios!!!
Pero esta vez dejo que algo de adrenalina que chorreaba a mares por mi cuerpo dejáse de fluir, me lo tomo con calma y me digo que tan imbécil no puedo ser.
Una de las cuentas que aparece en el display del bancomático es una de ahorro y la otra mi cuenta personal. Y como yo sé que mi cuenta de ahorro está más vacia que el cráneo de Bush el-Ignorantón, elijo la otra y eureka!!! Era la correcta.

Pero los lios no terminaron alli. Una vez elegido el número, aparece un mensáje en la pantalla del bancomático que dice "Cuando se abra la tapa, introduzca los billetes" Qué puta tapa? pienso y ya con el mierdómetro cercano a los 100 grados - pues yo ingenuamente creia que los billetes se introducian de a uno en uno, en alguna ranura como esas que tienen los bancomaticos. Pero no! Y veo que una enorme bocaza se abre y aparece otro mensaje en la pantalla "Introduzca los billetes. El máximo son cien." Saco rápidamente las cuentas y concluyo que yo no tengo ni siquiera el 10% de esa cantidad, de tal manera que con mucho cuidado (como para que los malditos billetes no se fuesen a quebrar o a trizar) los introduzco en la bocaza y apreto el botón de ENTER, más por intuición que por conocimientos. Y el maldito aparato funcionó!

La tapa se cierra, la enorme bocaza se traga mis billetitos, y cuando ya los estaba hechando de menos veo aparecer otro mensaje en la pantalla "De ocho billetes introducidos, 7 han sido aceptados. Intentelo de nuevo". Me cágo! esto más parece un polvo con un robot que otra cosa! pienso. Introduzca! Saque! Introduzca de nuevo! Qué mierdas es esto!?
Se vuelve a abrir la bocaza del bancomático hambriento, y veo que mi octavo billete estaba alli. Algo triste y desamparado, abandonado a su suerte por ser distinto a los demás! Hasta logré sentir algo de compasión por el maldito billete, y pensé que con toda seguridad si seguía en este rollo, terminaria en lo del locario local con terapia vitalicia!

Saqué el billete de marras, lo embellecí un poco aun cuando no tenia ni la más puta idea de que deberia hacer para que fuese aceptado. Pero en fin, Cenicienta y el Patito Feo tuvieron más lios que yo, y se las arreglaron igual, pienso optimista.
Vuelvo a introducir al discriminado billete y ... por fin! un mensáje en la pantalla me dice que "Transacción exitósa". Gracias, conchas de tu madre! le digo para mis adentros y vuelvo donde la cajera.
"Ya!" me dice ella."El dinero ha sido depositado en la cuenta de su mujer!” "No fue tan difícil, no es verdad?" agregó con una sonrisa en su bello rostro y me dieron ganas de pegarle un bofetada, pero en cambio le dije también muy amable:
"No! No, en absoluto! La verdad es que es una suerte que existan estos servicios para facilitar las cosas! Hasta luego y muchas gracias!"

Y sali de alli con una experiencia más en mi vida. Pero si fue positiva o negativas, el tiempo lo dirá. Pero de algo si estoy seguro; si de lios financieros se trata, dejad que los expertos hagan el trabajo.



3.Conclusión
Más, ojo! no confieis nunca en el Fondo Monetario Intenacional (FMI). Tampoco en la Organización Mundial del Comercio (WTO) y menos aún en el Banco Mundial (WB). Tampoco en vuestros gobiernos, ni en vuestros políticos regionales o nacionales. Tampoco en vuestros curas confesores, en vuestros immames, rabinos o amantes de turnos. Ni en policias o militares. Tampoco en diplomáticos hipócritas ni en periodistas profesionales. Menos aún en abogados, y jamás en notarios. Tampoco confieis en vuestros diarios dominicales, ni el Internet. Ni menos en vuestros bancos y sus agentes arribistas.
No confieis tampoco de agitadores políticos que solo quieren vuestra conciencia para utilizarla en la tómbola de sus propios interéses. Y menos aún si tienen barba!
No confieis tampoco en vuestra sombra, y menos en la mia! Porque al final de cuentas, la confianza es asunto de seres humanos credulos, y no de seres humanos concientes.
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