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reflexiónes desde las cloacas

¡Tener una casita bien linda! contestó la María cuando le preguntaron cual era su sueño

¡Tener una casita bien linda! contestó la María cuando le preguntaron cual era su sueño

Jacinto nació primero. Luego lo siguió Gonzalo. Después de él hizo su entrada Eladio y el ultimo de esa generación fue Custeto. Y juntos pasaron la infancia, la pubertad, la adolescencia y la temprana edad madura. Esa edad en que las quimeras dejan de ser abstractas y son reemplazadas por cosas tan prosaicas como un techo y una cama. Sueños como el de la María, por ejemplo. Pero al final de la infancia, (¿o  no seria al medio de ella?) partieron Eladio y Custeto al Brasil. Y allí estuvieron por un año o algo así. Y luego regresaron. Pero de sus retornos  no me acuerdo. Mas si cuando partieron  volando en esos aviones pobres de la Panagra (Pan American-Grace Airways, Inc.)  que no podían volar por sobre las montañas andinas sino que debían darse el trabajo de revolotear por entre los picos cordilleranos pues sus motores no daban para más. Y que a las pocas de transportar a mis primos-hermanos, se fue a la quiebra y nadie sabia como iban a volver. Y yo en el techo del aeropuerto de Cerrillos en compañía de Jacinto y mi abuela Ofelia, agitando mis manos para despedir sus presencias de mi vida, aunque yo no los veía ni ellos a mi, pero mi abuela nos convencía con lagrimas en sus ojos, que el batir de nuestros brazos los haría sentir mejor.

Y la casona de Lo Prado quedó en manos de no se qué arrendatario, y mi abuela Ofelia me llevaba a visitar a sus nuevos inquilinos, porque según ella la cosa social en la gran familia era algo que tenia mucha importancia. Y a mi me daba una gran pena, cuando veía que en los  interiores imponentes de esa vieja casona ya no estaban mis primos-hermanos sino extraños, pero la abuela Ofelia se empecinaba en que yo la siguiera en sus aventuras sociales. Y otros seres se movían por sus entrañas y me sentía solo, y echaba de menos a Eladio y a Custeto que ahora estaban en ese Brasil tan exótico y lejano, y quien sabía cuando los volvería a ver?

Y sin poder llorar mis penas porque “los hombres no lloran, niño!” me refugiaba en el inmenso baño de esa otra casona de mi infancia, que estaba en la calle Dieciocho a una cuadra de la Alameda y a solo unos trescientos metros de la Embajada justamente del Brasil, en la calle Alonso Ovalle (o seria San Ignacio?) en el antiguo barrio de los acomodados del Chile postcolonial. Y sentado en el rincón mas obscuro de ese cuarto, me disponia a esperarlos entre lagrimas y mocos infantiles e ingenuos. Y si al menos en esos años los meses hubiesen pasado con la rapidez conque pasan ahora, pienso hoy día, lo hubiera soportado mejor. Y no me acuerdo cuando regresaron. O mi mente lo borró de sus casillas. Pero un día estaban nuevamente allí  y todo era como siempre había sido: con ellos a mi lado, jugando a las escondidas! Como un bossanova lleno de melancolía, ritmo y alegría. Con olor a pedazo de papel de jabón usado. O de fiesta de aniversarios con torta verde y canapés de jamón dulce, cada vez que a Eladio o a Custeto se le ocurria la mala idea de cumplir años.

