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reflexiónes desde las cloacas

Salam alecum! princesa del medio oriente…

Salam alecum! princesa del medio oriente…

(Reminiscencias de un texto antiguo, pero aun actual)


”Bonjour, monsieur!”
”Bonjour”
contestó con indiferencia el vejete, mientras la muchacha de ojos color miel que atendía su mesa, le prendió con suavidad y atención un habano que le semicolgaba de la boca. Era su trabajo. Y lo llevaba a cabo de manera impecable. Gracias a lo cual le habian subido su sueldo y, además también le habian dado el privilegio de compartir cama con su jefe directo.
Con las piernas muy abiertas, los ojos bien cerrados y los labios apretados esperando la erupción que de manera regular siempre le regaba las entrañas unas cuantas veces por semána, se concentraba en algún cuento de “Las mil y una noche” o en alguna canción de su infancia, mientras el hombre que la poseia con brusquedad se apuraba en lograr su objetivo, ya que su agenda de trabajo era muy abultada

De vez en cuando, sufria Yanina de recaidas y con la ayuda del vendedor de turno que la proveía de anfetamina y otras drogas parecidas, entraba en su mundo privado del cual ya ninguno de nosotros haciamos parte. Pasaba por nuestro lado sin siquiera vernos, con sus ojos injectados y muy abiertos, sin bastón y a pasos rápidos, como si nunca hubiese estado enferma. Con la boca semiabierta y parte de la lengua colgandole de la comisura de sus labios, soltaba sonóras carcajádas, muestra de que sin duda alguna, el mundo que habitaba en esos instántes era más agradable que aquél que le ofrecia su vida sin drogas. No era reconfortante verla, pero ya era una rutina. Y cómo nos comportabamos con ella en esos momentos? Pues la dejábamos en paz, que ya tendriamos mucho de que preocuparnos, cuando los efectos de la droga empezace a dejar su pobre cuerpo y la abtinensia la hiciese gritar y gemir de angustia y dolor.


“Y Hamas ganó las elecciones en Palestina”, me dijo Ahmed al tiempo que acariciaba con suavidad el cabello lacio de Yanina, cuyo cansado cuerpo descansaba semitendido sobre las piernas de mi amigo árabe. Era ya un viejo rito entre los dos. Yanina dejaba pasar horas y horas tirada sobre parte del cuerpo de Ahmed, mientras este le leía lejános cuentos de Bagdád esperando que los ultimos gramos de anfetamina abandonasen el alma de Yanina. Y yo, sentádo frente a ellos como mudo testigo de una tragedia, solamente los observaba, contestando las escazas alusiones que Ahmed me dirigia a veces. Como ahora. “Hamas ganó las elecciones en Palestina”, volvió a repetir y yo no supe que contestar. Porque además no fue pregunta sino afirmación.

“Hizbollah?”, preguntó Yanina con débil voz. “No. Hamas.” Le respondí con suavidad. “Las elecciones fueron en Palestina. No en el Libano!” agregué, pero no estuve muy seguro si me estaba entendiendo. Pero para sorpresa mia, abrió sus bellos ojos color miel y con cansada voz me dijo “Ah! Estás aqui?” “Si” le dije con ternura y le ofrecí una mano en señal inequivoca de comprensión y amistad sincera. Lentamente estiró un brazo que sacó debajo de su cuerpo, asi como lo hace un cisne cuando desenrolla su largo cuello para sacudirse el agua de su figura blanca, y atrapó mi mano. “Gracias!” me dijo y agregó casi en un susurro “Te quiero mucho!” y volviendo su cabeza hacia el rostro inclinado de Ahmed le dijo “Y a ti también!” “Mis dos amores!” “Qué haria yo sin ustedes?” y cerrando sus ojos ya no dejó más su mundo interno de drogas y alucinógenos y se durmió para siempre.

Ahmed besó la frente ya sin vida de Yanina, mientras un par de lágrimas entibió con su estallido el frio de la muerte y yo sin todavia soltar la mano de esa triste princesa del medio oriente rompi a llorar, al tiempo que de mi boca salia una torpe frase de despedida ”Y si Hamas ganó, que importancia puede tener si Yanina ya no estará!”
Ahmed me miró con atención y en su rostro descubri una tenue sonrisa de consuelo, y con su calma acostumbrada o tal vez por respeto a la muerte, me contestó “Nada sabemos sobre qué tipo de sociedad piensan construir. Y en ese caso, tal vez lo mejor sea que Yanina ya no esté aquí.”
Y mientras cubriamos su cuerpo con suaves telas de seda, enormes banderas verdes saludaban un nuevo triunfo de la democracia, en los territorios ocupados de Palestina.


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