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reflexiónes desde las cloacas

Despedida a un ciudadano legal del mundo actual

Despedida a un ciudadano legal del  mundo actual

Alexander! Cuando leas este artículo estarás con toda seguridad en tu hogar, en compañía de tu viejo y de tu hermano menor. Y me alegra que sea así! Porque vi la añoranza reflejada en tu rostro, cada vez que me hablabas de tus seres queridos, del otro lado del Atlántico. Tú y yo nos conocimos en una de esas curiosas vueltas que da la vida. Por decirlo de alguna manera. Y fue cuando yo intentaba introducir a Loreta – como a ti te gusta decirle a Tania – en el ambiente latino en Estocolmo. Ambiente del cual yo ya estaba retirado hacían más de treinta años. Y el porqué de esa decisión no viene al caso. Al menos no en esta ocasión. Porque este pequeño artículo está dedicado a ti. Y no a mi.

Me acuerdo exactamente la primera vez que te escuché tocar en las calles de Estocolmo. Era una fría tarde del invierno escandinavo. De esas que no se veían desde los años ochenta, mas la oscuridad de su presencia era la misma, el silencio de las gentes en las calles el de siempre. Y la nostalgia por un poco de luz y sol, lo que llenaba los pensamientos de cada uno de los que se movían por las calles circundantes a la estación de Slussen, a finales del año 2009.

Me acuerdo que tenía una cita con alguien justo en la placita ubicada a la salida de esa estación de metro, y las ganas de salir y abandonar el agradable calor ambiental que me ofrecía la artificialidad de luces de un lugar cubierto, no eran muchas. Pero mis eternas ganas de fumar le ganaron como siempre a la razón y salí de todas maneras. Y recuerdo que lo primero que llamó mi atención fue escuchar el sonido de una guitarra eléctrica de la cual emanaban hermosos tonos de rock. Y de un rock que yo conocía! Y que me gustaba! Si mal no recuerdo era un tema de Gary Moore. Me acerqué con curiosidad a la silueta que tocaba con tal pericia y vi a un tipo flaco, de pelo largo sentado sobre un pequeño parlante tocando. Pero la obligación de mi cita me hizo abandonar ese lugar de manera súbita, cuando me di cuenta que había dejado pasar más de los minutos con los que contaba escuchando al extraño que allí tocaba.

A los pocos días y por Loreta, me enteré que era “Alexander un uruguayo que toca en el grupo en donde comenzaré a cantar”, me dijo y mi curiosidad fue grande. Y con el correr de los tiempos logramos una amistad sincera, respetuosa y muy agradable. Y junto a Loreta fuimos a museos que nunca habías visitado, a lugares nuevos y a calles que no habías recorrido. Traté de mostrarte una cara de Estocolmo a la cual no habías tenido acceso. Y esto no por falta de interés tuyo, sino por motivos de distintos orígenes, que nunca estuvieron ligados a tu curiosidad por conocer lo nuevo que esta ciudad te podía ofrecer.

Hoy día lo puedo decir sin temor, porque ya en nada te puede afectar. Fuiste un ilegal latinoamericano más, de esos que no tienen ningún derecho ni en esta sociedad ni en ninguna otra de la mal parida Unión Europea. Pero sin embargo tu comportamiento fue ejemplar! Muchas veces conversamos de lo injusto que es la relación que existe entre la manera como un europeo es tratado en Latinoamérica y lo contrario. Es decir, como tratan los europeos a los latinoamericanos que llegan al viejo continente buscando algo mejor que la miseria que los rodea. Miseria que el imperio yanqui y sus aliados europeos han creado para su propia conveniencia, durante todos los siglos en que ellos han sido los patrones y nosotros los peones.

Tus opiniones me llenaron de orgullo y también de alegría, porque me di cuenta que mientras exista gente como tú, hay también esperanzas que todo cambie. Y eso es además una muestra de que somos nosotros mismos, a través de nuestra toma de consciencia de la realidad que nos envuelve, los únicos capaces de cambiar las condiciones económicas de esclavismo, a la cual nos han sometido. A los países pobres de los cuales tanto tú como yo, somos parte en el cono sur latinoamericano.

Alexander, hermano latinoamericano! Te deseo lo mejor en tus proyectos futuros que según entiendo se realizaran en nuestro continente sudamericano. Y aunque no sean allí, te deseo éxito en todo lo que emprendas. Tres cosas si quisiera recalcar en este mi artículo de despedida a ti: primero; te aseguro que nos vamos a reencontrar en este puto mundo y cuando lo hagamos, será allende el Atlántico y no aquende al mismo. Segundo; sigue tocando tu amada guitarra eléctrica porque lo haces de manera excelente. Mientras tanto, yo seguiré en mi aprendizaje de las congas. Para la próxima vez que nos veamos hagamos un grupito temporal entre tú, Loreta y yo para, por una sola vez, soltar algunas lágrimas de orgullo al tiempo que ya se me acerca en el horizonte, y demostrarle al dios de los muertos que yo ya toqué en vida junto a uno de mis hijos, y que puedo soltar mi último tufo en paz. Y la tercera; es que me quedé con la frustración de no haberte convencido que me dijeses “tú” o “vos” en vez de “usted” cada vez que nos encontrábamos. El "tú" es joven. El "usted" es viejo. Y yo todavía me siento como un "tú". A pesar de los malos pasos a los que me obliga mi maldita espalda.

Hoy día, el día en que te vas, es un hermoso día de comienzo de otoño. El cielo está despejado, el sol brilla y toda la ciudad está cubierta por una tenue neblina que hace que la realidad se diluya. Los barcos que atracan frente a la ventana del departamento que hoy habito, siempre lo hacen en silencio. Pero hoy por cuestiones de la naturaleza, sueltan sonidos de sirenas para anunciar que aquí llegan o que de aquí salen. Y son sonidos que espantan hasta el gato que tengo en préstamo, pero que me hacen revivir una de las pocas metas que me he propuesto en mi vida: algún día también yo saldré de aquí a descansar el sueño eterno en mi continente lejano. La otra meta fue reencontrarme con Tania y lo logré! Nada dice entonces que mi objetivo actual no se pueda cumplir, aún cuando mucho me queda por rehacer en mi relación con ella.

Hasta la vista, hermano! Farwell, my brother! Ci vediamo, fratello! Vi ses, min bror! Carpe diem, frater!

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