Pero llegó el día en que debimos fragmentarnos los uno de los otros. Cada cual sumergido en el pequeño espacio que nos ofrecia la vida. Y comenzamos a separarnos de nuestro pasado común, así como la madrugada refrescante se desprende de la noche tibia: sin gritos de euforia, pero tampoco de quebrantos por su aparecer. Porque - sin que nos diésemos cuenta - otros elementos empezaron a brotar en nuestras vidas, lo cual nos obligó a actuar de acuerdo a las reglas que nos imponia la sociedad. Pero sobretodo fue uno de esos elementos el que afectó más nuestras vidas, haciendonos conscientes que de allí en adelante nuestros juegos de niños ya eran parte de la historia de nuestro pasado común: el del complicado mecanismo que conlleva amar a las mujeres. Porque hasta ese entonces el cariño y el amor, daba solamente vueltas entre nosostros, sin que tuvieramos que competir con una extraña por ese don tan obvio.

Jacinto fue el primero en tener novia, y todos lo envidiábamos. Y lo odiabamos! Luego fue Gonzalo quien siguió ese camino, enamorandose de cualquier muchachita que por pasión, curiosidad o desprecio le lanzaba alguna miradilla. Y con el correr del tiempo seria este el Don Juan de todos. Y en la mitad de los sesenta partió Eladio a EEUU. A Ohio más exactamente. Y volvió vestido de hippie, pensando como ellos y fumando marihuana. Y nosotros lo admirábamos y usábamos sus ropas y nos fumábamos uno que otro pito, más por estar a su nivel que por necesidad. Y llegó la hora de la Universidad, la política y cuestiones de ese estilo. Y la separación se hiso permanente. Jacinto en el pedagógico de Santiago, (mi abuela Ofelia le pasó un departamento y Jacinto se fue a la mierda pues no estuvo al alcance de lo propuesto por la gran familia) Gonzalo partió a la Universidad de Concepción, Eladio a la Universidad de Chile y Custeto a la zaga, pues no sabia aún cual seria su futuro, pero con el correr del tiempo dio en llegar a la carrera de Agronomía en la Universidad de Chile, en donde se tomo todos los vinos de muestra que allí habian y algo más también. Y luego vino el Homosaurio e hizo de la fragmentación una diáspora y envió a Jacinto a la Argentina y a Gonzalo también. Y comenzaron los amores en tiempos imprevistos, que con el devenir de las páginas del calendario del tiempo real, se transformaron en furias de tiempos sin amor.

Gonzalo cruzó el Atlántico y pocas noticias se tienen de él. Jacinto volvió de allende los Andes a refugiarse en la gran familia, hasta que la vida le ofreció la muerte como única alternativa posible. Eladio se casó hasta que murió, y Custeto siguió el ejemplo de su hermano mayor. Pero todavia sueño que estamos los cuatro juntos, paseando por las playas del Pacifico en algun lugar del Cono Sur latinoamericano, mojando nuestros pies en sus aguas y soñando que podiamos construir un mundo mejor, mientras escuchabamos a los Beatles, y discutiamos acaloradamente si Paul era mejor que John, pero yo calladamente solucionaba ese dilema sin problemas, pues mi favorito era George. Y que me perdone Ringo, pero él nunca estuvo en el tapete de nuestras querellas de adolescentes felices.

 

1. Y de pronto abrí los ojos y el techo estaba allí como siempre ha estado. Las paredes en su lugar, los muebles de la habitación también y mi erección matinal levantaba en algo las sabanas que cubrían mi cuerpo desnudo. Pensé en los indigentes sin casas y la erección bajó rápidamente, mientras que el techo siguió en su lugar y las paredes también.

2. Me acordé de una de las primeras cosas que escribí en Suecia hace ya más de 30 años atrás, y que titulé ”El paraíso de los corazones destrozados”. El texto original lo perdí hace tiempo y nunca lo he podido encontrar. Pero a lo mejor está por allí, perdido entre hojas amarillentas escritas a mano algunas, a maquinas otra. Aunque aún no sé si estan en las carillas de mi pasado, o de mi presente.

He tratado de rehacer su contenido, pero nunca quedo satisfecho con el resultado final. Porque es como hacerle la cirugía estética a una vieja de ochenta años para que simule dieciocho.

