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reflexiónes desde las cloacas

TRÁFICO DE MUJERES. Primera parte

TRÁFICO DE MUJERES.  Primera parte

¿A quién le importan las desaparecidas de las democracias?

Andrea López es argentina, en el hombro derecho tiene un tatuaje de un niño con guantes de boxeo y el nombre “Carlitos”, también presenta una cicatriz en el pie derecho debido a la amputación de un dedo. Podría estar en Chile, en España, en México o en otro país-destino de Tráfico de Mujeres. ¡Hay que buscarla!

 

¿A quíén le importan las desaparecidas de las democracias?

A casi nadie. Andrea Noemí López y su hijo que tenía 3 años cuando ella desapareció, habían vivido salvajes episodios de violencia de parte de VICTOR MANUEL PURRETA, boxeador argentino que goza actualmente de impunidad. El la obligaba a prostituirse. Ella quería parar y el boxeador la golpeaba. Ella lo denunciaba y el Estado no la apoyaba.  

Ella y otras no desaparecieron “luchando”! ¿Importan menos?

 

Andrea cumplirá este año, en septiembre (el día 20 – era signo libra -) 30 años. Pero no se sabe qué fiesta tendrá, si realmente los cumplirá, o dónde.  Tenía 4 hermanos más, una hermana pequeña y ella era la mayor de las dos mujeres. Le llamaban Maru.

Desapareció en la Ciudad de Santa Rosa, La Pampa, Argentina, el 10 de febrero de 2004. Hace 4 años. Su madre, supo de su desaparición sólo 16 días más tarde y lo denunció. El proxeneta y ex pareja de Andrea, omitió la información.

Víctor Purreta dice que ella solía “perderse varios días”, dice que él dormía esa noche, dice que él despertó en la madrugada y ella ya no estaba. Dice muchas cosas…

Pero su madre sabe que Andrea fue atendida varias veces en urgencias de salud pública debido a los golpes que el boxeador le daba.

Luego de la desaparición, Purreta fue condenado por la Justicia Penal de la Provincia de La Pampa a 5 años de cárcel (que no cumplió completos), por forzar a Andrea a prostituirse. Se descubrió que en enero de 2004, la llevó a trabajar a un Cabaret, del que, casualmente el agresor y proxeneta era socio, en la localidad de Pehuajo. Dos meses después de la desaparición de Andrea, Juan Carlos Morán, socio de Purreta avisó a la familia de Andrea que ella habría sido vista en una localidad vecina, tres meses más tarde en julio, Morán apareció asesinado, atado de pies y manos, colgado de la ducha del baño del prostíbulo que regentaba.

 

Julia, la madre de Andrea, afirma que la búsqueda de su hija ha sido ineficiente y el caso, ambiguo. Entre otras cosas, la actual jueza de Menores Cristina Baladrón, que determinó no darle la tuición del hijo de Andrea a Julia (su madre) es la misma abogada que defendió a Purreta en el juicio por proxenetismo y además estuvo, unos años antes, en una Audiencia de Conciliación y Acuerdo por una denuncia de violencia que hizo Andrea contra Purreta, y que claramente no le dio herramientas ni seguridades como para que se salvara de la violencia.

 

¿A quién le importan las mujeres desaparecidas y asesinadas por las mafias coludidas con funcionarios policiales? ¿A quién le importan las mujeres en prostitución?

Activistas de otras causas se molestan porque hablamos a menudo de la violencia contra las mujeres, como si la vida de una mujer que no ha visto la luz de la nunca bien ponderada revolución social, no tuviera el mismo valor que la vida de un hombre o una mujer que luchan revolucionariamente.

  

Femicidios que No cuentan

En Chile, el gobierno y su prensa contabilizan femicidios: “¡Van 8! ¡Muere la número 40! ¡Fueron 50 en 2007!” y políticos se candidatean colocando cruces por las mujeres asesinadas, donde las cámaras de TV los enfoquen.

Eso sí, las cruces son para mujeres casadas, convivientes o novias, pero no mujeres en prostitución. Sin embargo, las mujeres que se ganan la vida vendiendo sexo, son asesinadas por cafiches o clientes comúnes, y es el femicidio más flagrante: matar a aquella mujer que vive del sometimiento del cuerpo femenino a la virilidad y, a la vez, desafía la definición patriarcal de “decencia” y “exclusividad sexual”. Contradicciones de las que se alimenta el Patriarcado y en las que sobrevivimos mal las mujeres.

Las mujeres en prostitución asesinadas no cuentan ni son definidas como femicidios en Chile por las campañas gubernamentales llamadas “de género”. Las sociedad las ignora porque capaz que les guste ( y eso es malo) así es que no cuentan. Los medios de comunicacones les faltan el respeto.  

 

“Prosti murió al caer de cuarto piso durante jarana”, dijo LA CUARTA, diario chileno, el 20 de marzo 1997. Pero María Inés Cabrera Silva no “murió”. Fue asesinada “empujada por dos sujetos con los que se encontraba”. El 6 de noviembre de 1994, “apareció frente al Hospital Sótero del Río” un cuerpo de mujer. “Estrangulan a prostituta”, decía también la información, y aseguraba que la había matado “su esposo” en una discusión por cien mil pesos. Se llamaba Silvana Contreras y el Sindicato Nacional Independiente de Trabajadoras “Ángela Lina” - trabajadoras sexuales - la tiene entre sus denuncias. Lo mismo sucedió con Claudia Andrea Martínez Neira, de 25 años que registraba en archivos policiales antecedentes por “ofensa a la moral y prostitución”. En 1997 fue encontrada desnuda en una carretera (ruta 5 Sur). Su cuerpo tenía huellas de mordeduras y golpes. También Rosalina Cuellar, otra mujer en prostitución, fue asesinada el 25 de agosto de 2001 de una estocada en el pecho, en Antofagasta (1).

