Pandemónium paradisiaco
Del latín paradisus
(En el Antiguo Testamento, jardín de delicias donde dios colocó a Unos y Otros. Algo asi como un ejército avasallador al lado de su contrincante de poca resistencia)
De porqué los milicos portan medallitas de chatarra y otras baratijas de metal acuñado - comúnmente redondas - con alguna figura, inscripción, símbolo o emblema poco claro, que reafirma sus identidades culturales primitivo-belicistas
Cuando dios creó a Unos y a Otros, se le quedó olvidado en su manto celestial algo que, despues de muchas pesadillas y remordimientos, decidió ofrecerles como prueba de su grandiosa generosidad.
dios bramó entonces con voz de Tiranosaurio Rex, para que su benevolencia acostumbrada fuese escuchada por todos y en cada uno de los lugares en que los bienaventurados gozaban de su presencia que: Me quedan dos cosas que repartir entre vosotros! La primera, es un montón de medallas Unos lo interrumpió gritándo muy agitado que Yo las quiero! Yo las quiero! Mi vida seria mucho más fácil y agradable de llevar si yo las llevase colgando sobre mi poderoso pecho!
dios giró su torso descubierto de bodybuilding bronceado por rayos solares artificiales y mirando a Otros, quien levantando sus hombros en señal de indiferencia, dijo: Pues porqué no? Yo no necesito nada de eso. Y dios le entregó entonces a Unos su último regalo divino-terrenal.
Unos gritó de alegría y saltando de un lugar a otro, hizo sonar en sus manos las medallas que habia recibido de su dios, mientras este y Otros contemplaban con algo de curiosidad la alegria de Unos.
Y en medio de esa algarabia individual, le preguntó Unos a dios: Y cual era la otra cosa que pensabas ofrecernos como ultimo regalo? dios suspiró profundo y dijo algo timido: Un cerebro Unos. Un cerebro
!
Y un dispáro en la oreja más cercana a sus sienes quemadas por la nieve de sus canas, lo devolvió a su realidad. Mas ahora semi-sordo, como consecuencia de su humanismo racional que intentaba interpretar el aletear discordante de palomas negras en Transilvania, se empeñaba en esparcir a traves del tiempo sin calendarios, mensajes mudos de esperanzas que abririan las tapas gruesas de su bitácora de amor. Y dejando que sus páginas llegasen a donde quiese que fuesen a caer, le dió vuelta la espalda a la noche, pues a pesar de todo y con algo de fortuna, también habria un amanecer.
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