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reflexiónes desde las cloacas

El tío Pocho

(Visita también: Héctor Díaz )

Habíamos llegado para una despedida !
nadie nos había invitado,
alguien se iba a refugiar en los costado del planeta
nos acercamos por nosotros mismos,
por cumplir con alguien que seguía siendo terrón,
mañana, cariño, amor a un recuerdo, chacra, familia
fidelidad lejana a un amigo extraviado en el tiempo;
campiña anónima, historias sin cronografías fijas,
cachos de vida, empujando lo bueno,
cielos celestes, nubes blancas,
noches con lunas y con estrellas,
y otras con truenos y relámpagos
de muchos veranos como éste
de un año indefinido,
montando la ilusión de la existencia
en la continuidad del tiempo.

Fuimos guiados por el chirrido de la chicharra,
con miedo, por lo inesperado del silencio,
cortando el tórrido aire que no se movía,
con la tijeras de nuestra respiración que cavilaba,
en esa casi soledad del mediodía,
donde los verdes eran un único repertorio,
y un nido de hornero, un punto suspensivo
en los recovecos silenciosos de las almas.
La imaginación luchando en la llanura,
el ser, lo endeble de nuestras travesuras,
el primer grito, el descubrimiento del deseo,
el nacimiento, el capullo, el jazmín
la vida en sus distintas gracias,
la cuasi soledad de la desgracia,
una familia que viste el dolor con la sonrisa,
un cacho de patria que se nos queda anclada,
un camino que se extiende en la distancia.

Las mujeres van y vienen,
están mejor armadas, luchan y aman
con el vientre dan fecundidad, traen esperanzas,
visten la muerte con la vida,
son como la eternidad de las mañanas.
Un colibrí zumba, con sus alas
entreteniendo la cavilación en su acrobacia,
azul sedoso que alegra las retinas
de un gato persa que deambula por la estancia.
Allí estamos, vemos pasar un tren fantasma,
la tarde está quieta, como el alma
nos juntamos pa’ disipar la pena,
¡ los caídos de afuera y los de casa !

Cómo transmitir, lo que nos pasa,
las palabras van y vienen,
se habla de recuerdos que nunca compartimos,
se hacen recuerdos, con la cámara fotográfica,
estamos allí unos y otros, unidos por el pasto,
por los años que imaginamos de los otros,
por las estrellas compartidas
bajo un mismo cielo,
de eso que se llama tierra, infinito, silencio
porque todos fuimos niños, el mismo niño
con el sueño de todos, que es el mismo sueño.
Y al final nos gana un sentimiento
de agradecerle al que se va, por sus momentos
por la alegría de vida que esparció en su tiempo,
siendo los que aún estamos de pasada,
continuidad inexorable, camino abierto.

Héctor Díaz
10 - 02 -17

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