Nada nuevo bajo las nubes escandinavas
Carlos Gustavo XVI, el monarca sueco, pareció estar más despierto que de costumbre cuando hizo su tradicional discurso de Navidad. Aunque aparte de algo de retórica populista por aqui y por allá, poco hay que rescatar de sus palabras, a una nación que estába más impaciente por abrir sus regalos navideños e intalárse frente al televisor a ver el programa que desde hace más de treinta años, transmite un Canal estatal, Una feliz navidad les deséa el Pato Donald y sus amigos.
Entre otras cosas y según su majestad, la inmigración es positiva pero evitó nombrar las partes negativas, pues sin lugar a dudas dejaria desnuda la cruda realidad en que viven las minorias en este país.
Trató de dárselas de ecológico y se refirió también en su discurso a la amenaza que sufre nuestro clíma como si nadie se hubiese dado cuenta de ese problema! pero sin proponer tampoco ninguna solución por tibia que fuese.
Tocó lo de la violencia en las escuelas, en las calles y plazas del reinito, llevada a cabo por jóvenes de cada vez más corta edad, pero por supuesto que no agregó porque no se atrevió o porque simplemente no entiende que existe una intima relación entre ese fenómeno (la cada vez más cruda violencia juvenil), y los problemas sociales (discriminación y racismo institucionalizado, cesantia crónica, marginación, etc) que rodea a esos jóvenes, a menudo habitantes de los ghettos dispersos en las ciudades más grandes de Suecia.
Y por supuesto que terminó acentuando la importancia del individuo en el avance exitóso del colectivo. Pero no será lo contrario? O a lo mejor, una vez más se le enredaron los conceptos a Carlos Gustavito, después de unos cuantos champagnasos de más.
En fin; todo este lío ya pasó y con unas miles de coronitas menos en los bolsillos, y con una resaca de puta madre, nos vamos con paso seguro a la otra patita de esta cueca. A saber, la terrible celebración del Año Nuevo, con bombos y petárdos, más alcohól y más comida para enfrentar otros 365 días con las cuentas bancarias más vacias que nunca. Porque al fin y al cabo, todo sigue igual de viejo asi como ha sido desde que el capitalismo y su verdad absoluta, la sociedad de consumo, dirige nuestras vidas.
Cual escala espiral, en descenso inevitable.
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