  

Crímenes silenciosos

Los femicidios de mujeres en prostitución son una nota corta en la crónica roja que duele más que nada a alguna madre, padre – si lo hay -, amiga, hijos o hijas de la víctima. El resto de la sociedad no hace más que contemplar la violencia. (  Una puta es una mujer de última categoría, parte de un sexo-género que ya es de segunda )

 

Cuando el femicidio es más cruento o se eleva cinematográficamente a niveles de seriales estadounidenses, las notas se vuelven artículos, reportajes, entrevistas, investigación. Como en el caso de Lady Torrealba Cepeda, de 24 años, descuartizada en marzo de 2005, en Iquique, Alto Hospicio, norte de Chile. El condenado por su crimen fue un cliente, guardia de seguridad de un hotel, ARIEL CANALES PINO, de  54 años. Lady también tenia un proxeneta que según sus compañeras de trabajo "le pegaba". El femicida no solamente la golpeaba, sino "le daba de todo". Hasta que la mató y distribuyó las partes de su cuerpo por la ciudad como desperdicios. Los medios de comunicaciónes tradicionales subrayaron que "era drogadicta".

Amanda, un transvesti, también fue presentado como adicto. "Murió", dijeron los medios, de una sobredosis cuando se encontraba con un cliente habitual, el químico farmacéutico WINSTON MICHELSON. Las compañeras de trabajo de Amanda aseguraron que "ella no se iba a matar" y qu el cliente era agresivo. Pero al químico farmacéutico nadie le probó nada (2002, Santiago de Chile)

Ya antes, entre 1999 y 2001, también en Alto Hospicio, aparecieron en un basural, los cuerpos de 13 niñas y una mujer, todas violadas antes de ser asesinadas. Las niñas y la mujer, no estaban en prostitución, pero igual fueron definidas como “putas”. Eran pobres y cuando sus padres y madres preguntaban por ellas a la policía, los funcionarios les sugerían que se habrían ido a algún prostíbulo. Pasaron algunos años antes de que la policía le diera algún valor a las denuncias de la gente cesante y empobrecida de Alto Hospicio.  

El femicida se llamaba JULIO PÉREZ SILVA, la joven número quince se salvó y lo denunció. Es decir, las víctimas se salvaron prácticamente solas, pero no sin antes sufrir el cóctel salvaje de patriarcado y capitalismo: machismo y pobreza.

 

Para la misoginia (desprecio por las mujeres) no hay fronteras. El 10 de noviembre de 1996, Verónica Feraude, argentina de 20 años, apareció muerta en un camino de La Pampa (Argentina). La madre de Verónica, Norma Ojeda, ha tenido que actuar como querellante particular en su caso legal, igual que la madre de Andrea López. En principio, se juzgó a la pareja de la víctima, VÍCTOR BALQUINTA, también boxeador - como el proxeneta de Andrea - y a dos cuñados suyos, pero no se les pudo probar nada. Más tarde a Balquinta, se le juzgó por promoción de la prostitución, descubriéndose que también como Purreta, forzaba a Verónica a prostituirse. Fue condenado a diez años de prisión, pero cumplió menos de la mitad (2). El femicidio está impune.

 

Sandra Cabrera, perteneciente a AMMAR, Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas, fue asesinada de un disparo en la nuca el 27 de enero de 2004. En primera instancia se investigó a Diego Parvlucyzk, un policía federal, que según dijeron medios muy masivos, estaba ligado a Sandra “por cuestiones de afecto y de drogas”. Sin embargo, Sandra lideró muchas luchas de su gremio contra la policía y las instituciones. Las marchas en conmemoración de su lucha y demandas, han sido multitudinarias en Argentina. Su crimen continúa impune(3).

  

Susana se salva a sí misma y a otras

Susana Trimarco, argentina, es madre de Marita Verón, secuestrada el 2 de abril de 2002 en Tucumán. Susana ya ha salvado a cerca casi 100 víctimas latinoamericanas de redes de prostitución en España y Argentina, acompañando a policías en allanamientos de prostíbulos buscando a su hija.

¡Las que estén contra su voluntad, vengan, que no las voy a abandonar!, les grita a las cautivas y declara: “No encontré a mi hija, pero encontré a otras chicas, todas ahí acurrucaditas, tan a la defensiva, con esa mirada de desesperación. Como pidiéndome socorro. Y ahí ellas se levantan, salen corriendo y me abrazan. Y luego todas abrazadas salimos”. Susana acompaña a las mujeres a hacer las denuncias: “hay que acompañarlas a la Fiscalía, porque que en esos lugares son todos delincuentes y cuando las chicas dan su testimonio, escriben todo al revés”, explica.

Nada ha sido fácil para ella: “Me tuve que disfrazar para que no me reconocieran, me hice pasar por prostituta, por proxeneta, por vendedora de ropa, por muchas cosas para obtener información sobre el paradero de mi hija”.

Fue tan insistente que la tristemente célebre Condolezza Rice, le dio un premio aun cuando uno de los principales países de destino del tráfico de mujeres sea EE.UU. En tanto, con premio o sin él, Susana sigue, no encuentra a Marita, pero no calla. “Me paré varias veces frente a ellos y les dije: No te tengo miedo, devolvéme a mi hija, mafioso, devolvéme a mi hija. Mátame si quieres, pero no me voy a callar. Te voy a destruir todos tus prostíbulos, te voy a destruir todos tus negocios. Vos destruiste mi vida y la de mi hija, pero yo no te tengo miedo. Te voy a destruir prostíbulo por prostíbulo. Y eso hago” (4)

(Continuará)

Victoria Morales Aldunate


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