Homos ya no existe
Por JAVIER ESPINOSA, periodista del periódico virtual El Mundo.es
Cuando el sirio Abu Hatem vio la imagen del viejo restaurante arrasado supo que «el legado histórico de Siria y la coexistencia que había durado siglos se había roto en pedazos».
Porque Beit Al Agah era algo más que el principal referente culinario de Homs, famoso por sus sejuk (salchichas) o su kibbeh (albóndigas de bulgur, con cebolla y carne). También era un alegato a la historia más reciente del país, reflejada en su arquitectura: en realidad era una enorme casa construida en 1850 con todo el carácter ampuloso de la época otomana.
Pero, sobre todo, Beit Al Agah fue una metáfora de la cohabitación de las diversas comunidades y confesiones de Homs y, por ende, de todo el país. Un establecimiento situado en el barrio cristiano de Hamadiyeh donde antes del conflicto se entremezclaban suníes, alauíes.. Como me explicó en una ocasión un asiduo de aquel mesón, «aquí, nuestra única religión es la devoción por la buena cocina».
La mezquita de Khaled Bin Al-Walid no estaba lejos de Beit al Agah y la ciudad vieja de Homs. El templo donde se supone que descansan los restos del famoso caudillo musulmán del mismo nombre que conquistó Siria para el Islam en el siglo VII era otra de las visitas obligadas de cualquier turista que se personara en Homs.
Lo mismo que la iglesia de Umm al Zenar, erigida también en el siglo XIX y de enorme valor religioso para los cristianos que consideran que esa edificación acogía una faja que usó la Virgen María.
Los tres habitáculos fueron edificados en su día recurriendo a las famosas piedras negras de basalto que otorgaban el carácter inconfundible del centro histórico de Homs. Los tres resumían la diversidad cultural y confesional de esa villa. Ahora, cuando todos ellos han sido devastados por la furia de la guerra, también son una alegoría de un país que, como decía Abu Hatem, colaborador de la web Syriadeeply, se ha desmoronado a trozos.
Las imágenes de la desolación que ha sufrido la ciudad vieja de Homs, que se han difundido durante los últimos días al socaire de la evacuación del penúltimo reducto rebelde que existía en la urbe, ni siquiera son una novedad.
«Esto no es Hiroshima o Nagasaki en 1945, sino el barrio de Al Qarabis en Homs en diciembre del 2013», afirmaban los activistas de Homs en un vídeo que difundieron en aquellas fechas y que permitía apreciar la total desolación que sufría el centro de la ciudad.
Barrios como el citado de Al Qarabis, Jouret al Shyah, Hamadiyeh o Bab al Houd, en el centro histórico, o arrabales del entorno como Khalidiya o el tristemente célebre suburbio de Bab al Amar,quedaron reducidos a montañas de escombros. Edificio tras edificio cribados por la metralla, aplanados por los bombardeos.
Cuando los uniformados de Damasco asaltaron Khaldiyeh en julio del 2013, Rami Abdel Rahman -director de la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos- ya advirtió que tan sólo en ese distrito entre el 60 y 70% de las viviendas «estaban total o parcialmente destruidas, o inhabitables. Las imágenes de Homs nos hacen pensar que ha sufrido una guerra mundial».
Una opinión que parecía parafrasear esta semana Yacoub el Hillo. Según el máximo responsable de las operaciones humanitarias de la ONU, los estragos que ha sufrido el casco histórico son tan «increíbles y amplios» que esos barrios son «inhabitables».
Hillo ya había visitado en febrero ese enclave para evacuar a otro millar largo de sirios sometidos al asedio y ya entonces se mostró demoledor. «La ciudad antigua de Homs forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Es un lugar donde durante siglos la humanidad fue rica en cultura, arte e historia», señaló. Al salir del bolsón cercado, Hillo dijo que había sido como acudir «un día al infierno».
Los cientos de personas -en su mayoría combatientes- que todavía permanecían resistiendo en el interior de la ciudad antigua vivían como «ratas», en expresión de un residente de ese lugar que habló con este diario en el 2013. «Estamos escondidos en cuevas. Hemos hecho agujeros entre las casas para no salir a la calle por temor a que nos maten los francotiradores. Además todo lo que hay fuera son ruinas», aclaró.
Los milicianos peleaban ocultos entre los cascotes, moviéndose a través de túneles, de las conducciones de aguas fecales... Comían desde todo tipo de hierbas a piel de vaca, carne de tortuga o saltamontes. Al Hillo recordaba como los sitiados le enseñaban fotos «de cómo eran antes. Todos dicen que han perdido entre 20 y 25 kilos».
Nada más recuperar el control de la ciudad vieja de Homs, el gobernador Talal Al Barazi anunció públicamente el inicio de la rehabilitación del núcleo urbano. Pero como aducía Abu Hatem, los edificios podrán reconstruirse «pero una vez que la coexistencia se rompe en pedazos es muy difícil recuperarla».
Guillermo Ortiz-Venegas ®
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