3.Tener una casita bien linda!” dijo en una entrevista que vi, una pobladora chilena algo desdentada, de cuerpo deformado y pelo teñido rubio para parecer una gran dama. Me enamoré de su pobreza autentica, y me reí con algo de resignación de su coquetería fuera de lugar, de ser una señora rubia. Pero de todas maneras llenó mi corazón de ternura y también de furia. Amor en tiempos de cólera, diría García Márquez.

Y yo sentado en un dique de los Apeninos, más cercano al cielo de lo que hubiese preferido, hundí la  cara entre mis manos y me puse a llorar, pues nunca había palpado la soledad con todos mis sentidos.

4. En Santiago le dan enormes golpizas a los que roban en las calles. Y luego los patean cuando están tirados indefensos sobre el asfalto duro. Y esas palizas las filman y las ponen en el Youtube ¿Será esa la solución para combatir la delincuencia?

5.

La luna esta en cuarto menguante

y yo mirando las ratas

que pasan por el salón de mi casa

a través de la pared del  vecino

Y que dios lo bendiga por no dejar pasar

a policías vestidos de Robocop

ni a bomberos gratis

con cascos de cisnes sin cuello

ni a curas con rosarios de hipocresía,

ni a enfermeros con caras de indiferencia

y sin empatía,

ni tampoco a inspectores de impuestos internos

con orden de desalojo permanente

e irrevocable

 

Y gumf, gumf…! resoplaba la vejeta que estaba sentada al frente mío. Era realmente algo que admirar. Pero en el sentido más negativo de la admiración. No debe haber medido más de un metro cincuenta. Y agazapada sobre el plato que Dirce le había servido, revolvía con una cuchara todo su contenido como si buscase algo en su contenido. Y era tan flaca que cualquier ropa que cubriese su cuerpo, le quedaba colgando como trenzas negras de bruja malvada. Porque justamente era una bruja lo que era, la dama en cuestión. Del conjunto que yo podía apreciar de su figura repelente, lo más notorio eran sus manos venosas y agarrotadas, como patas de buitre en ataque. Al mirarlas me pregunté en serio si corría sangre por sus capilares, o si no seria barro sombrío y espeso lo que palpitaba bajo esas arterias de caucho duro.

Y su cara apenas se distinguía entre el humo de los cigarros que los pingüinos fumaban para hacer notar su presencia en el desierto de Atacama, a donde habían llegado como exiliados ecológicos, a causa del calentamiento global del Polo Norte y también del Sur.

Y el mundo esta compuesto de amigos y enemigos, me dijo Pelle con voz de sabio y por supuesto que no lo tomé en serio. Los amigos son los que no dudan de ti, y los enemigos aquellos que no beben de tu misma copa, siguió diciendo. Y agregó con tono de profeta en  su voz, y si lo hacen se lavan sus bocas con el alcohol de la misma. Por consecuencia tenemos más adversarios que devotos, terminó cerrando esa tesis  con un pequeño carraspeo pretensioso, como ese que sale de la boca de los charlatanes cuando intentan llamar la atención de un público impasible.

Es una verdad tan de Perogrullo como la tabla del cinco, continuó Pelle estimulado por la ausencia de contraargumentos, cuando no lo hicimos callar de acuerdo a la costumbre.

O tan elemental como el tilde que llevan todas las palabras terminadas en ción, agregó Pelle, ya entusiasmado en su argumentación

Terminación preferida por los poetas pobres  en fase de postración para hacer rimar sus estrofas tragicómicas en estado de disolución para que nadie contradiga esta afirmación.

Me puse a pensar que la estupidez no tiene limites, que la hipocresía es común en las relaciones humanas del neoliberalismo, que la banalidad del consumismo es ley moral y ética, y que hablar sin decir nada no es eufemismo de la Real Academia Española, sino necesidad brutal para poder sobrevivir.

 

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Guillermo Ortiz-Venegas ®

guillermo_suecia@hotmail.com

 

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